Nubes de amor

29| La pelea

Savannah Smith:

— ¡¿Me pueden explicar que han hecho para dejar la cafetería de esa manera?! —grito enfurecido el director.

Nos encontrábamos en dirección:
Elaine, Cassie, Case, Félix, Byron, Emily, James y Kristen. 
Teníamos las cabezas agachadas, estábamos llenos de comida.

— ¿Alguien me puede explicar que ha sucedido aquí? El centro no sirve para hacer sus gamberradas —El director Benjamín Daniel mejor conocido como el Calvo Reluciente, no sé de donde viene ese apodo más malo, pero tendrá que ver con la escasez de su cabello. Era un hombre de mediana edad, ojos negros, con un rostro casi imperceptible de arrugas, algo no muy común en la posición en la que se encontraba.

Es decir, tener que aguantar a adolescentes hormonales cada día, debía ser agotador.

Y no me imagino siendo director.

Fui la primera en atreverme a mirarle a la cara.

Sus ojos se clavaron en los míos, como si de agujas se tratarán.

Pero dirigió su mirada a Elaine, que miraba a las suelas de sus botas.

— Foster. Elaine Foster, ¿Otra vez ha vuelto a montar un alboroto? —Ni se atrevió a levantar la mirada —Me temo que deberé...

— ¡Yo lo empecé todo! ¡La culpa es mía! —sus ojos se fruncieron y me miró como no creyéndose lo que salían de mis labios —. Lo único que hizo ella fue defenderme.

— Sav, no tienes que...—la interrumpí.

—Debo hacerlo. —el director nos miraba con atención, y hizo un gesto con la mano para que siguiera hablando.

—La escucho.

« Vaya, su calvario reluce como el culo de un bebé recién lavado»

Estuve a punto de reírme de mi ocurrencia, pero todas las miradas apuntaban a mi dirección.

Me acalora la garganta.

Unas horas antes...

Estaba nerviosa porque nos dirigimos hacia la mesa de los "populares" o más bien como a mí me gusta llamarlos: Adolescentes con dificultad de utilizar sus neuronas de manera inteligente.

Era un nombre muy largo pero me gustaba, eso no significa que todos sean de la misma calaña, solo que lo parecen.
Ya que van apilados como las sardinas de las latas del supermercado.

—Elaine estoy nerviosa. —la sujeté más fuerte del brazo.

—No debes estarlo, sino ellos.

Su sonrisa no me presagiaba nada bueno.

Nos paramos en sus mesas y todos clavaron sus ojos en nosotras, incluidas las miradas de los de la mesa.

—Vaya, ¿Qué hacen aquí?—Kristen nos mira de arriba a abajo— La gótica patética y la tímida hermana de un traidor.

— ¡Te voy a cerrar la boca con mi puño! —Elaine está a punto de abalanzarse encima de ella, pero la detengo.

—Relájate. Hemos venido por algo, ¿recuerdas? —Asiente —. Déjamelo a mí.

—Pero como alguno se atreva a hacerte algo, no me detenerlas ni tú ni nadie.

—Ok.

— ¿A que han venido?

Todos nos miran expectantes.

—Más bien quería hablar contigo Andrew —me mira extrañado, ya que no creo que se esperara que me dirigiera exclusivamente a él — ¿Podemos hablar a solas?

Se limita a mirarme y se muerde el labio.

« Que asco. Si está intentando resultar sexy, eso no le estaba quedando bien»

—Bonita, prefiero hablar aquí con todos presentes.

Sus ojos morenos se clavan en los míos, no me gusta la manera que me analiza.

Lo suelto de sopetón.

—Nos encantaría, es más desearíamos poder tener un hueco en tu fiesta. Sería un gran honor, ir a la fiesta de uno de los chicos más guapos del instituto —Nótese el sarcasmo. Me costó horrores escupir esas palabras.

Se muerde el labio.

— ¿Te has escuchado? —Elaine me mira como si no se creyera lo que acababa de decir.

— ¡Esto es increíble! ¡La gótica que parece suicida, y la pringada amargada de turno quieren ser parte de un círculo que nada les conviene! —las palabras de Kristen es para hacérselas tragar —. ¡Largaos de aquí! ¡Que nos pegáis los gérmenes!

—No deberías ser así con ellas —Case nos mira, más bien me está mirando a mí, de manera fija —. Cuánto tiempo sin verte Elaine.

La mandíbula de Elaine está apretada, y sus ojos están entrecerrados como cual felino.

—Ya, claro. —responde ella.

Kristen me mira y rodea sus brazos alrededor de los hombros de Case.

—Está bien. —Miro a Andrew con una sonrisa en el rostro —Pero hay una condición —mi sonrisa desaparece de inmediato.

— ¿Qué condición? —preguntamos al unísono Elaine y yo, mirándonos de la conexión que hemos tenido.




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