Nubes de amor

25| Está conmigo

Savannah Smith:

Los rayos de sol hacen que frunza las cejas.
Con la almohada me tapo, ya que es un poco molesto.

Noto algo mojado caer encima mío, me despierto de inmediato.

Veo a mi madre con un vaso vacío, y me doy cuenta de que ha derramado agua encima de mí.

— ¿¡A qué ha venido eso!? —grito enfurecida, quitó la manta que me cubre que también está mojada.

— Debías despertarte, sino llegarás tarde. Me he dado cuenta de que has roto el reloj. —la miro extrañada y me doy cuenta de que es cierto. Está en el suelo.

« Quién creo eso, no pensó en las personas que odian los ruidos fuertes a plena mañana»

— Ahora levántate, tienes clase — la miro malhumorada, y entro en el baño.

Me lavo los dientes, y me veo en el espejo.

Tengo el cabello mojado, y sigo llevando su sudadera blanca, inhaló el olor de su perfume.

Huele delicioso.

Y sus labios saben delicioso.

Me miro al espejo, tengo la cara roja. Me noto diferente, es como si algo estuviera floreciendo en mi interior.

Estoy roja.

— Cada vez, me estoy volviendo más cursi. — Pasar tiempo con Félix me está ablandando.

Me ducho, me visto con su sudadera, y un pantalón amarillo vaquero, y unas Vans grises.

Miro mi móvil y veo que tengo un mensaje de Félix.

Félix:

Espero que hayas soñado conmigo, ojos tiniebla.

Yo:

Ya te gustaría

Félix:

No mientas, que los dos sabemos que si has soñado conmigo.

Decidí pasar de su comentario, bajo la escaleras sonriente.

Entrego en la cocina, y me siento.

— ¡Buenos días! —les saludo.

— Buenos días, parece que te despiertas reluciente. Hacía mucho tiempo que no te veía así—dice mi padre dejando el periódico encima de la mesa doblado —. ¿A qué se debe esa sonrisa? Espero que no sea lo que estoy sospechando.

— A nada —me encojo de hombros y tomo mi taza de leche.

— Ese tal Félix y tú sois solo amigos, ¿Verdad? —casi me atraganto con la leche de la taza de cereales, con el dorso de la mano me limpio la leche de mi boca.

— ¡Mamá! ¿Por qué se lo has dicho? —la fulmino con la mirada.

Mi madre me mira con una media sonrisa, y sale de la cocina.

— ¿Por qué no debía decírmelo? —Pone una cara de perro abandonado — Soy tu padre, y no quiero que nadie dañe a mi hija. Eres mi todo pequeña, si alguien te hace algo yo lo mato.

Ya va el padre protector.

— Papá él y yo no somos nada. Así que no hay nada de qué preocuparse.

— Claro. Pero lo quiero conocer, tengo que hablar con ese muchacho —hacer sonar sus puños, y pone cara maléfica.

— Vendrán mis amigos este fin de semana a casa. Para ver una maratón de películas de terror. Espero que no lo asustes

— Claro, que no lo haré

— Papá, nos conocemos. Estas avisado—le señaló con el dedo — Adiós. —le doy un beso en la mejilla.

— Adiós —se despide.

Me subo al autobús. Y de lo feliz que estoy no me percato de las miradas.
Me siento al fondo, estoy por ponerme los auriculares, pero alguien se sienta al lado mío.

Es una chica de cabello negro corto, con mechones morados, sus ojos son negras, y va vestida de todo negro. Masca un chicle, hace un globo y se explota.
Me mira, y una sonrisa se asoma.

La miro con confusión. ¿Qué querrá?

— Me llamo Elaine Foster, pero puedes llamarme abeja negra. —me estrecha su mano pálida la tomo y me presento.

— Yo soy Savannah Smith, pero puedes llamarme Sav.

— Ya sé quién eres. Soy parte del periódico del instituto, no sé si te habrás dado cuenta de que vamos a la clase de teatro juntas —intento recordar, pero va a ser que no— Bueno, se ve que no me recuerdas. El caso es que te he visto fotografiar, me gustaría que formaras parte del periódico.

Ahora que lo recordaba, mentí en esa clase para que no me pillaran y quitarán la cámara.

— Claro, ¡Me encantaría!

— Así me gusta, el entusiasmo y las ganas de trabajar —se acuerda de algo — ¡Ah, por cierto! Necesitamos cosas jugosas, que atrapen. Cosas que los demás no suelen ver, creo que eres buena captando a los demás en infraganti, se te nota sigilosa.
¿Tienes tú cámara? —me pregunta —. Te lo digo, por si no te importa enseñarme.

— Claro, no hay problema —rebusco en mi mochila, y allí la encuentro —. Toma.

Se pone a mirarla, le veo hacer muecas raras, son graciosas.

Tiene esa aura de un poco de misterio, se nota que le gusta lo oscuro.

— Eres buena. Cuando toque el timbre, iré a tu clase para presentarte a los del grupo.

— Está bien, les avisaré a mis amigos.

Ella asiente. El autobús se para, y todos bajamos.




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