Miguel retuvo la respiración por unos segundos y después se acercó a Lorena, se agachó frente a ella y trató de indagar lo que le había sucedido.
—¿Qué te pasó?, ¿por qué estás llorando?
Lorena cubrió su rostro con sus manos y trató de calmar su llanto, pero se le hacía imposible.
—Lorena, ¿quieres que llame a tus amigas para que hablen contigo? —Miguel sabía que la joven no le soltaría ni una sola palabra, por eso intentaba ser lo más inteligente posible.
Lorena se reincorporó y comenzó a negar con la cabeza.
—No, por favor, no quiero que nadie me vea llorando —pidió.
—Bueno, si es así… —Miguel intentó pensar rápidamente— vamos al patio, ahí nadie te verá llorar. Pero trata de calmarte o sospecharán.
Lorena limpió las lágrimas de sus mejillas mientras caminaban rumbo al patio de la vivienda. Allí el aire fresco y la hermosa tarde la tranquilizó un poco.
Los jóvenes se sentaron en unos sillones tejidos con paja y Lorena contempló unas rosas rojas frente a ella mientras dejaba salir sus lágrimas en silencio.
—¿Podría preguntar… qué fue lo que sucedió? —inquirió Miguel.
Lorena lo pensó dos veces antes de responder, sabía que Miguel no era la mejor persona para hablar de esos temas, de hecho, las únicas conversaciones que tuvieron fueron demasiado desagradables.
—¿Por qué me habías pedido que rechazara a Cristian? —preguntó.
Miguel quedó confundido con aquella pregunta, aunque, decidió responder.
—Tenía una apuesta con Cristian, él debía enamorarte y después hacer que le enviaras unas fotos desnudas que después me debía mandar —respondió.
Aquello revolvió el interior de Lorena, comenzaba a arrepentirse por estar llorando por Cristian.
—Pero, eso fue hace mucho tiempo, Cristian nunca me envió nada, nunca sería capaz de hacer algo así. Fueron cosas demasiado idiotas, no tiene ni sentido pensar en eso. Estoy seguro que si ahora le recordara a Cristian esa estúpida apuesta, él me daría un puño en la cara —aclaró Miguel para no formar un problema.
—Ustedes y sus estúpidas ideas —soltó Lorena un tanto molesta.
—Sí, fue algo demasiado idiota. Yo solo quería molestar a Cristian, —miró fijamente a Lorena— lo siento, nunca tuve que pedirle algo así a Cristian.
—Bueno, afortunadamente, Cristian no fue capaz de hacer algo así.
—Sí, me di cuenta que tomó muy en serio su relación, el muy idiota ha cambiado mucho —dijo Miguel desplegando una sonrisa.
A Lorena se le volvió a formar un nudo en la garganta e inclinó la mirada.
—¿Discutiste con Cristian?
Lorena comenzó a comerse las uñas de su mano derecha.
—¿Por qué discutieron? —indagó Miguel.
—No discutimos, yo lo rechacé —contestó.
—¿Cómo así? No entiendo, ¿ya no eran novios?
—No… seguíamos con nuestro tonto trato y hoy me pidió que formalizáramos nuestra relación y yo le dije que no, que no quería nada serio con él.
Miguel abrió su boca de la impresión y después volvió a cerrarla apretando con fuerza sus labios.
—Ay, Lorena, ¿estás segura de lo que estás haciendo? —inquirió Miguel.
—No lo sé —confesó y dejó salir el llanto—. Estoy demasiado confundida, yo no sé qué es lo que quiero en este momento, tengo mi mente hecha un ocho —se levantó del sillón y comenzó a caminar por el patio—. En realidad, en este momento no quiero tener una relación seria, me siento bien estando al lado de Cristian, así…
—¿O no será que tienes miedo por lo que pueda suceder más adelante si eres novia verdadera de Cristian? —inquirió Miguel.
Lorena no supo qué responder cuando Miguel le dijo aquello, ni ella misma sabía la respuesta a esa pregunta.
—Es mejor que pienses bien qué harás, si en realidad quieres dejar las cosas hasta aquí o explicarle a Cristian mejor tus sentimientos —aconsejó Miguel—. Estoy seguro que Cristian entenderá si después quieres volver con él —mostró una sonrisa tranquila—. Sabe que contigo se podrá esperar cualquier cosa.
Pasó una semana desde que Lorena rechazó a Cristian. Para aquellos días estaban a final de clases de año y la graduación se acercaba apresuradamente.
Esa tarde estaba bastante húmeda, para aquellas fechas solían caer las últimas lluvias del año y siempre se debía llevar a la mano un paraguas o de lo contrario, se terminaba totalmente empapado.
Lorena, Marc, Sasha y Laura se encontraban sentadas en una banca fuera del instituto apreciando el panorama gris del parque.
—Espero que el día de la boda de tu madre no llueva, no soportaría que se me vuelva a esponjar el cabello en un momento tan importante, me volvería loca —dijo Sasha a Laura mientras veía a lo lejos a unos niños jugando en un charco de agua.
—Sí, ojalá no llueva, mi mamá quiso hacer la boda a la intemperie —soltó Laura.