Nubes de amor

31|El hospital

Savannah:

Estoy en un abismo todo es confuso, como si el tiempo se hubiera detenido, pero hay una luz en el fondo. Intento levantarme, pero algo me lo impide, Debajo de mi hay fango que me cubre las piernas, me muevo como puedo, haciendo fuerzas sobrehumanas, impulsándome un poco más. Veo la silueta de alguien dándome la espalda, está entre la luz y la oscuridad. De repente esa figura se gira hacia mí, sus ojos grisáceos son idénticos a los míos, excepto que en sus irises los veo más oscuros, su sonrisa es triste y con un ademan de su mano, la mueve en el aire mientras su cabello rubio sucio desaparecen de mi vida.

Salgo como puedo del fango, las lágrimas no tardan en aterrizar, noto un peso en los hombros como si algo no quisiera que lo alcanzara. Grito su nombre una y otra vez.

— ¡Mark, Mark!—grito, sin importarme si mi voz se desgarra poco a poco. Pero ha desaparecido, cierro los ojos mientras las gotas se resbalan por mis mejillas.

Abro los ojos y me topo con el techo blanco, mi respiración sube y baja muy rápido, noto el sudor recorrer mi frente.

Recorro mis ojos por el techo, y me miro, estoy postrada en una cama que no es la mía. Intento reincorporarme, pero un dolor punzante atraviesa mi cabeza. Desisto por un segundo, y el olor a desinfectante se cuela por mis pulmones. Con ese solo olor ya sé donde estoy.

En el hospital.

Frunzo mis cejas, y me pregunto qué hago aquí. Pero sin quererlo, los acontecimientos me vienen a la mente. Mis padres con sus rostros desencajados, dándome una mala noticia. Mi hermano, trataba sobre mi hermano.

Me quito las mantas blancas que cubren mi delgado cuerpo, en mis brazos tengo agujas clavadas en mis venas, las quito sin pensarlo, y me viene el dolor pero eso no me importa. Solo quiero saber donde se encuentra mi hermano.

Alguien abre la puerta, y entran en la reducida habitación mis padres y el doctor con una enfermera, me miran sorprendidos, y me dedico a observar los rostros de mis padres que no están bien que digamos. Y con ello pienso que yo estaré peor.

Con mis pies toco el frio suelo, una corriente de escalofríos me recorre, pero eso no es lo importante, me tambaleo un poco pero me estabilizo como puedo.

—Siéntese de nuevo señorita, ha sufrido un desmayo y no es bueno en su condición que...—lo interrumpo.

— ¿Dónde se encuentra?—demando con la mirada, mi madre se sumerge en el llanto, mi padre la abraza contra si— ¿Dónde está?—mascullo, los ojos me pican, pero necesito una respuesta.

Mis padres no son capaces de mirarme a los ojos.

En su lugar el doctor responde.

—Su hermano esta en tratamientos intensivos, se encuentra sumido en coma—mi mundo se detiene— Eso se debe a que su cuerpo sufrió de una hipotermia que podría haber sido mortal, tuvo la suerte de que su ropa le mantuviera a flote sino...

— ¿En qué habitación se encuentra?

—En la 34 de la segunda planta en la que nos encontramos—salgo corriendo de allí, siento mi cuerpo pesado como si estuviera arrastrando los pies.

Debes estar bien—no dejo de pensar.

El médico y la enfermera, me siguen, gritando que me detenga que no puedo entrar, pero hago caso omiso guiándome como me es posible, hay personas en silla de ruedas, otras con heridas, algunos me miran con interés, otros están tan entretenidos en su condición que no deparan en mi presencia.

Abro la puerta de golpe, y mi corazón se reprime en un puño.

En medio de la habitación de paredes blancas, hay una camilla con el cuerpo de mi hermano. Pero no parece él, su cabello rubio está muy apagado, su piel esta pálida como si estuviese carente de vida, me acerco más a él. Las venas en sus párpados y sus manos son muy notables, hay maquinas a su alrededor que regulan el pulso de su o razón, que si no me equivoco es casi imperceptible, hay tubos que pasan de sus brazos a su nariz ayudándolo a respirar. Estoy a punto de tocar su mejilla, pero la voz del médico me lo impide.

—Su temperatura corporal está por debajo de lo habitual, ha tenido suerte de que lo encontraran.

— ¿Se despertara?—mi voz sale estrangulada, trago con fuerza, mirándole con esperanza.

El médico y mis padres se miran entre ellos.

Me acerco a grandes zancadas hacia él, y lo agarro de su bata.

— ¡Dígame si va a despertar! ¡No puedo perderlo!, ¡¿entiende?! ¡Me niego a perderlo! ¿¡O es que no lo entiende!?—el médico me mira sorprendido, mi padre aparta mis dedos de las solapas de su bata.

—Tranquilízate, hija—lloro aun mas, derrumbándome en su pecho.

— ¿Cómo voy a tranquilizarme, cuando lo veo así de débil en esa camilla? ¿Cómo lo voy a hacer?—un millón de pensamientos recorren mi mente. ¿Quién le habrá hecho semejante cosa? ¿Fue un accidente? ¿Se resistió y por eso lo dejaron en ese estado?

El médico parece leerme la mente o puede que haya percibido mis preguntas en mi rostro.

—No podemos saber si despertara o no. Está en riesgo todavía, hasta que pueda respirar con normalidad. No tenemos nada, no podemos saber si ha sido un accidente, hay que esperar a que su cuerpo recobre el calor que ha perdido. —Le mire, agradeciéndole con la mirada la explicación, a pesar de que no me sirviera de mucho— Sera mejor que se vayan a casa a descansar, si tenemos novedades les informaremos.




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