Nubes de amor

11|La pesadilla

Savannah Smith:

Estoy sumergida en una oscuridad, que me consume.
Estoy corriendo, como me es posible, mi respiración es agitada, mi orientación es confusa, algo me está siguiendo.

De pronto, la escena cambia, ya no me encuentro en un lugar oscuro, estoy en el lugar de las carreras ilegales.

Veo como las motos arrancan, una adelanta a la otra, veo que Case empuja la moto de mi hermano, el se queda atrás pero consigue darle la delantera, de pronto todo se vuelve oscuro, escucho sollozos, y me doy cuenta de que son míos.
Mi hermano no está, lo único que puedo divisar con mis ojos, es que su moto está tirada.
Veo un cuerpo encima de la moto, que lo sé mueve.

Quiero levantarme, pero no puedo, mis fuerzas no son suficientes.
En el ambiente, huelo el olor de la sangre, intento reincorporarme, pero es inútil, noto una punzada en el estómago, mi mano está apretándolo, cuando la aparto veo mi mano cubierta de sangre.

—Mark, ¿Dónde estás? — mi voz es casi inaudible, la tos me impide hablar bien. El humo se cuela en mis pulmones.

—Tranquila, tu hermano está bien. — dice una voz, mis ojos se cierran, lucho por que estén abiertos.

—Quiero verlo —toso y es como si mis pulmones se fueran a salir.

—No está en buenas condiciones. —dice la misma voz de antes.

—Me da igual, solo quiero verle.

Unos ojos negros, sin expresión alguna me analizan, y sonríen de una manera un poco cínica.

—Tu hermano, sobrevivirá. Pero no creo que lo vuelvas a ver.

Mis manos me tiemblan, mis ojos se cristalizan, no puedo mover ningún músculo.

Quiero mantenerme despierta, pero mis ojos se cierran.

Me despierto sudando, la camisa se me ha pegado a la piel.

—Solo, ha sido una pesadilla. —No dejo de repetirme, mi respiración es agitada, con las manos, me limpio el sudor de la frente, las lágrimas empiezan a sobresalir. — ¿Dónde estás, Mark?

Mi cuerpo tiembla, ha sido solo una pesadilla, pero ha parecido tan real.
Miro la hora en mi móvil, son las 4:56 de la madrugada, no podré dormir.

Con mis brazos, bordeo mis rodillas, después de incontables minutos, decido mirar por la ventana.

Después de eso no pude dormir más, hasta que llegó la hora de ir a clase.

Unas horas después.

— Tienes una cara de zombi —me dice Emily. — Deberías verte en un espejo, estás fatal.

Me limito a asentir.

—Nos vemos después — camino hacia mis clases.

— Espera, me debes una explicación, ¿Donde estuviste toda la noche?— me agarró del brazo, y me miraba con la ceja levantada, era raro que estuviera seria.

—Es secreto — nunca le dije de la existencia, de mi refugio. Era algo mío, algo que me pertenecía solo a mí. No sé si se me entiende.

— Soy tu amiga. Las amigas se cuentan todo. — no me iba a engatusar de esa manera.

— Eso es mentira, tú también tienes que contarme cosas y no lo has hecho. —Doy una mirada que va de ella a Byron — no estoy ciega. Debo irme, que tengo clase con la de teatro y no quiero que me ponga un negativo.

Su cara está roja del bochorno.

La he pillado.

— Voy contigo, me toca la misma clase que a ti—dice Félix.

—Andando. — camino, y bostezo.
Mis ojos se cierran y se abren, cuando llegamos al salón, me siento en el fondo, y Félix me acompaña.

— Por cierto, lo de ayer fue un poco cruel de tu parte — me dice con una cara triste. Parece un perro abandonado.

— Pues, que pena. Estoy llorando, de lo culpable que me siento —me toco el pecho y miro al frente.

— ¿Te gusta el sarcasmo? No entiendo porque te caigo mal, eres muy pesimista— mis ojos se clavan en los suyos, puedo distinguir su iris, y las venas que la forman. — ¿A qué viene esa mirada?

Le doy una sonrisa cerrada.

—Te equivocas, no soy pesimista. Soy realista, que es diferente — le señalo a una chica, que no deja de escribir algo en su libreta— mírala muy bien, ¿Qué te apuestas, a que viene Courtney Kristen en unos minutos, y la mueve de allí? Y luego se empiezan a burlar de ella, y la pobre chica, saldrá llorando.

Lo que digo no tarda en hacerse realidad.

— ¿Cómo lo has sabido?— me pregunta, con una cara llena de incredulidad.

Bufo, no es para tanto.

—Es cuestión de observar a la gente. — Saco mi cámara, y fotografío a la chica, y a las que le han quitado el sitio. — En este mundo, hay gente que se cree con derecho a todo, con una cámara si no está mirando hacia ella, puedes ver un poco a través de ellos. Se creen mejores, pero solo son chicas que tienen miedo, con esa ropa ajustada, intentan reflejar las personas seguras que en realidad no son —miro la foto que ha salido, y la guardo en mi mochila junto a la cámara— Todos tenemos miedo, es solo cuestión de observar. Algunos son un libro abierto, otros no tanto. El solo hecho de que use el sarcasmo, no me hace muy diferente de ti, deberías agradecer que hable contigo.




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