Novios por accidente

Capítulo 20: consecuencias

Se notaba que todos estaban conmocionados con lo que acababa de confesar Laura y el rostro pálido de Marc lo delataba. 

—¡Qué mierda! —soltó Miguel enfadado, volteó a ver a Laura—, ¡deja de decir mentiras!

—Cierto, Laura, con esas cosas no se juega —dijo Cristian con tono aburrido—. Dejen de gritar, por favor.

Marc tragó en seco y después relajó sus hombros entumecidos.

—Seguramente viste mal —intentó desplegar una sonrisa—. Sí me besé con un chico, pero obviamente no fue con ese idiota, ¿crees que caería tan bajo?

Lorena soltó una carcajada y puso una mano en el hombro de Marc (se encontraba a su izquierda).

—Obvio que no caerías tan bajo, Marc —Lorena volteó a ver a Miguel—. Eres demasiado para ese.

Miguel respingó las cejas y mostró una sonrisa retorcida.

—Si algún día dejo de ser heterosexual, créeme Lorena, nunca me fijaría en alguien como él. Es un privilegio que nunca podrá tener —soltó con aquel tono egocéntrico que lo caracterizaba.

—Ay, sí, sí, el señor inalcanzable —Lorena hizo un rostro de desagrado mientras intentaba remedar a Miguel—. Ya quisieras tú que Marc se fijara en ti.

—Claro, como digas —dijo Miguel para intentar hacer morir la conversación.

Miguel pasó una corta mirada por Marc quien lo veía fijamente, después intentó concentrarse en su comida, pero se le hacía imposible, sus ojos desobedientes solo querían mirar al joven frente a él que lo hacía morir de deseo. Aquel loco e irresistible deseo.

En aquel momento Marc se dio cuenta del gran error que había cometido. ¿Cómo se le ocurrió meterse con Miguel?, ¿en serio, con él? Y lo peor, Laura los había visto.

—Cristian, ¿mis padres te han llamado? —preguntó Lorena sonriente mientras veía a su amigo.

—No.

—¿Y tus padres han llamado?

—No.

—Humm… —musitó Lorena al darse cuenta que sería imposible hablar con él.

—El señor seriedad ha vuelto —informó Camilo a la joven.

—Eso veo —aceptó Lorena—, parece que todas las mañanas se levanta de mal humor.

—Sí, y saber que ayer hasta se le olvidó cómo nadar —chistó Camilo.

—¿En serio?

—Sí, intentó salvar a Laura que se ahogaba y terminó siendo él a quien tuvieron que rescatar.

Lorena soltó una gran carcajada y volteó a ver a Cristian.

—¿En serio? El capitán del equipo de natación necesitó que lo rescataran, al parecer, nada es imposible en esta vida —se burló Lorena.

—Aunque, tú no te quedas atrás —dijo de repente Robert—. Anoche le confesaste a Cristian que te gustaría ser su novia de verdad, estabas muy ebria.

—¡¿Ah?! —Lorena quedó paralizada.

—Ay, cállense —se quedó Cristian.

—Lo tengo grabado —soltó Camilo con risa maliciosa mientras veía a su amiga.

—¿Cómo que yo dije eso? —al parecer Lorena no lo podía creer.

—No sabía que ustedes eran novios —confesó Robert—, ¿cuánto llevan?

Lorena comenzó a negar como si fuera algo totalmente absurdo y Cristian solo la miraba en silencio. En aquel momento se dio cuenta que su mente tenía razón, Lorena solo dijo aquello en un momento de máxima ebriedad, jamás en sus cinco sentidos confesaría unos sentimientos como aquellos.

—Ella solo finge ser la novia frente a los padres de Cristian —explicó Camilo a Robert.

—Camilo —llamó Cristian, su amigo lo volteó a ver—, cállate.

Cristian se levantó de la mesa y se marchó del comedor, dejando a todos en silencio con mucha incomodidad por la situación.

—Sí que está de mal humor —soltó Lorena. 

 

Al terminarse el desayuno, los jóvenes salieron del comedor rumbo hacia la salida de la vivienda para así marcharse a sus casas.

—¿Qué le sucede a Laura? —preguntó Lorena a Marc mientras caminaban hacia el segundo piso.

—Debe ser por eso que dijo —respondió Marc.

—Ah… cierto, el malentendido. Pero, ¿cómo se le ocurre a ella pensar que tú te besaste con Miguel?

 

Robert se acercó a un sillón de cuero que estaba en la sala de estar y a su lado, en otro sillón, se sentó Miguel quien tenía un rostro un tanto estresado.

—Miguel —llamó su hermano—, ¿qué sucedió entre tú y ese chico Marc?

—Nada, ¿por qué?

—No me mientas, sabes que es imposible que lo hagas conmigo, ¿en verdad crees que te voy a creer esa tonta historia de la migraña?

Miguel se acomodó en el sillón.

—Pues, es cierto, si no lo crees, ese ya es tu problema —soltó Miguel.

—Miguel, no vuelvas a lo mismo. Recuerda que cada vez que mi padre se entera que estás tiendo esas locas aventuras con hombres se pone de los mil demonios, le prometiste a mi mamá que dejarías esa vida.




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