Nubes de amor

39 La unidad familiar

Capítulo 39: La unidad familiar

Savannah Smith:

Después de ese altercado, mi madre se fue a asearse pero antes de ello me dijo que tenían hablar conmigo de algo, estuve de acuerdo ya que, hacia un tiempo que no se pasaban por casa, y lo había estado echando de menos más de lo que pensaba.

Mi padre volvió de su carrera.

—No he podido alcanzarlo, corre como un atleta. —Carcajeo con ganas mientras las lágrimas resaltan de mis ojos—. Vaya chico que te has buscado.

—Papá,...—le advierto, sonrojada.

Me mira y sonríe, con su rostro patente del cansancio.

—Me refiero a que es guapo —niego sin creerme lo que dice, se encoge de hombros—. Es verdad, lo de la escoba era para pegarle un buen escarmiento de los buenos, siempre funciona.

—Pobre, el...—me interrumpe.

—Nada de pobre. Si vuelve a esta casa por sí solo, significa que vale la pena— deja la escoba en la cocina, cabeceo interrogante— ¿Estáis saliendo?

Boqueo sin saber que decir.

— ¿Como,...?

—Eso se nota, pero siento mucho decir que necesita mi aprobación.

— ¡Más bien la tuya, cariño, la mía ya la tiene! —grita mi madre desde el baño.

Él niega con la cabeza, triste de que sea el único que esté en contra.

—Has crecido mucho hija, siempre has sido independiente de la mayoría de las cosas, pero quiero que cuides tu corazón, es lo más preciado que tienes. Un progenitor no puede proteger a sus hijos de que les destrocen el caparazón, pero podemos prevenirlo antes de sanar, para que cuando ocurra duela menos— palmea mi cabello, mientras lo abrazo.

—Lo sé. Pero deja que me caiga unas cuantas veces más en las experiencias no conocidas.

—No me refería a ese Félix Holfman, sino a la vida misma —lo miro sorprendida.

—Papá, sabes su nombre y apellido, eso no me presagia nada bueno. —Lo miro con miedo—. No mates a nadie.

—Eso nunca, está en contra de la ley, pero un poco de tortura no está mal. —dice levantando la ceja.

—No te preocupes mi bella, tu padre no hará nada, no puede ni con una mosca —mi mama ya ha salido del baño fresca y con el pijama e el cabello del mismo rubio, rizado por el agua y suelto, la hace ver más hermosa y joven.

— ¡Auch, eso dolió! —dolido se mete en el cuarto de baño.

—Se recuperara— le da menor importancia con la mano.

— ¿Tienes hambre?—asiento.

—Siempre que estas en casa lo tengo.

—Vamos—me anima a entrar en la cocina con ella, me siento en la silla observando con tranquilidad e hipnotismo sus movimientos. Siempre observar un acto tan simple como el de ver a mi mama cocinar o una simple acción doméstica me han hecho quedarme absorta— Mientras yo trabajo, tu cuéntamelo todo.

Me mira con complicidad.

Me resigno, aprieto los dedos con nerviosismo. Mientras le relato los hechos al principio con la voz temblando pero luego con firmeza.

No me salto ningún punto, con mis padres siempre he sentido esa unión de pertenencia, que da igual de lo que hablemos, me van a escuchar sin decir palabra.

Después de acabar, ya con la comida enfrente de mis narices, el aliento casi seco y la mirada de complicidad de mi madre que se le suma a la de mi padre que sin darme cuenta no sé cómo ha entrado sin yo enterarme, evito sus miradas.

Los miro de reojo, están cruzados de hombros.

—Ese chico va a venir a casa.
—con seguridad expresa mi madre.

— ¡No!

— ¡Si!—al unísono exclaman.

—No hagáis esto —paso mis manos por mi cara, se nota que voy a morir hoy, pienso con pesar—Además, no tenemos nada serio.

Me observan negando con una mueca de, ¿decepción?

—A pesar de que te haya pedido que seas su novia oficialmente. Está claro qué vais más enserio de lo que parece, esto ya venía de antes. Tenemos fuentes que pueden corroborarlo —con una sonrisa en el rostro, mi papa se sienta al lado mío, mientras comienza a comer.

— ¿Emily?

—No, pero sí—le observo con intriga, debe haber sido ella, come pan mi papá mientras dice—. Byron y ella.

—Se las van a ver conmigo —sonrío con un plan que los hará sufrir un "poco".

—Esos dos acabarán juntos —miro boquiabierta a mi madre.

— ¿Como lo sabes?

—Aparte de que me lo acabas de desvelar con la mirada —asiento dándole la razón —, podrían ser mis segundos hijos y se les nota, han crecido juntos no siempre los casos derivan en un enamoramiento entre mejores amigos, pero como se han mirado desde siempre es de una atracción que estaba allí escondida en los escombros.

Emito un sonido de estar de acuerdo, mientras como.

Hasta que me aventuro a preguntar.

— ¿Que tal os ha ido estos días? —coloco un mechón de mi cabello detrás de mi oreja con nerviosismo.

Paran de comer. Me miran.

—Ha sido duro ver a uno de tus hijos en una camilla postrado e inmóvil. Pero no está muerto, está aquí con nosotros, lo sé —la inaudible voz de mi madre me hace tragar grueso —. Estos días nos hemos olvidado de ti, y eso es algo que no me voy a perdonar. Estábamos tan ensimismados y tristes por Mark que nos olvidamos de que tenemos otra hija que se llama Savannah y lo ha estado pasando mal sola —expresa la mujer de mi vida, con lágrimas surcando sus mejillas.




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