Novios por accidente

Capítulo 18: la otra cara de la moneda

Marc trató de mantener la compostura, pero todo se fue al piso cuando pudo sentir su mano humedecerse entre el agarre de Miguel. “¿Qué es esto?” pensó.

Con algo de fuerza pudo soltarse del agarre de Miguel y así poder hacer espacio entre los dos, ya que Miguel había invadido su espacio personal.

—Piérdete, Miguel —le dijo mientras dejaba el vaso de coctel sobre la mesa.

Marc se marchó de allí y se dirigió a la pista de baile donde se adentró entre la multitud. Estando lejos de Miguel sintió que volvió a sus cabales, fue una sensación muy extraña cuando estuvieron tan cerca, era mejor no volver a hablar con él, no hasta que acabara la noche.

—¡Marc! —escuchó que lo llamaron.

Era la joven pelirroja con la que antes había hablado.

—¡Llegué, cariño! —soltó alegremente—, lo prometido es deuda.

El joven comenzó a bailar con la chica y así poco a poco dejó de pensar en Miguel, sin embargo, después de transcurrido alrededor de una hora, sintió que detrás suyo comenzaron a bailar, al darse media vuelta se encontró con la gran sorpresa de ver a Miguel muy cerca de él.

Por alguna razón, Marc no se apartó de Miguel y solo se limitó a bailar a su lado. Las manos de Miguel rodearon la cintura de Marc y lo atrajeron más hacia él, quedando así tan cerca que podían sentir sus respiraciones.

En cuestión de segundos sus labios se encontraron y comenzaron a besarse de manera muy apasionada, una adrenalina recorrió el cuerpo de Marc que lo obligaba a seguir besando a Miguel sin importarle nada.

 

Laura no se dio cuenta de cuándo se quedó dormida en aquel quiosco, pero sintió que la despertó unos sollozos a su lado. Levantó lentamente la cabeza y encontró a una joven rubia a su lado llorando con fuerza.

Eso hizo que Laura quedara en un momento bastante incómodo, ¿qué debía hacer si tenía a su lado a alguien llorando?

Estuvieron en silencio por varios minutos en los que Laura estuvo con su rostro apoyado en su mano derecha quedando así su codo firme sobre la superficie de la mesa. Apreciaba la hermosa piscina bastante pensante.

—Los hombres son unos completos idiotas —dijo la joven rubia rompiendo el silencio que había entre ellas.

—¿Por qué son unos idiotas?

—Porque creen que pueden pisotear a las mujeres —explicó la chica.

—A veces las mujeres también pisoteamos a los hombres —soltó Laura—, creo que la balanza está equilibrada.

La joven rubia limpió las lágrimas de sus mejillas, pero aun sentía el deseo de seguir llorando.

—¿Qué te sucedió? —preguntó Laura.

—Un idiota acabó de humillarme, lo abofeteé y lo empujé —lo último intentó decirlo con algo de orgullo.

—¿Y te sirvió maltratarlo?

Aquello hizo que la joven quedara pensante y una lágrima se escapara de uno de sus ojos.

—Se lo merecía, por idiota —bufó la joven.

Laura meneó su cabeza hacia los lados como si fuera el péndulo de un reloj antiguo y después rodó su mirada hacia la joven a su lado.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó.

—Sasha, ¿y tú?

—Laura —respondió.

—Laura, ¿cómo es eso que las mujeres también pisoteamos a los hombres?, ¿acaso tú lo hiciste? —Sasha apretó sus labios—, me quedé con esa duda.

—Sí, no hace mucho rechacé a un chico y me pareció que quería llorar.

—Eso sonó algo fuerte.

—Lo fue —Laura dejó salir un suspiro—, soy una persona muy mala.

—La vida es una mierda —soltó Sasha—. Yo estuve detrás de un estúpido por años creyendo que algún día se fijaría en mí y hace media hora me dijo que dejara de joderle la vida, que era la “perra” más intensa que había conocido.

La voz de Sasha volvió a quebrarse y llevó una mano temblorosa a su boca.

—Creo que ese estúpido merecía más que un bofetón, debiste patearle los huevos —dijo Laura, algo que pareció hacerle gracia a Sasha.

—En estos momentos cae bien embriagarse hasta perder la conciencia —soltó Sasha.

—Sí… quedaría perfecto —aceptó Laura.

—Oye, estamos en una fiesta, así que podemos hacerlo —se animó Sasha.

—¡Exacto! —Laura se levantó del sillón—, traeré algunas botellas, tú… —reparó su rostro magullado por tanto llorar— podrías quedarte aquí, ese estúpido debe seguir allá dentro.

—Vale, gracias —Sasha le regaló una sonrisa amable.

Laura se adentró a la vivienda en busca de varias botellas de licor, caminó hasta adentrarse a la fiesta donde encontró algunas mesas llenas de botellas vacías y muchos vasos desechables tirados alrededor de estas.

La joven dejó que su mirada recorriera toda la fiesta y ver algo se revolvieron sus sentimientos. Allí estaba Marc, besándose con un joven. Al ganarle la curiosidad, decidió acercarse más a ellos para poder ver más de cerca y distinguir al muchacho, pero esto solo le trajo un gran dolor para su corazón, se trataba de Miguel.




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