Las manos de Cristian comenzaron a jugar entre sí mientras veía a la señora Camila.
—Por favor, déjeme hablar con Lorena, estoy muy preocupado por su estado. ¿Por qué pelearía con alguien? No entiendo. Necesito saber si está teniendo problemas —suplicó el joven.
La señora Camila se cruzó de brazos y parecía que no tenía intenciones de cambiar de parecer.
—Lorena es así, rebelde y descabezada, a ella no le importa nada —exclamó la mujer—. Era raro que no se estuviera metiendo en problemas y anduviera de pelea en pelea.
—No, Lorena no es así —replicó Cristian—. Ella no pelearía con alguien si esa persona no la está atacando, algo debió pasar y necesito saber qué es. Cuando la llamé estaba llorando y me tiene muy preocupado eso.
La madre de Lorena se notó que quedó bastante pensativa por lo que acababa de decir el “novio” de su hija.
—Ella está teniendo un problema, señora Camila, usted más que nadie debería conocer a su hija, qué problemas tiene y qué personas la molestan —dijo Cristian.
—El problema que hay es que por ella debimos pagar los daños que causó en la heladería —replicó la señora Camila.
—¿Eso es más importante que su hija? —cuestionó Cristian.
La señora Camila llevó su dedo anular derecho hasta su entrecejo mientras cerraba los ojos.
—No te darás por vencido hasta que veas a Lorena, ¿cierto?
—Así es —respondió Cristian con mucha convicción.
La mujer dejó salir un suspiro y bajó su mano de su rostro y lo vio fijamente.
—Ya la llamo para que hablen —informó—. Y… ¿después me podrías decir qué fue lo que le sucedió?
—Claro —soltó Cristian sonriente.
—Lorena está ganada con el novio que consiguió —dijo la mujer después de soltar un suspiro.
Lorena estaba hecha bolita en su cama con los ojos hinchados en medio de la oscuridad de su cuarto. En aquel momento su ser estaba desparramado por la habitación sin intención de volver a ser aquella chica alegre y extrovertida, solo era la triste e insegura Lorena.
Su madre abrió la puerta de su habitación y encendió la luz. La señora Camila se sorprendió cuando vio a su hija con los ojos hinchados pidiéndole que la dejara sola a gritos.
—¡Qué cara tan fea! —soltó la señora.
—¡Que me dejes sola! —gritó Lorena.
—Cristian llegó y quiere verte. Arréglate y baja a recibirlo —informó la mujer.
—Dile que se vaya, no quiero verlo —Lorena se acomodó en su cama y sumergió su rostro en sus almohadas.
—Deja de ser grosera, Cristian está muy preocupado porque lloraste mientras él te llamaba —explicó su mamá—. Además, está decidido en hablar contigo; intenté explicarle que estás castigada, pero él me echó todo un sermón y hasta me hizo sentir mala madre —se cruzó de brazos—, baja o hago que suba y te vea con esas fachas de vampiro.
Lorena, empedernida en su mal humor, se arropó con sus sábanas de pies a cabeza, algo que molestó en gran manera a su madre.
—Grosera —gruñó la señora Camila.
Lorena no supo nada por unos minutos, solo escuchó el sonido de la puerta ser azotada cuando su madre salió del cuarto.
Ella pensó que ya todo había acabado, que su mamá le explicaría a Cristian la situación y podría seguir llorando en la soledad de su cuarto. Sin embargo, sintió que abrieron la puerta de la habitación y eso la enojó mucho.
Decidió hacerse la dormida para que su madre dejara de molestarla, pero sintió que se sentaron a un lado de la cama.
—Lorena —escuchó que la llamaron.
¡Era Cristian, estaba en su habitación! Era lo único que le faltaba. Cerró con más fuerza sus ojos y quedó totalmente inmóvil.
Cristian trató de quitarle de encima las sábanas, pero ella no dejaba.
—¡¿Desde cuándo las dormidas aprietan tan fuerte las sábanas?! —exclamó Cristian y jaló con más fuerzas.
De esta manera Lorena quedó totalmente al descubierto y, como la luz de la habitación estaba encendida, pudo ver con nitidez a la chica.
—¡Ay!, ¡qué te sucedió en el rostro! —soltó Cristian sorprendido y con ganas de burlarse.
—¡Lárgate! —gritó la joven con enojo.
—Tranquila, yo solo vine porque estaba preocupado —explicó Cristian.
Lorena se sentó en la cama y trató de arreglar con una mano su cabello desmarañado. Cristian trataba de no mirar el moretón que tenía la chica en su ceja izquierda, pero sus ojos eran demasiado necios.
—¿Qué te sucedió? —preguntó Cristian.
—Pelee con Sasha en la heladería —explicó la joven.
Cristian abrió sus ojos en gran manera e intentó aguantar la impresión y una gran carcajada ya que el momento no ameritaba ese tipo de emoción.
—¿Y cómo terminaste peleando con ella? —inquirió.