Novios por accidente

Capítulo 37: ¿el fin?

Cristian entreabrió su boca y después tragó en seco. Un gran cargo de conciencia lo invadió a tal punto que lo hizo llevar las manos a su cabeza.

“Es la primera vez que me enamoro y no tengo a nadie que me guíe en esto como siempre pasa en todo lo que hago” recordó las palabras de Lorena.

Mientras pasaban las largas horas, Cristian meditaba sobre su vida, las palabras de aquella chica que apareció en su cuarto empapada de lluvia y esas lágrimas que derramó mientras le suplicaba.

—Debes cuidar mejor a Lorena de ahora en adelante —dijo su padre.

Cristian volteó a ver al señor.

—Me he dado cuenta que Lorena, por lo general, está pendiente de ti todo el tiempo, pero, tú muy poco la atiendes. Mira cuáles son sus necesidades —explicó el señor Vides—. Para poder mantener el amor en una relación, se debe estar pendiente de esos pequeños detalles, para así demostrarle a la otra persona el amor que se tiene por ella.

El señor Vides dejó salir un suspiro y miró fijamente a su hijo.

—No dejes que pase lo que pasó en mi matrimonio con tu madre. Nosotros nos enfocamos mucho en nuestros trabajos, pusimos muchas excusas, también nos dejamos llevar del orgullo y al final terminamos destruyendo la linda relación que un día tuvimos —el hombre desplegó una sonrisa—. ¿Sabes? Me quedé muy tranquilo cuando vi que en todo este tiempo ustedes mostraron una relación muy sana, equilibrada, donde se comportaban de una manera muy natural, sin tener que fingir que tenían una relación perfecta ni nada de eso. Trata de mantener esa esencia que tiene tu relación, cuidar a Lorena y dejar que ella también te cuide, si lo haces, verás que podrán llegar muy lejos. No la descuides, puede que ella sea la mujer que te de un gran hogar en el que serás muy feliz, y cuando eso pase, te acordarás de mis palabras.

 

Lorena abrió lentamente sus ojos, sentía su cuerpo bastante pesado y con un gran malestar. Lentamente volteó a ver su brazo izquierdo donde sentía algo que la maltrataba, era un suero intravenoso.

—¿Cómo estás? —escuchó que le hablaron a su derecha.

La joven con bastante pesadez volteó a ver y encontró a Cristian sonriéndole de una manera bastante amorosa, estaba sentado en un sillón de cuero al lado de la camilla. Al fondo del joven había un ramo de rosas rojas y al lado un gran ventanal por el cual se podía apreciar la fresca mañana.

—Siento como si mil elefantes volvieran mi cuerpo un trapo viejo —contestó la joven.

Cristian soltó una carcajada y después acarició el cabello de Lorena.

—Tuviste una noche terrible. No sabía que te sangraba la nariz cuando tienes fiebre —dijo Cristian.

—Sí, me sucede desde pequeña, mi madre se pone como loca cuando pasa —respondió Lorena.

—Pero no solo fue eso, convulsionaste dos veces.

—Anda, ¿en serio? —soltó la joven—, ¿boté espuma y esas cosas?

—No lo sé.

—Uy, ¿será que me vi muy fea? —Lorena hizo un puchero con sus labios.

—Te estoy diciendo que te complicaste mucho anoche ¿y solo te importa saber si te viste mal?

Lorena llevó su mano derecha a su cabeza mientras quedaba pensativa.

Cristian volvió a carcajear mientras la veía fijamente.

—Se nota que quien está hablando es Lorena —dijo Cristian.

  Lorena volvió a recostar su cabeza sobre la cama y cerró lentamente los ojos al sentirse muy agotada por el malestar que la adsorbía lentamente.

Cristian reparó los labios maltratados de Lorena, ellos le expresaban la terrible noche que tuvo que padecer por culpa de esa tarde lluviosa.

—Lorena, perdón —confesó Cristian—. Ayer te mentí, yo en realidad no me mudaré a Inglaterra en estos días, en realidad, iba a acompañar a mi madre a ver el lanzamiento de su nueva colección y estaría por fuera una semana. Te dije eso porque estaba enojado por haberme. De hecho, tengo pensado tomarme medio año sabático antes de ingresar a la universidad, y no quiero irme a vivir tan lejos, mi padre se ofreció a enseñarme el manejo de las empresas mientras estudio.

Lorena para ese momento ya veía a Cristian con rostro muy aburrido.

—¿Me estás diciendo que todo eso que pasó ayer fue en vano? —preguntó Lorena enfadada.

—No, claro que no. Imagino que después de decirme todo eso, ya somos novios de verdad, ¿no?

—Ay… Cristian, si no estuviera tan débil en este momento, degollaría ese estúpido cuello que tienes —gruñó Lorena.

Cristian llevó sus manos hasta su cuello y tragó en seco.

—Si puedes amenazarme de esa manera, imagino que ya estás bien —dijo Cristian.

—¡Cállate! Ayer planee por más de tres horas cómo iría a correr a detener tu vuelo para que no te fueras —soltó Lorena—. Y…

Cristian llevó una mano a su boca mientras mostraba un rostro de impresión, algo que hizo que Lorena se ruborizara y dejara de hablar.

—Oye, pero aún puedes suplicarme que me quede —soltó Cristian sonriente—. Bien, te escucho




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