Novios por accidente

Capítulo 31: Ilógico

Las clases comenzaron como cualquier día, solo con la excepción de que varias personitas en aquel lugar tenían historias que querían correr a contarse cuando se les diera la oportunidad.

Estaban en medio de un examen y Cristian se encontraba estresado al ver que no tenía ni la más mínima idea de qué responder. Lentamente volteó a ver a Camilo que estaba muy concentrado respondiendo.

Se sorprendió al ver que Camilo se levantó de su puesto y caminó hasta el escritorio del profesor y le pasó al maestro su examen.

Cristian quedó perplejo, ¿tan rápido respondió todas las respuestas? Bajó a ver su examen y vio que todo estaba en blanco. Y ni esperanza de poder escribir algo que no fueran estupideces.

“Escriba cuáles son los ciclos de la célula eucariota” leyó. Cristian llevó una mano a sus labios y después quiso reírse, ¿qué rayos era eso?

“¡Ah… ya me acordé! Era esa que tenía varias fases, ¿cuáles eran?” pensó Cristian y sintió que su mente viajó lejos y terminó pensando en la risa extraña que tenía la hermana mayor de Lorena, “uy, esa risa parece de un perro con asma” pensó Cristian.

Al finalizarse la clase, el profesor recogió los exámenes y al quitarle el de Cristian, volteó a mirarlo.

—Cristian, ¿qué es esto? —le preguntó.

El joven intento contener una risa, pero le fue imposible.

—¿Le parece muy gracioso el tener la peor nota de toda la clase? —inquirió el profesor bastante enojado.

—No, señor —intentó tornar su rostro serio.

—Si sigue así no podrá graduarse —advirtió el maestro y después sonó el timbre que anunciaba el primer receso.

Lorena veía de lejos a Cristian, quería hablarle, pero el solo recordar aquel beso, le revolvía todos sus adentros.

—Creía que Cristian era buen estudiante —dijo Marc al lado de la joven.

—Lo era, bueno, hace años atrás —respondió Lorena.

—¿Y cómo lo sabes?

—Camilo me lo contó. Dijo que ellos dos estudiaban juntos, pero después a Cristian lo atrapó las fiestas y… bueno, se convirtió en lo que ves ahora —explicó Lorena.

—Deberías ayudarlo, tú eres todo un cerebrito —sugirió Marc.

—Si él no me lo pide, no lo haré —soltó Lorena mientras recogía sus cosas.

La joven iba a salir de clases, pero sintió que la tomaron de un brazo. Rápidamente volteó a ver y se encontró con Cristian que la veía fijamente.

—¿Recuerdas lo que me dijiste anoche? —inquirió.

Lorena volteó a ver hacia todas partes y después depositó su mirada en él.

—No, hablamos muchas cosas —respondió.

—Eso de graduarme con honores y todo ese rollo —recordó Cristian.

—Ah… Sí, ¿Qué sucede con eso?

—Bueno, este… He visto que a Camilo le ha ido más que bien en clases y pues, —Cristian acercó su rostro más a Lorena— necesito que me ayudes —susurró como si le apenara bastante decirlo en voz alta.

Marc estaba a su lado y mostró una enorme sonrisa.

—Bueno, antes dijiste que lo ayudarías si él te lo pedía —le dijo a Lorena.

—¡Perfecto! —soltó Cristian—, ya te lo dije.

Lorena volteó a ver a Marc y lo fulminó con la mirada.

—Tú lo dijiste —se excusó el joven.

—Bien, ¿cuándo comenzamos? —preguntó Cristian.

Lorena volteó a ver al joven.

—Bueno, el problema es que en las tardes ayudo a Camilo con las clases —explicó.

—Yo puedo ir a la casa de Camilo, no hay ningún problema —dijo Cristian.

Aquello le pareció un gran problema a Lorena, no quería ayudar a Cristian, pero, ¿cómo le podía decir que no?

—Bien… —aceptó Lorena e intentó desplegar una sonrisa.

 

Laura abrió su casillero y vio que del interior se cayó un sobre. Rápidamente lo recogió y quedó extrañada al notar que se trataba de una carta.

Dejó sus libros dentro del casillero y abrió el sobre para sacar el papel.

“Querida Laura.

Espero que al recibir esta carta te encuentres bien de salud.

Quiero confesarte algo que me ha estado atormentando por mucho tiempo. Verás, desde que hablamos por última vez no he dejado de pensar en ti. No soporto verte de lejos y recordar que no puedo hablarte; debo admitir que en estas semanas he tratado de superar lo que siento por ti, pero se me hace imposible.

Soy consciente de que aquella carta no era para mí, pero me enamoró. Tal vez sea tonto decir que adquirí sentimientos por alguien solo por una simple carta, pero, para mí fue más que eso.

Amo cuando sonríes, hablas y estoy fascinado de esos lentes grandes que siempre llevas contigo.

Me encanta tu inteligencia, lo madura que eres al momento de abordar un tema. Podría hasta pasar días enteros escuchándote explicar hasta el tema más tonto.




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