El reloj marcaba las cinco de la tarde, Lorena estaba cambiada con su pijama rosada acostada boca arriba viendo la pantalla de su celular. Para ese momento ya le había dado su número de WhatsApp a “R” (así le decía a aquella persona que estaba detrás de la pantalla).
Se enfrascó tanto en que R no se diera cuenta si era hombre o mujer que cambió la foto de su perfil de WhatsApp donde aparecía con Marc y Lorena.
“¿Qué haces?” le preguntó.
“Estoy tomando una taza de té verde” contestó R y envió una foto de su pocillo de té reposando elegantemente sobre una mesa oscura de madera.
Aquello le hizo pensar a Laura que, seguramente, estaba conociéndose con un hombre viejo que le gustaba devorar libros y tomar fotos de paisajes en su tiempo de ocio, aunque, también podría ser una señora de unos cincuenta años que encajaba en aquel perfil.
“No, me ha hablado mucho de tecnología y redes sociales, debe tener menos edad” pensó Laura.
“¿Y tú?” le preguntó R.
Laura, en un intento por estar a la altura de R, miró a todos lados con desespero. Todo su cuarto estaba desorganizado y con una taza de palomitas de maíz desparramadas por toda la cama.
Dio un salto de la cama y salió al balcón de su cuarto donde se topó con un hermoso atardecer coloreado con tonos rojos, salmones y amarillos que la obligaron a dejar salir un suspiro mientras desplegaba una sonrisa.
Laura le tomó una foto a aquel hermoso atardecer y se lo envió a R.
“¿No te parece hermoso?, creo que es lo más bello que he visto hoy” le escribió.
“Sí. Pareciera que la misma naturaleza a veces se da cuenta de nuestro dolor y nos da pequeños regalos. Es por esta misma razón que me gusta tomar fotos de paisajes, me inspiran paz” terminó de escribir Robert en su celular y tomó un poco de su taza de té.
El joven dejó salir un suspiro y volteó a ver el jardín trasero de su casa por el cual se colaba un hermoso atardecer que se parecía mucho al de la foto de “L”, así le puso a aquella persona misteriosa con la cual comenzaba a entablar una amistad.
Ver aquel atardecer le llamó mucho la atención y por esa misma razón salió al patio de su casa para contemplar el cielo.
Realmente era un hermoso atardecer el que había aquel día, estaba lleno de mucho silencio y la luz se volvía salmón y ese hermoso canto de los grillos lo llenaban de mucha calma.
“Realmente es una hermosa tarde. Tu foto me hizo salir al patio de mi casa para contemplar el cielo” le envió a L.
Laura desplegó una sonrisa al leer el mensaje de “R” y quedó por unos segundos contemplando el celular embobada.
Había algo en R que le llamaba la atención, no sabía si era su amabilidad o el sentimiento que impregnaba en sus mensajes. Era algo que nunca había logrado encontrar en las personas a su alrededor.
“Me inspira paz” escribió Laura, aunque, sorpresivamente, casi en el mismo segundo R envió lo mismo.
Después de terminar de hablar con L, Robert decidió salir con su cámara a dar un paseo por los alrededores de su casa. Había un parque que le gustaba mucho donde el sol pegaba de frente a esas horas de la tarde y creaba un buen ángulo para tomar fotos.
Lorena estaba saliendo de la casa de Cristian y vio de lejos a Robert en el parque. Ella decidió acercarse al joven no para tener una conversación con él, no, en realidad lo hizo porque le llamó mucho la atención su cámara.
—Hola —saludó estando cerca del joven. Lorena puso sus manos detrás de su espalda y desplegó una enorme sonrisa.
Robert alejó sus ojos de la cámara y alzó su mirada a la joven que estaba de pie a su derecha. Robert sonrió amablemente y se reincorporó, ya que estaba agachado tomándole una foto a la larga calle un tanto empinada que tenía aquel puente de sol.
—Hola Lorena, ¿qué haces por aquí? —preguntó.
—Estaba en la casa de Cristian, ¿vives cerca de aquí?
—Sí, a una cuadra.
—Ah… sí, Camilo vive cerca de aquí —soltó Lorena mientras acentuaba con su cabeza.
—Parece que eres muy cercana a Cristian.
—Recuerda que finjo ser su novia —dijo ella con tono un tanto obvio.
—Cierto. Es algo muy extraño.
—Sí, todos dicen eso. Pero es bueno, me da dinero y yo solo debo soportar su pésimo humor, aparte que tengo muchos más beneficios.
—Parece que es un buen negocio.
—Sí, muy bueno —Lorena soltó una carcajada—. ¿Le tomas fotos al atardecer?
—Sí, hoy es una muy buena tarde.
—Es muy hermoso el atardecer, inspira mucha paz —soltó la joven mientras veía fijamente la larga calle.
Robert la vio con mucha curiosidad, le inquietó escuchar aquellas últimas palabras. Por su mente pasó el vago recuerdo de lo último que habló con L quien había dicho lo mismo. “No, debe ser una casualidad” pensó el joven intentando encontrar un poco de alivio a sus pensamientos que querían atormentarlo.