Nubes de amor

22|La rivalidad

Savannah Smith:

Emily se encargó de venir esta mañana y encargarse de que no llevaba lo que le parecían harapos. 
No sé cómo mi madre le deja entrar en nuestra casa como si nada.

— Me mi agradecerás algún día de estos, y lo sé. Esta tarde cuando salga de mis extraescolares de atletismo iré personalmente a tu casa, y su hace falta te secuestraré para que hagas un lavado de ropa—me señaló, u me fulminó con la mirada, por unos segundos me sentí pequeña — Y nadie me lo impedirá.

Cuando llegamos al instituto, note la mirada de los demás sobre mí.

— No dejan de mirarme —le susurré al oído —, creo que ha sido mala idea.

Bufó.

— Te miran de esa manera ya que te tienen envidia. Los chicos están que babean por ti, las chicas te miran como si fueran a matarte porque envidian ese cuerpo de diosa que tienes —con su brazo, me rodea el hombro. Y les guiña el ojo a la gente que se nos queda mirando — Que suerte tengo, de tener a una amiga tan ardiente como tú.

Me sonrojo, creo que se está pasando.

— Voy a dejar los libros en la taquilla —le digo zafándome de su agarre —. Nos vemos luego.

Me despido de ella, me da un beso.

— Me voy a buscar a Byron — levanto la ceja, algo se cuece aquí. —. Conozco esa mirada, ya hablaremos.

— Claro que vamos a hablar, y de manera tendida. No te escaparás de mi interrogatorio.

Me saca la lengua de manera infantil, y se va.

Los chicos tanto como chicas se la quedan mirando, ella es guapa. Siempre lo ha sido. Aunque ella no lo sepa o no quiera darse cuenta.

Abro el candado de mi taquilla, meto y saco libros.

Alguien se ha apoyado en la taquilla, cuando acabo, vemos un brazo posarse en la taquilla.

Voy del brazo hacia la persona que está muy cerca mío.

— Hola hermosa. Tu belleza irradia el lugar, estas maravillosa—su mirada pasa de mi rostro y va bajando, se sitúa en mis pechos. Y me siento expuesta ante su mirada, me inquieta, me pone nerviosa.

Me mira con picardía.

— Mi propuesta sigue en pie, hermosa—me acaricia con el pulgar la barbilla, de allí pasa a mi mejilla, y su tacto está por llegar a trazar con sus dedos anís labios, pero aparto su mano. — Me gustan las chicas difíciles, que se hacen de rogar.

Estoy furiosa, ¿Yo haciéndome de rogar por él? Eso nunca, en sus sueños. Antes prefiero arrástrame por el suelo, en vez de rogar a alguien.

— No me he hecho de rogar. No me interesas y tú insistencia me está asfixiando —con mi pequeña mano, comparada con la de él, empujó su pecho para que me deje espacio sin mucho éxito — Aparta Case, me estás agobiando.

— Seguro que es sólo una excusa — su aliento chica con el mío, se está acercando y como siga así me colmará la paciencia— Me pone el solo hecho de verte, me encantaría hacerte tantas cosas. —hago una mueca de asco—. Al final acabarás cediendo, no acepto un no por respuesta.

Sonrío, este chico se cree que soy como las demás que caen rendidas a sus pies. Pues está muy equivocado.

—Esos métodos de flirtear te funciona con las chicas, ¿Verdad? — Asiente con su sonrisa arrogante— Pues siento decirte, que conmigo no van estas cosas. Siempre hay una primera vez para todo.

Sus ojos negros me miran fijamente, se muerde los labios, reparo en que parecen apetecibles. Están rojos.

Pero me quito de la mente este pensamiento.

— Serás mía —le doy una bofetada, ya me cansó. Se toca la mejilla con lentitud, parece que está asombrado. Me agarra de la muñeca.

— Yo no soy de nadie, y menos de ti. Y cuidado con esa palabra de posesión, que no hay que usarla en vano. No soy un objeto.— miro sobre su hombro, y me percató de la presencia de Félix, sonrío de manera inevitable. Me corresponde la mirada, y no puedo evitar ponerme nerviosa.

¿Qué me pasa? ¿Por qué me pone nerviosa que me mire de esa manera? ¿Por qué deseo que me conozca más? ¿Por qué en el fondo, no me incomoda su mirada?

Case mira mi sonrisa, pero se percata de que no va dedicada a él.

Se gira y noto como está sitúa, cada vez se pone más tensa.

— ¿Qué quieres? —le pregunta Case a Félix de manera tosca —. ¿No ves que estamos hablando?

Su agarre hacia mí muñeca, cada vez me duele más.

Hago una mueca de dolor.

— Suéltala, la estás haciendo daño. — de manera lenta y amenazadora —. Ella no quiere hablar contigo.

Case me suelta, y me miró la muñeca, la tengo roja de la presión ir hacia hecho.

— ¿Por qué siempre que quiero hablar con ella, debes de estar de por medio? —dice enfadado Case.

— Ella no va a ser uno de tus juegos.

— Ella será mía, métetelo en la cabeza Holfman — el nombrado aprieta los dientes. Noto que a nuestro alrededor se forma una multitud.

Toca el timbre, pienso que todo se quedará allí, pero siguen sin inmutarse.




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