Lorena pasó una mano por su ceja izquierda que no dejaba de arderle. Después llevó otra mano a su costilla derecha, tenía un dolor insoportable que desde hace media hora la estaba torturando.
La joven al ver que su madre entró a la heladería acompañada de su hermana Marcela se dio cuenta que no se saldría muy fácil de aquel problema.
Un policía estaba tomando el testimonio de una empleada del lugar y Robert estaba al lado de la mujer tratando de explicarle con más detalle lo que sucedió, aunque, se le hacía imposible aquella misión.
En una silla frente a una mesa estaba Sasha tratando de arreglar su desmarañado cabello mientras su madre a su lado le daba un sermón.
A Laura la habían llevado a una clínica y Lorena no supo más de ella. La pobre ahora no sabía cómo explicarle a su madre la situación, de hecho, estaba pensando cuánto le costaría su funeral.
A Marc fue el único que al parecer salió bien librado, su padre llegó a recogerlo y no le dijo nada. Solo se marcharon en silencio.
La señora Camila y Marcela se acercaron al policía y comenzaron a hablar algo con él que Lorena no pudo escuchar. En repetidas ocasiones vio a su madre voltear a verla y se horrorizó cuando vio que la mujer comenzó a negar con la cabeza, mientras que, Marcela movía las manos y explicaba algunas cosas.
Minutos más tarde, Lorena iba en los asientos de pasajeros en completo silencio escuchando los sermones de su familia.
Aquel fue uno de los muchos momentos en los que Lorena quiso tener alas para salir volando a un lugar muy lejano donde pudiera encontrar paz, aunque, al voltear a mirar a su alrededor, volvía a la realidad.
Al llegar a su casa, hubo una reunión en la que todos la estaban atacando. Ella solo sabía mirarlos en silencio, fingía que les prestaba atención, pero, en realidad su mente estaba perdida en el cosmos. Hasta una mosca era más interesante que las palabras de su familia.
Después, Lorena se encerró a su habitación y se acostó en su cama. Lentamente las lágrimas comenzaron a emerger de sus ojos volviéndose cada vez más fuerte su llanto silencioso.
Marc se encontraba en su habitación viendo un tutorial de maquillaje que intentaba seguir. Sus padres lo hicieron quedarse encerrado toda la tarde allí, aunque, para él no era un problema; deseaba permanecer concentrado en el tutorial para aprender más de maquillaje.
En aquel momento recibió un mensaje de Miguel. Al ver que el joven estaba empecinado en molestarlo, puso sus ojos en blancos y decidió concentrarse en aplicar el rubor en sus pómulos.
Se sorprendió cuando escuchó la llamada entrar a su celular. Contestó con bastante fastidio.
—¿Qué quieres? —gruñó.
—Oye, tranquilo, ¿por qué tan enojado? —calmó Miguel con tono suave.
—Estoy ocupado, hablamos otro día —cortó Marc.
—Espera, espera —pidió Miguel.
—¡Ay, ¿qué?!
—Quiero verte —confesó Miguel con una voz bastante seductora y ronca—. No he dejado de pensar en ti, te tengo muchas ganas.
Miguel tragó en seco y respiró profundo.
—Deja tus tonterías, en serio, estoy muy ocupado ahora —replicó Marc.
—¿Me negarás que tú también tienes ganas de estar conmigo?, ¿me negarás que no te encanta cuando beso tu cuello y acaricio tus piernas?
Marc hizo silencio al sentir su corazón palpitar con fuerza y después humedeció sus labios.
—Estoy castigado, no puedo salir —informó.
—¿Por qué te castigaron?
—No necesito contarte sobre mi vida privada, ese es el trato, ¿no?
—Bien, perfecto —aceptó Miguel—. Entonces, ¿no puedes venir a mi casa? Estoy solo.
—No, me tienen encerrado en mi cuarto.
—Pero yo puedo llegar a tu habitación y ahí podemos hacerlo.
—Sí, claro —soltó Marc con sarcasmo.
—Bien, estaré allí en diez minutos —informó el joven antes de colgar.
Marc alejó asustado el celular de su oreja y abrió su boca de la impresión. ¿Miguel era tan loco como para llegar a su casa a esas horas de la noche?
“Miguel, no vengas, no seas loco” le escribió. Aunque, con el pasar de los minutos notó que el joven no lo leyó.
La desesperación empezó a apoderarse de él. Rodó la mirada por la habitación y después comenzó a recoger cosas que había dejado tiradas en el piso.
Se acercó al espejo y reparó su rostro, afortunadamente se veía bien y esto le ayudaba con sus nervios.
Se sobresaltó cuando comenzó a escuchar la ventana ser golpeada con unas pequeñas piedrecitas.
Rápidamente se acercó a la ventana y vio a Miguel bastante sonriente saludarle. Marc, sin poder creer lo que estaba viendo, llevó una mano a su boca y después corrió a revisar si su familia ya estaba dormida.
Bajó las escaleras del segundo piso al notar la gran oscuridad que abarcaba el lugar. Ya todos en la casa dormían y esto le dio la oportunidad de abrir la puerta principal para así dejar entrar a Miguel.