Laura tragó en seco e inclinó su mirada mientras dejaba salir un suspiro. Tenía un gran nudo en la garganta que la estaba torturando.
Era muy triste el hecho de saber que Robert tuviera tan mal concepto de ella, ¿será que no sabía que ella era L? Detestaba la sola idea de que Robert la odiara, no quería que su relación terminara de esa manera.
Robert salió de la sala dejando a todos con un mal sabor de boca por lo que había pasado.
Lorena se levantó del mueble y fue detrás de Robert. Ellos eran buenos amigos, así que trataría de ayudarlo a arreglar el problema.
Al salir de la vivienda bajó rápidamente unos escalones que había en la terraza y corrió al ver que el joven se dirigía a su auto.
—¡Robert, espera! —gritó Lorena y estiró sus brazos para tomarlo de un brazo y poder detenerlo.
Robert puso los ojos en blancos y volteó a ver a Lorena.
—Lorena, no quiero hablar con nadie en este momento —informó.
—Espera, espera —Lorena trató de calmar su respiración—. No quiero darte un sermón ni nada por el estilo, solo… —tomó aire— quiero saber ¿por qué te comportas así?
—¿Así cómo? —Robert hizo mala cara.
—Así… De esta forma. Te desconozco, cada vez que se toca el tema de Laura, actúas raro.
—¡Claro que no! —replicó Robert.
—¡Claro que sí!
Robert llevó una mano a su nuca y su rostro demostraba lo estresado que se encontraba:
—Mira, Lorena —decidió sincerarse—, en este momento no tengo mente para nada. Estoy enojado, estresado y en realidad no quiero hablar con nadie. No quiero ser grosero contigo y por lo mismo deseo ir a mi casa, darme una ducha y relajarme.
Lorena llevó una mano a su pecho y tragó en seco para después acentuar con su cabeza.
—Bueno, entiendo —aceptó.
Robert entró a su auto y se marchó.
Lorena quedó más que sorprendida al ver por primera vez a su amigo Robert salirse tanto de sus casillas. En aquel momento entendió que cada persona es una caja de sorpresas, nunca sabrás qué podrás encontrar en ellas y mucho menos en las que crees conocer a fondo.
Robert llegó a su casa y se encaminó hasta su cuarto de estudio donde, por lo general, siempre lograba tranquilizarse. Se acercó a su mesa de escritorio que estaba llena de fotos de paisajes y dejó reposar sus manos sobre ellas.
Respiró profundamente y cerró sus ojos, pero al momento de hacerlo, llegó la imagen de Laura bastante triste inclinando la mirada.
Aquello hizo que la copa dentro de él se rebosara y no soportara más aquel peso gigante que cargó por muchos años.
Dejó salir un fuerte grito y barrió la superficie de la mesa con sus manos. Las fotos comenzaron a volar por los aires para después caer sobre el piso de madera oscura.
Estaba cansado de fingir ser alguien que no era, ignorar sus sentimientos solo por beneficios de otros y encerrar su ser sin tener derecho a nada.
Cuando quiso reaccionar, todo su cuarto de estudio estaba hecho un gran desastre y él, reducido a un rincón observando la pared de cristal que daba al jardín de la casa.
Trataba de recordar en qué momento su vida se descontroló de esa manera, en qué momento Laura entró a su vida y se volvió en el tormento del cual se había encariñado tanto. ¿Qué debía hacer? ¿Seguir con aquella farsa de no mostrar su rostro y simplemente conversar con ella por mensajes?, ¿o debía confesarle la verdad y ver cómo Laura lo tomaba?
Hay veces que nuestra felicidad está por encima de la felicidad de otros, y debemos decidir si pisarlos o dejar que ellos nos aplasten.
Lorena estaba sentada en frente de una mesa observando el líquido cristalino que había dentro de él. No podía dejar de pensar en lo que había pasado esa tarde en la sala, ¿qué le sucedía a Robert?, por más que meditaba sobre ello, no lograba hallar la respuesta.
Cristian se acercó a Lorena y rodeó su cuello con sus brazos.
—¿Qué tienes? —le preguntó de manera muy cariñosa.
Lorena dejó salir un suspiro y después tomó el vaso con agua para así levantarse y llevarlo a la cocina.
Aquello Cristian lo tomó como un acto de fastidio de Lorena para con él, algo que sin duda alguna lo enojó.
El joven decidió seguirla para así saber la razón por la cual la chica se comportaba de esa manera.
—Lorena, ¿qué es lo que te sucede? —insistió.
—Nada, Cristian, son cosas tontas —respondió la joven mientras dejaba el vaso de vidrio sobre el largo mesón de la cocina.
—Si son cosas tontas, entonces, ¿por qué te comportas así conmigo? —indagó.
Lorena comenzó a estresarse, ahí iba Cristian otra vez, esto realmente le estaba cansando.
—Cristian, no volvamos al mismo tema otra vez, por favor —pidió la joven.
—¿Otra vez? —inquirió Cristian—. Parece que realmente te fastidio, dime si no quieres estar conmigo y ya, resolvemos el tema de raíz, ¿no crees?