Nubes de amor

18|El cambio

    Savannah Smith:

Cuando entre casa, busqué a ver dónde se encontraban mis padres, vi a mi madre en la cocina.

—Hola mamá —le di un beso en la mejilla.

—Hola pequeña, te noto de buen humor. ¿Qué tal el día? —me preguntó dándose la vuelta mientras seguía limpiando los platos.

—Me ha ido bien —me frote el brazo un poco nerviosa —Emily vendrá a recogerme, ya que iremos al cine.

Se sorprendió, se limpio las manos en el delantal, y me dedico una de sus hermosas sonrisas.

—Me alegro mucho, ya era hora de que salieras un poco a tomar el aire —asentí.

—Sí, bueno me voy a preparar —la mire, se notaba un poco ausente. — ¿Te pasa algo, mamá?

—Es solo...que estaba pensando en tu hermano. Solo quiero saber cómo se encontrará, si le pasa algo yo no podré...no podré —no pudo acabar ya que se puso a llorar.

—Shh, no pasará nada. Mi hermano es muy fuerte e inteligente. Volverá sano y salvo, ya lo verás — le intentaba consolar, no sabía si creer en mis propias palabras, pero no podía estar segura de ello. Pero confiaba en que él estaría bien.

—Gracias hija, ahora sube a prepararte. Qué las dos sabemos que no te gusta ser tan empalagosa, como tú dices —se limpio las lágrimas de los ojos, se apartó de mi abrazo, y me cogió se los hombros. — Te quiero hija.

—Yo también —subí a mi habitación, dejé la mochila, me di una ducha y me cambié.
Decidí ponerme una alarma de cuando llegara la hora de salir, ya que eran las tres de la tarde y me daban ganas de tomar una siesta.

Cuando toqué las sábanas de la cama, me dormí de inmediato.

Estoy en la oscuridad misma, mi cuerpo está levitando, de repente, me encuentro en la colina de una montaña, solo soy yo, mientras el viento mueve mi cabeza con delicadeza.
Solo soy yo, y nadie más.

Miro a las nubes del cielo, y no puedo evitar sentir esa tranquilidad, esa paz.

Escucho una voz llamándome.

—Savannah, despierta. —me susurraba una voz.

Busco de donde proviene la voz, pero no encuentro al remitente de ella.

— ¡Savannah!

Busco pero parece como si fuera el propio viento el que me llama, noto sacudidas en mi cuerpo.

— ¡Savannah!

Me despierto y veo unos ojos verdosos mirándome.

Me caigo del susto. Y gimo de dolor por la caída.

—Lo siento, no quería asustarte. —me dice ella, ayudándome a levantarme.

—Pues lo has hecho, ¿Quién te ha dejado entrar? —le preguntó molesta —Sabes que odio, que me despierten cuando estoy durmiendo.

—Sabes que tu casa es como mi segundo hogar, y es obvio que me ha abierto tu madre la puerta. —miro mi móvil, y son las cinco de la tarde.

— ¿Qué haces a estas horas? —le pregunto, ya que se supone que a las seis de la tarde era cuando quedábamos.

— ¿Esa ropa, es la que vas a llevar? —me miro la ropa con confusión, me ha respondido con una pregunta. Solo llevo unos pantalones vaqueros negros, y una sudadera grande del mismo color de mi hermano, que me llega casi por las rodillas.

No sé qué tiene de malo mi ropa.

—Claro que sí. ¿Qué tiene de malo mi ropa? —me mira como si estuviera loca.

—Mi radar me decía que debía venir a ayudarte —alza la ceja.

— ¿Me estás diciendo a la cara, que me visto mal?

—Bueno, tu madre ha dicho que nos traerá algo para que nos alimentemos. — Ella sigue evitando mis preguntas — Voy a buscar en tu armario, que seguro que tienes algo.

Me siento en la cama, y cojo una almohada para atraerla a mi rostro y mirar como mi amiga rebusca como loca en mi armario. Gracias a ella, deberé ordenarlo.

—Tampoco es para tanto, solo vamos a ir al cine. —Bostezo, intentando no darle demasiada importancia— Gracias por desordenar mi armario, que ordene con esmero.

Me mira como que no se cree lo que estoy diciendo. Y sigue como si nada.

—Es importante, ¿Sabes por qué?
—me pregunta.

—A ver, sorpréndeme.

—Porque estará Félix.

— ¿Y eso que tiene que ver? —miro hacia la ventana, desinteresada.

—Te conozco mejor que a ti misma, somos amigas desde hace años. Sé que entre los dos hay chispas —alza las dos cejas— No puedes negarlo, el te pone nerviosa, lo evitaste durante una semana, y hablas con el más que con cualquier chico que ha llegado a acercarse a ti.

—Tonterías. —bufo con un poco de molestia. En el fondo creo que tiene un poco de razón.

—No. Sabes que tengo razón, el es guapo, tu eres hermosa pero te escondes en estas sudaderas anchas —apunta a mi sudadera con una mueca de desagrado — Eres guapa, pero no quieres demostrarlo, desde hoy quiero verte un poco más decente, por lo menos si no quieres vestirte un poco más reveladora, por lo menos maquilla ese rostro que tienes de fantasma.




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