Nubes de amor

02|El Refugio

Volví demasiado tarde a casa, me quedé parte de la noche pensativa, en un sitio en el que no me encontrarían mis padres si querían buscarme.

Era un sitio muy especial, para mí. Me lo enseñó mi hermano.

Flashback hace dos años.

— ¿A dónde, me llevas Mark? —le pregunté extrañada, ya que ese día estaba muy misterioso. 
Era mi cumpleaños número quince, y quería enseñarme algo. Nos hablamos escapado, de la fiesta que había en casa, él fue el que invito a tanta gente, así que no me importó irme de allí.

Pero si nuestra madre nos pillaba, el castigo que nos caía.

—Confía en mí, que se qué no te arrepentirás. —me dejaba guiar, por su mano unida a la mía, ya que tenía los ojos vendados, y no podía ver nada.

Ese día llevaba un vestido veraniego gris, y unas sandalias blancas. La brisa del viento, me agitaba el pelo, mi hermano se notaba emocionado de mostrarme lo que fuera que quisiera enseñarme.

—Ya hemos llegado. Te voy a soltar la mano, y cuando diga tres, te das la vuelta y te quitas la venda— estaba nerviosa, no sabía que me esperaba. — 1... 2... 3...

Hice lo que me pidió, y mis ojos no podían asimilar lo que veía.

— ¡Esto, es increíble! ¿Cómo lo has hecho?— le abracé emocionada, y llena de felicidad. —Está podría ser, nuestra guarida secreta.

Me encontraba, en una especie de cine abandonado, estaba decorada y pintada. 
Ande despacio, mirando toda maravillada.
Se notaba que era un sitio, que no habían tocado en mucho tiempo, pero mi hermano le dio ese toque artístico.

Era amplio, habían sillones, una cama un poco deshilachada, pero cómoda y mullida, situada en un rincón. Seguí caminando, había una especie de cocina que se encontraba en un rincón, de una pared de enfrente, había casi de todo, platos, cucharas, y demás.

Subí las escaleras, y se encontraba un lugar donde se podían, proyectar películas antiguas, había una mesa pegada, parecía un escritorio, y se encontraba un sillón cómodo de cuero. Me senté en él, y mi hermano me daba vueltas y vueltas.

—Me encanta esto. —Le dije, muy feliz—. Es uno de los mejores regalos, que me he recibido.

— ¿Seguro? Espero que no estés mintiendo. — sus ojos grisáceos, me miraban con una pizca de diversión y seriedad, de la nada comenzó a hacerme cosquillas. —No juegues con mis sentimientos, ¿Seguro que te gusta?

—Me encanta, deja de hacerme cosquillas, que acabaré muriendo de la risa. —el paro, y me tranquilice— ¿Quién te ha ayudado? Ha quedado muy bien.

—Me han ayudado, unos amigos. —me dijo de manera simple.

— ¿Y porque un regalo, tan bonito?

—Tú te mereces esto, y mucho más. Además, quería hacerte saber que mis regalos son los mejores. —me dijo haciendo como si tuviera una larga melena, y se la pusiera detrás con la mano.

—Wow, es precioso. —dije asombrada, era un cine abandonado, pero él le había dado su toque.

—Es perfecto para ti, el día que te sientas triste, o que no esté contigo para consolarte, o si lo estás pasando mal, o solo necesitas estar sola y no pensar en nada. Este es el lugar perfecto, está hecho con amor. —dijo esto último, pestañeando las pestañas con exageración.

—Para de hacer el tonto. — No podía parar de reír. — ¿Cómo se llamará? Debe tener un nombre.

—No lo había pensado, ponle tú el nombre, ya que es tu regalo. — me propuso.

—Mmm, vamos a ver...— tenía un dedo apoyado en mi barbilla, y miraba al techo pensativa. Se me vino la idea, levante el dedo, ya que se me había encendido la bombilla imaginaria. —Se va a llamar, El refugio.

—Que nombre más realista. —Dijo entornando los ojos, era puro sarcasmo —.Suerte, que no se te ha ocurrido un nombre peor.

Me mostré dolida. ¿Cómo podía decir, que era malo el nombre? Era buenísimo. ¿A qué sí? Bueno, hay que admitir que es penoso, ¿Pero, como lo iba a llamar? 
No es que fuera muy buena dando nombres a las cosas, una vez le llame mofletitos a un pájaro, ya que sus mofletes eran rosados.

—El refugio de los colores. —le miré con cara de, ¿En serio?— No me mires así. —me recriminó, apuntándome con el dedo.

—Has dicho que soy poco realista, pues mira quién hablo. —me crucé de brazos, era increíble.

Es decir, me dice que soy malísima eligiendo nombres.
Y el elige uno añadiendo tres palabras. 

Esto. Es. Triste.

—El nombre no es malo en sí. Te voy a explicar el porqué del nombre. —me decía con ese brillo de emoción que lo caracterizaba.




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