Novios por accidente

Capítulo 17: una noche un tanto peculiar

Los jóvenes entraron a la fiesta, la música allí estaba muy alta, tanto, que las paredes retumbaban y las luces parpadeaban haciendo que Laura sintiera un dolor de cabeza apoderarse de ella.

—¡Esto sí se llama una fiesta! —gritó emocionado Marc.

Lorena sintió que la jalaron de un brazo, era Cristian que la adentró en la fiesta hasta llegar a unos muebles donde se encontraban unos amigos de él.

—Miren, ella es Lorena, mi novia —presentó el joven.

Los jóvenes la repararon de pies a cabeza, algo que la hizo sentir muy incómoda. Era cierto, Cristian no se encontraba en sus cabales esa noche, seguramente llevaba horas bebiendo alcohol y había perdido la cabeza en el recorrido.

 

Marc se dirigió con Laura a una mesa donde encontraron un coctel el cual comenzaron a servir en unos vasos. Laura intentó beber un poco del suyo, pero estaba muy cargado de alcohol y esto la hizo hacer una mueca.

—¿Qué sucede? —preguntó Marc.

—Está demasiado fuerte —respondió la chica.

Marc soltó una carcajada.

—Esa es la idea, ¿qué pensabas?

Laura depositó su mirada en el vaso un tanto triste. La noche no era nada de lo que imaginó, se sentía muy incómoda y con ganas de correr a su casa.

—Vamos a bailar —convidó Marc emocionado.

—No, no sé bailar.

—¡Vamos, yo te enseño! —Marc le quitó el vaso de coctel de la mano, lo dejó sobre la mesa y después la llevó hasta la pista de baile.

Se adentraron un poco entre los muchos jóvenes que bailaban al ritmo de la música bastante movida y Marc intentó que la joven saliera de su cascarón para que comenzara a disfrutar de la noche.

Después de media hora, Camilo vio a lo lejos a Laura bailando alegremente junto a Marc. Decidió que ese era el momento adecuado para hablar con ella, aclarar de una vez por todas aquella situación que tanto le molestaba.

Se acercó a la joven y le pidió que la acompañara. Necesitaban un lugar tranquilo para hablar, así que la llevó a la parte trasera de la vivienda en la que encontraron una piscina iluminada por luces que cambiaban de color constantemente. Allí la música era bastante baja y se encontraban completamente solos.

—¿Qué sucede? —inquirió con timidez la joven.

—Eso mismo quiero saber, ¿qué sucede?

Camilo miró fijamente a Laura esperando una respuesta a su pregunta, pero, parecía que aquella tímida e insegura joven no tenía pensado hablar.

—Solo quiero saber si tendré una oportunidad contigo —dijo Camilo—, no debes ignorarme y mucho menos confundirme. Si no quieres nada conmigo, lo entenderé.

Laura inclinó la mirada y después de humedecer sus labios volvió a mirar a Camilo.

—Lo siento, pero esa carta no la escribí para ti —confesó Laura.

Aquellas palabras fueron como un puñal en el pecho de Camilo, pero intentó fingir que no le dolieron.

—Quería decírtelo, pero no sabía cómo hacerlo —explicó la joven.

Camilo comenzó a acentuar con su cabeza y después rodó la mirada hacia la piscina que se encontraba a su lado, después de inspirar profundamente, volteó a ver a la pequeña Laura.

—¿Para quién escribiste la carta?

Laura alzó sus hombros mientras plantaba sus ojos en sus pies.

—No puedo decirte, eso ya es pasado —replicó tímidamente.

—Entiendo —fue lo único que pudo decir Camilo.

Un gran silencio los invadió y Camilo entendió que era momento de marcharse. Así fue como con los ojos inundados de lágrimas y un nudo en la garganta se marchó lejos de Laura. Una gran impotencia lo estaba abrazando, él quería intentar tener una relación con Laura, realmente lo anhelaba, pero, aquello no fue suficiente como para convencerla.

Nunca creyó que su corazón iba a ser engañado por una carta, por unas palabras que iban dirigidas a otra persona. ¿Así de fácil se podía ilusionar a una persona para después hacerla sufrir?

Se dirigió hasta la cocina, abrió la nevera y sacó una cerveza que destapó rápidamente y empezó a beberla sin detenerse. Cuando bebió todo el interior de la cerveza llevó una mano hasta su boca, cerró con fuerza sus ojos e intentó calmarse.

Mientras, Laura seguía estática en medio del patio de la gran vivienda, solo observando sus pies cubiertos por los tacones plateados.  Se preguntaba si era una mala persona, si fue muy cruel con Camilo, pero también tenía claro algo; la verdad, aunque suele ser muy dolorosa, era mil veces mejor que una mentira.

Caminó lentamente por aquel patio, vio a lo lejos un pequeño quiosco completamente solo, se acercó a él y encontró una mesa redonda de madera rodeada por unos sillones de cuero, se sentó en uno de ellos y contempló la soledad con aquel rostro sonriente, ese que siempre la acompañaba.

 

Lorena intentaba que Cristian se calmara, estaba como loco bailando y embriagándose, si seguía en aquella tónica para antes de las dos de la madrugada no iba a recordar ni su nombre. Le quitó una botella de tequila de sus manos que intentaba vaciar de un solo tope.




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