—Laura, no me gustaría que nuestra amistad se diera en medio de mentiras —explicó Marc—. Por esa misma razón me siento en la necesidad de contarte lo que sucedió en la fiesta con Miguel.
Laura retuvo la respiración al darse cuenta el rumbo que tomaba la conversación que estaba teniendo con Marc.
—Yo sí me besé con Miguel, entre los dos sí pasó algo esa noche —confesó el joven—. No te lo había contado porque no quiero perder tu amistad, aunque, si por esto dejaremos de ser amigos, lo entenderé perfectamente.
Laura llevó una mano a su pecho e inclinó un poco la mirada.
—Pero… tú sabías bien cuáles son mis sentimientos, ¿por qué me hiciste esto? —preguntó la joven.
—Los dos estábamos ebrios, no pensé en las consecuencias de las cosas.
—Marc… —Laura no sabía qué decir.
—Por favor, no se lo cuentes a nadie, ni si quiera a Lorena —pidió Marc.
Laura entreabrió sus labios y después los humedeció, aunque, no sabía qué decir y mucho menos cómo reaccionar.
—Lo siento, yo… no debí traicionarte de esa manera —se disculpó Marc.
Lorena metió un dedo en su nariz.
—Sal, desgraciado —dijo para sí.
—¡Lorena! —regañó su madre—, ¿qué tal que llegue Cristian en este momento y te encuentre haciendo eso?
—¿Y? Él seguramente también se saca los mocos —respondió Lorena.
—Tú nunca te vas a corregir, ¡Dios mío! —gruñó la mujer mientras se marchaba.
Lorena se acomodó en la silla que había en el patio de su casa, y, mientras masajeaba el interior de su nariz, observaba a su padre asar la carne en la parrilla. Aquel delicioso olor tenía su boca hecha agua. “Que ni piensen que tendré educación mientras como, hoy tragaré como cerda…” pensó la joven.
Cristian había entrado al patio de la casa acompañado por la señora Camila (la madre de Lorena) y Marcela (la hermana mayor de la joven) y se encontraron a Lorena con su ardua búsqueda del moco en su nariz.
Marcela llevó una mano a su rostro por la gran vergüenza que estaba pasando. “¿Cómo se fijó este chico en Lorena?” pensó la joven.
Cristian sintió que su ilusión cayó al piso cuando vio a Lorena encorvada, con un dedo en la nariz sacando cuanto moco se cruzaba, su cabello recogido en forma de globo y con un pijama puesto como si no le importara nada. No era la misma joven que vio en el centro comercial muy bien arreglada que le reía y le daba cariñitos mientras comían helado. ¡¿A dónde se había ido aquella hermosa joven?!
Lorena volteó a ver hacia la entrada de la vivienda y encontró a aquellas tres personas mirándola fijamente.
La joven bajó lentamente la mano y tragó en seco “mierda” pensó. Sabía que se ganaría un sermón de su madre.
La chica se acomodó en la silla con la espalda recta y pasó una mano por su cabello mientras sentía una gota de sudor correr por su frente. Después, al ver los ojos grandes de su madre, supo que debía ir a recibir a su supuesto novio.
Lorena se levantó de la silla y caminó hasta donde se encontraba Cristian.
—Hola, ¿cómo estás? —saludó e intentó desplegar una sonrisa.
—Bien, afortunadamente —los ojos de Cristian se posicionaron en la nariz de la muchacha donde guindaba un moco—. Tienes ahí un…
Lorena, bastante avergonzada, pasó rápidamente una mano por su nariz, haciendo que el moco se pegara en su piel, después, trató de limpiarlo con su camisa (algo que no se vio para nada bien).
—Cristian, ven, ponte cómodo —sugirió la madre de la joven al ver la incómoda situación que había allí.
Cristian se alejó de Lorena acompañado por su madre y hermana mayor. El señor Vides al ver al joven se acercó a él y lo saludó alegremente.
Todos en la casa estaban bien arreglados y Cristian se vistió adecuadamente para la ocasión, algo que hizo a Lorena sentirse inferior.
—Ve a cambiarte —gruñó su hermana Flor a su lado—, ¿cómo se te ocurre presentarte así frente a tu novio?, ¿estás loca?
Lorena llevó una mano a su pecho e inclinó la mirada. Debía aceptarlo, su hermana por primera vez tenía razón en algo, ella se vio muy mal parada cuando llegó Cristian.
Lorena subió a su habitación y se dio un baño (no se había bañado en todo el día), después, buscó en su closet un vestido blanco con flores rosadas estilo campana que le llegaba encima de las rodillas, recogió su cabello en una coleta, se puso unas sandalias bajas color marrón oscuro y aplicó un poco de polvo en su rostro, un labial rosa ¡y listo! Lorena ahora se veía como una chica decente y delicada.
Mientras se observaba en el espejo recordaba lo que Cristian le decía desde que se conocieron “tu problema es falta de arreglo”. Él siempre le decía que ella cuando se esmeraba por verse bien sacaba a relucir su belleza, y, aunque no quisiera darle la razón, era cierto.
Bajó hasta el patio donde sus dos hermanas terminaban de poner unos platos sobre una mesa de madera oscura. Cristian estaba ayudando acomodando unos vasos de vidrio sobre esta y al darse cuenta de la presencia de la joven, la observó fijamente.