—Vamos, necesito desocuparme temprano —pidió Lorena después de sacar un bufido.
La joven comenzó a caminar y mientras lo hacía su tobillo punzaba dolorosamente haciendo que dejara salir uno que otro rostro de dolor.
—No está bien —dijo el joven que aún sostenía la moto—. La debe ver un doctor.
—Ella es algo terca, pero llamaré al doctor, gracias por ayudarla, Robert.
Lorena volteó a ver hasta donde Camilo seguía hablando con aquel joven, parecían conocerse ya que hablaban abiertamente. El chico le dijo que vivía cerca de allí, así que, era bastante obvio el que se conocieran.
Después, Camilo se acercó a Lorena trayendo consigo la moto, la reparó de pies a cabeza y dejó salir un suspiro.
—¿Por qué siempre te suceden este tipo de cosas? —subió una ceja con desdén.
—Si no me sucedieran no sería Lorena.
—Pues sí, tienes razón.
Lorena quedó un tanto pensativa, después humedeció sus labios preparándose para preguntar.
—¿Quién es él? —preguntó—, ¿son amigos?
—No amigos, pero somos vecinos, lo conozco desde que era un niño. Solíamos jugar debajo de su cama, su madre creía que hacíamos cosas malas, pero en realidad nos quedábamos allí intentando atrapar al Cuco.
Lorena soltó una risotada al escuchar aquella historia, se sintió identificada, ella también hacía cosas así, pero en el patio de su casa.
Los jóvenes entraron a la casa y las horas pasaron rápidamente en las cuales Lorena se enfocó en ayudar a Camilo con los trabajos. El joven notó que la chica estaba un poco extraña, pero, a la vez vio que ella no quería hablar del tema.
—¿Dónde estabas? —preguntó Miguel entrando a una habitación.
Caminó por el cuarto y se tiró en la grande cama boca arriba, notó que no respondieron, así que rodó a su derecha y miró fijamente a su hermano mayor.
—Estoy aburrido —soltó.
Su hermano rodó a verlo, era el mismo chico que había ayudado a Lorena.
—¿Por qué no vas a molestar a tus amigos? —inquirió Robert.
—Camilo está en sus clases tontas y Cristian no sale de la piscina, parece pez —respondió Miguel.
—Yo también estoy ocupado, así que, por favor, sal de mi cuarto —pidió Robert con rostro serio.
—Ay, qué amargado eres —Miguel se levantó de la cama—. Cada vez que hablo contigo me pongo de mal humor.
—Entonces no hables conmigo —bufó Robert.
Miguel caminó hasta la entrada de la habitación y volteó a verlo, vio a su hermano mirando fijamente una cámara que tenía en sus manos.
—El sábado haré una fiesta, ¿vendrás?
—No lo sé —respondió Robert sin dejar de mirar su cámara.
—Bien.
Miguel soltó un suspiro antes de salir con rostro aburrido. Odiaba la actitud que tenía su hermano desde que volvió a casa, no lo vio por dos años y quería volver a tener aquella relación cercana que tenían, pero, entre más pasaba el tiempo, se daba cuenta de lo mucho que había cambiado.
Lorena llegó a su casa y caminó directo a su habitación donde tiró su bolso sobre la cama, después se sentó a un lado y llevó la mirada hasta su tobillo vendado, desplazó una mano hasta éste y recordó el momento en el que el doctor lo estaba vendando, Cristian había llegado a la casa de Camilo y la regañó por ser tan descuidada con su cuerpo.
—Lorena —dijo Cristian antes de que ella se bajara de su auto.
La joven volteó a verlo antes de bajar del vehículo.
—Para la fiesta del sábado, espero que te sigas viendo así de linda —Cristian desplegó una sonrisa mientras la veía.
—Tranquilo, no te haré pasar ninguna vergüenza por mi apariencia —soltó Lorena y abrió la puerta del auto.
Lorena dejó salir un suspiro y después se tiró de espaldas sobre la cama. Por más cosas que hiciera para que Cristian se fijara en ella, simplemente, no sucedía.
Días después:
Cristian se encontraba nadando en la piscina olímpica del instituto en su entrenamiento matutino junto con todo su grupo cuando Lorena entró un tanto insegura buscando con la mirada por todo el lugar.
Camilo al verla se extrañó y se acercó a ella mientras en su mano derecha llevaba una toalla.
—¡Bruja! —soltó mientras desplegaba una sonrisa.
Lorena le sonrió y después frunció el ceño mientras se acercaba a él.
—Deja de decirme así —pidió.
—Así te bauticé —dijo el joven—, ¿qué haces aquí?
—Cristian dijo que lo esperara.
—¿Para qué?
—No lo sé, eso mismo me pregunto.
Camilo volteó a ver hacia la piscina donde vio a Cristian saliendo del agua y se acercaba a ellos.