Lorena mordió su labio inferior y volvió a mirar a Cristian.
—Creo que sí, y el pantalón que traigo ahora es blanco —informó la joven.
Cristian bajó su mirada hasta poder ver las piernas de Lorena y se dio cuenta que era como contaba la chica.
—Pero, si sabes que estás en tus días, ¿para qué te pones ese tipo de color? —regañó.
—No, yo no lo tenía, me llegó ahora mismo.
—¿Y cómo harás?
—No lo sé —Lorena comenzó a comerse las uñas de su mano derecha.
Cristian comenzó a quitarse la chaqueta que traía puesta y se la pasó a la joven.
—Amárratela alrededor de la cintura —explicó.
Lorena reparó la chaqueta mientras se ruborizaba y después alejó un poco su espalda del espaldar de la silla para así tener más espacio para amarrar la chaqueta a su cintura.
Cristian se levantó y tomó sus libros.
—Vamos a tu casa, te llevo —ordenó sonriente.
Lorena, estando bastante tímida, se levantó de la silla y acomodó más la chaqueta para así poder tener más confianza.
—Tranquila, no se nota nada —tranquilizó el joven mientras rodeaba la espalda de la joven con unos de sus brazos.
Los jóvenes comenzaron a caminar y mientras lo hacían, Cristian chistaba sobre algunas cosas, haciendo así que Lorena se relajara.
Camilo terminó de acomodar unos regalos en la habitación de Laura con ayuda de la señora Margarita y Marc.
—¿Por qué se demorará Lorena en llegar? Dijo que nos ayudaría —soltó Marc molesto.
—Debe estar con Cristian, esos se han vuelto inseparables —dijo Camilo.
—Pero si son novios, es de esperarse que quieran estar juntos. Se supone que Cristian se irá a estudiar a otro país, ¿no? —explico la señora Margarita.
—Sí, cuando nos graduemos se mudará a Inglaterra —respondió Camilo.
—¡Qué bien por él! —soltó la señora Margarita—, él es un muy buen muchacho, Lorena está ganada con él.
—Pero yo también soy un muy buen partido —chistó Camilo.
—¡Ay, claro que sí! —la señora Margarita soltó una carcajada—. Mi hija también está ganada con el novio que tiene.
—Señora Margarita, por ahí me contó un pajarito que usted tiene novio —dijo Marc comenzándose a emocionar— y hay planes de boda.
En aquel momento entró Sasha a la habitación con un oso gigante en sus brazos y escuchó lo último y caminó a paso afanado con ganas de hacer un gran interrogatorio.
—¡¿En serio?! —soltó Sasha y abrió la boca de la impresión.
La señora Margarita comenzó a ruborizarse.
—Ay, te han exagerado el chisme, todavía no hay planes de boca —explicó.
—Pero, entonces sí es cierto lo del novio —dijo Marc.
—Sí, llevamos seis meses de novios —respondió la señora Margarita.
—¡Ay!, ¡qué bueno! ¡Ya era hora, señora Margarita! —felicitó Sasha—. Usted está bastante joven, tiene derecho a volver a hacer su vida con una pareja.
—¿Y Laura está contenta con la idea de tener padrastro? —preguntó Camilo.
—¡Sí, si ella fue la que me contó la idea! —soltó Marc emocionado, y en vista de que todos escucharon, llevó una mano a su boca.
—¿Era un secreto? —preguntó Sasha con tono de burla.
—Ay, señora Margarita, no le vaya a decir nada a Laura. Es que ella sospechaba que usted tenía algún amorío por allí e imaginó que era el empresario ese que usted una vez le presentó —pidió Marc.
La señora Margarita dejó salir un suspiro y se cruzó de brazos.
—Marc, eres muy malo guardando secretos —dijo la señora Margarita y después soltó una pequeña risita.
Laura repetía una y otra vez el audio que R le había enviado. Estaba totalmente segura que esa voz ya la había escuchado antes, pero, ¿dónde?
Comenzó a revisar las muchas fotos que en todos esos meses se habían enviado. Ya estaba segura que vivían en la misma ciudad, pero con ese tonto trato de nunca mostrar sus rostros sentía que se iba a volver loca de la intriga.
“Por favor, solo debes enviar una foto de ti y ya, ¿no crees que ya tenemos demasiado tiempo de hablar? Deberíamos avanzar” envió.
Se acomodó en la silla y se tomó una foto con el celular, después le dio enviar. Respiró profundo para intentar calmarse.
“Esa soy yo, por favor, envía una tuya” escribió.
Laura en vista de que R la dejó en visto, sintió que su sangre comenzó a hervir.
“¿Qué es lo que te sucede? Si tanto dices que te encanta hablar conmigo y todo ese discurso, ¿qué te cuesta vernos en persona? O por lo menos envía una foto tuya, no criticaré en ningún momento” envió.
La mandíbula de Laura comenzó a temblar y después rodó la mirada por la oficina en la que estaba esperando al que sería su futuro padrastro.