Lorena llegó a su casa y se encerró en su cuarto, se tiró de espaldas en la cama mientras tenía su mirada fija en el techo pálido y blanco. “¿Te gusta?” recordó las palabras de Miguel. Estaba segura que no le atraía Cristian, sin embargo, no dejaba de pensar en lo que había sucedido en el salón.
Era la segunda vez que Cristian la besaba frente a todos los estudiantes. Ahora todos estaban seguros de que eran novios. Aquel trato absurdo le comenzaba a pasar cuenta y no le agradaba lo caro que era.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó Cristian mientras salía de la piscina.
—Faltaste al examen de química —dijo Camilo.
—Qué idiotez, ¿para eso vinieron? —inquirió Cristian con rostro aburrido—, ¿desde cuándo eres tan estudioso?
—No venimos por eso —habló Laura—. Fue iniciativa mía venir; necesito hablar contigo.
Cristian tomó una toalla de una silla y comenzó a secarse, enarcó una sonrisa retorcida mientras veía a la tímida chica.
—¿Qué debo hablar contigo?
—Es sobre Lorena —explicó Laura.
—Habla –ordenó Cristian con tono serio.
—Sobre lo que sucedió hoy en el salón… —empezó a explicar y notó que Cristian puso los ojos en blanco—. No pienso echarte un sermón o algo así, al contrario, quiero ayudarte.
Hubo un momento de silencio entre los jóvenes y Cristian pareció interesarle mucho lo que comenzaba a escuchar.
—¿Cómo piensas ayudarme? —indagó—, ¿qué me vas a pedir a cambio?
—Nada, solo quiero ayudarte.
—¿Por qué?
—Porque creo que lo necesitas, ¿o acaso no intentas arreglar las cosas entre ustedes? —cuestionó Laura.
Cristian tornó su rostro serio y a la vez bastante pensativo.
—¿Y cómo me ayudarías? —preguntó.
—Bueno… soy buena dando consejos.
—Haber, ¿qué consejo me puedes dar ahora?
—Pues… por lo que vi, Lorena está muy enojada contigo por tu actitud prepotente y obstinada, que no escuchas las peticiones que te hace, así que… debes cambiar cómo te diriges a ella. —Laura quedó un poco pensativa— Lorena de cierta manera tiene un poco de tu personalidad, es orgullosa y también obstinada, si se le mete en la cabeza una idea, hará todo lo posible por cumplirla. Debes disculparte por cómo te has comportado con ella y cambiar.
Cristian levantó una ceja al comenzar a enojarse por lo que había escuchado, ¿él disculparse? ¡Primero muerto!
Comenzó a caminar rumbo hacia los adentros de su casa, no pensaba seguir hablando con Laura. Dejando así a la joven confundida mientras veía al joven marcharse.
—¿Qué sucedió? —le preguntó a Camilo.
—Se enojó —respondió el muchacho—. Te dije que no iba a funcionar. Es imposible que Cristian cambie solo para tener contenta a una chica y más si se trata de Lorena.
Camilo caminó hasta una mesa cuadrada de cristal y se sentó.
—Será un problema verlos discutiendo todo el día —confesó.
Cristian se estaba terminando de cambiar mientras se veía frente a un espejo.
—Pedirle disculpas, claro —soltó.
Mientras se reparaba en el espejo un gran silencio lo invadía. “¿Quién te crees? Yo no giro entorno a ti, Cristian. Así que deja de comportarte de esa manera.” Recordó las palabras de Lorena.
—Pedirle disculpas —musitó Cristian—. Jamás.
Lorena abrió la puerta de su casa y quedó petrificada al ver a Cristian frente a ella. Puso los ojos en blanco.
—¿Qué quieres? —gruñó.
—Necesito hablar contigo —dijo el joven y después limpió su garganta—, ¿puedo pasar?
Lorena levantó una ceja al no poder creer lo que acaba de escuchar.
—¡Claro que no! —iba a cerrar la puerta, pero Cristian se lo impidió—, ¡oye!
—¡Deja de ser tan grosera! —Cristian empezó a forcejear con ella para que no cerrara la puerta.
—¡Que te vayas, no quiero verte!
—¡Lo siento, ¿sí?! —gritó Cristian—. ¡Perdón, sé que he sido un idiota contigo!
Lorena dejó de forcejear y quedó pasmada mientras veía fijamente a Cristian, ¿qué había acabado de escuchar?
—Discúlpame, no debí besarte frente a todos y… —la piel de Cristian se erizó al no poder sacar las palabras que quería decir, le parecía humillante— haberte tratado mal.
El joven sumergió sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras sentía su boca secarse por completo. Era la primera vez que pedía perdón a alguien por iniciativa, bueno, quien implantó la idea en su mente fue Laura.
—¿Te obligaron a venir? —preguntó Lorena.
—¿Qué? —Cristian procesó la pregunta—, ¡claro que no!
Lorena no podía dejar de mirar a Cristian como si se tratara de un bicho extraño.