Nubes de amor

07|Me sudan las...

Savannah Smith:

Estoy por entrar en los vestuarios, ya que me toca educación física. ¿De qué me sirve esta asignatura? Vale, es verdad que hay que mantener el cuerpo en forma, saludable y todas esas chorradas que dicen. 
Pero, ¿Es necesario dar la asignatura, con lo soleado que se encuentra fuera? ¿No es suficiente, las interminables escaleras, que debo subir y bajar para llegar a clases? Me parece injusto, que los profesores puedan subir en el ascensor, cuando se les antoje, y los estudiantes debamos de bajar y subir de manera constante las escaleras. Pero pensándolo de otra manera, sería imposible que cupiéramos todos en los ascensores, con los miles de estudiantes que hay.

Y lo peor es que, después nos vienen con la excusa de que somos jóvenes, y estamos llenos de energía.
Pues en mi caso no, ya que soy una persona perezosa a más no poder.

Estoy por, abrir la puerta que me llevará a los vestuarios, pero alguien grita, me doy un susto tan grande que se me caen los libros.

— ¡Te he echado menos! ¿¡Pero por qué, no me avisaste de que venías!?— grita Emily emocionada. — No sabes cuánto te echaba de menos, tus frases llenas de sarcasmo, y tu cara de rancia a la hora de ver...

— Shh, Emily baja la voz, que la gente nos está mirando. — ella mira alrededor, y en efecto nos están mirando.

— Va, da igual. Eres mi mejor amiga, y puedo mostrar mi amor hacia ti, al mundo. — se pone a reír como loca. 
Miro por detrás de ella y allí está Byron, mirándola negando con la cabeza.

— Yo, también te eché de menos, Emily me ha explotado, mientras tú no estabas he ido de compras, y me ha obligado a hacer cosas de chicas. — me dice él, acercándose a mí y mirando avergonzado alrededor, por si alguien nos escucha. — Me obligó a llevar uñas postizas largas, durante una semana. Y lo peor es que, no podía negarme porque me amenazó.

— Deberías haber estado, para verlo. — dice Emily y me carcajeé, hacía mucho que no reía con ganas.

— No da gracia, fue cruel de su parte. — le miré con burla. Pobre Byron.

— ¿Qué hacéis aquí?—les pregunté, aunque creo que era obvia la respuesta.

— Nos toca educación física, juntan a las dos clases de primero de bachillerato. — dice Emily emocionada. — Estaremos juntas en esta clase, ¡Qué emoción!

— ¡Qué agotador! — decimos a la vez, Byron y yo, nos miramos como no creyeron lo que ha pasado.

— A veces pienso, que habéis sido hermanos en otra vida.— dice mi mejor amiga, mirándonos negando con la cabeza, y sonriendo.— Bueno, debemos darnos prisa, que tengo que hablar con el profesor, que está más bueno que el pan.— me agarra de la muñeca y hago una mueca de lo que acaba de decir.

— ¿Cómo puedes hablar así del profesor?

—Ay, amiga mía, cuando lo veas sabrás a lo que me refiero. — entramos en los vestuarios, nos cambiamos, y salimos. — Cuando un hombre es guapo, eso es innegable.

Me doy con la palma de la mano en la cabeza, ella no tiene remedio.

— ¿A qué el profe está bueno? — le pregunta a una compañera que se está cambiando, está se sonroja de la vergüenza y asiente. — ¿Lo ves?— me mira desde todos los ángulos, yo me miro de arriba a abajo, que yo sepa no huelo mal. — ¿A qué vienen esas pintas? ¿Tú sabes del bombón que estás hecha?— la miro sin entender, no sé qué tiene de malo la sudadera de mi hermano, era una de sus favoritas de rock, llevo unas mayas que me llegan hasta las rodillas y unas zapatillas deportivas Nike. Ya que me cambié antes en los baños de chicas, para no tener que vestirme en los vestuarios.

— ¿Qué tiene de extraña mi ropa, Emily? Es cómoda, y me gusta.

— Pero parece, como si quisieras esconder a través de ella el buen cuerpo que heredaste de tu madre. Esa sudadera es de...— deja de hablar, ya que no quiere hacerme daño. Todos lo saben.

— Si, es de mi hermano.

— Sé que después de lo que sucedió, no volverás a ser la misma. — me dice tocándome el hombro. — Pero no tienes porqué refugiarte en la ropa ancha.

Ya hemos salido de los vestuarios, y vamos al campo del patio.

—Pues a mí me gusta así. —dice Byron, poniéndose rojo de la vergüenza.

—Mira, el si es un amigo. No le importa lo que yo me ponga. — No quiero que suene como un reproche, pero creo que lo parece, ya que agacha su rostro. — Eh, pero agradezco tu opinión. Sé que lo dices por mí bien, no te preocupes.

Me abraza, y caminamos hasta el campo.

Todos ya se encuentran dando vueltas al campo.

Hay un hombre alto y musculoso, tiene los ojos azules claros como el hielo, el cabello moreno, sus facciones son duras, lleva un chándal negro y nos está mirando con una cara de pocos amigos.

— ¿Qué horas son estas, para llegar al campo?

—Lo siento, Rafa. Ha sido culpa mía, yo la he entretenido con mis cosas. — le dice Emily, pestañeando descaradamente.




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