Mientras Alaska alisaba su vestido con sus inquietas y ansiosas manos, debido a los nervios, Evan, terminaba de preparar su hogar.
Tendrían su décima cita ¡Y vaya nervios!
El sonido de unos suaves golpes en la puerta alertó a Evan. Ella había llegado. Le abrió con su más grande y entusiasmada sonrisa, se dieron un corto abrazo y se adentraron en la moderna casa.
Vaya, me gane la lotería. Pensó Alaska, al ver lo que el dulce joven le había preparado. ¡Su plato favorito! También había velas aromáticas y pétalos de rosas.
Él pensó, todo está fluyendo de una forma perfecta. Todo iba como lo había planeado.
Una hora después, estaban tratando de decidir qué película ver, ella quería una romántica debido a que estaban en una cita, y además era San Valentín. Pero él quería una de acción. Aunque terminó ganando ella, daba igual.
Dos minutos exactos más tarde, ella comenzó a quejarse de un dolor fuerte de estómago. Él la tranquilizo, diciendo que iría por una pastilla.
Pero cuando volvió, con la pastilla y un vaso de agua, el cuerpo de Alaska yacía sin vida. El levanto un cojin de su suave sofa, y debajo de este se hallba un cuaderno azul con sus iniciales. Abrió una página al azar, con mucha cautela, y escribió en este.
Día de San Valentín. Alaska Woods. Veneno.
Su lista de crímenes perfectos seguiría creciendo al igual que su odio, inexplicable, hacía aquel día tan romántico, conocido como San Valentín.