Nuestra Emilia

Capítulo 3

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Un fuerte estruendo hizo vibrar la cama donde me encontraba haciendo que saltara, despertándome de una forma abrupta. Recuerdo haber estado despertando y volviendo a dormir, como si me fuera imposible permanecer con los ojos abiertos por mucho tiempo.

A pesar de haber vuelto a la realidad, no puedo esperar por volver a dormir.

Mi corazón bombea ante el recuerdo difuso de estar en mi casa y ser atacada por dos hombres, observo mi brazo encontrándome con un catéter fijo en él, pegado al tubo está una bolsa sin líquido. Estoy en un hospital.

Confundida y sin saber como he llegado acá, me muevo en la camilla, mi experiencia en hospitales me hace fácil la tarea de bajar la barandilla, en el momento que mis pies tocan el piso, alguien ingresa a la habitación.

Los labios de la enfermera se mueven, pero no capto lo que dice. Leer los labios no es una ciencia exacta, la mayor parte del tiempo logró captar diferentes palabras y con la información obtenida suelo rellenar los espacios en blanco. Pero ahora no puedo comprender sus movimientos. Ella parece comprender.

Escribiendo en el pizarrón frente a la cama, pregunta como me encuentro.

Mi respuesta es vaga, pero parece comprender mi situación, luego vuelve a escribir: Permanecerás acá, unas horas más hasta que dejes de tener náuseas y estar mareada.

Lo siguiente que pregunto es donde está papá. Ella responde sin escribir; Tus padres están afuera. Frunzo el ceño al captar un plural en su oración. Pero igual no le tomo la importancia que debería porque aún no confió mucho en mis habilidades leyendo labios, en él está en el que me encuentro.

La enfermera se encarga de tomar mi presión y revisar mi nivel de oxigenación. Bostezo ante la repentina ola de cansancio que me golpea. Tal vez si cierro los ojos unos minutos deje de estar tan cansada.

Cuando desperté unas horas después me siento mucho mejor. La enfermera llega acompañada de una doctora y a pesar de preguntarle qué me ha pasado, ella esquiva mi pregunta, afirmando que ahora todo lo que importa es que estaré bien.

El ambiente se siente extraño cuando salgo de mi habitación, el olor a desinfectante es lo que más predomina, enloquece mis sentidos y mis recuerdos. Al llegar a lo que supongo es la sala de espera, busco a papá, pero no está. ¿ No qué me esperaba afuera ?

Lo siguiente que pasa no lo comprendo. La doctora me ve con una cara neutra mientras dos hombres; exactamente los mismos que estuvieron en mi casa hace días, me toman de la mano, las suelto inmediatamente que tocan mi piel y me alejo. ¿ Qué está ocurriendo ?

Mi garganta empieza a doler cuando grito, las lágrimas no se hicieron esperar, aferrada a mi arrebato, mis ojos se volvieron charcos de lágrimas, y todo se puso borroso, no pude ver que me decían aquellos hombres, pero sabía que me pedían salir con ellos. No, no, ¡ no !

Me sostuve de una de las columnas de la sala donde me encontraba, evitando que me llevaran, uno de ellos intentó liberarme, pero no lo dejé, no lograba saber si estaba gritando, pero mis súplicas si eran escuchadas, lo sabía por las miradas de las personas alrededor. Pero nadie hacía nada.

¿ Por qué no me ayudan ? ¡ Me está llevando en contra de mi voluntad !

A nadie parece importarme más que a mí y eso me hace llorar más fuerte aún.

El mismo hombre que en su momento evitó que me cortara con los trozos de cerámica, se acercó, liberando mis manos, el otro me sostuvo pegando mi espalda a su pecho, levantándome, me saco del hospital, de la clínica, del lugar donde me encontraba.

Comencé a patalear y moverme bruscamente, pero él era muchísimo más fuerte que yo, me sostuvo firmemente llevándome a una camioneta. Mi corazón palpitante y mi cabeza confundida no paraba de repetirme una y otra vez que escapara.

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Emilia lucia mucho mejor que en la fotografía cuando pasó por las puertas del área de espera. La doctora la guiaba mientras ella sostenía sus brazos, se detuvo buscando con sus ojos algo, o bueno, alguien. Tal vez estaba buscando a su padre.

Lo siento cariño, ya no volverás con él.

El resto de las personas esperando no se inmutaron en ningún momento ante el arrebato de Emilia.

Tuve que implementar un poco de mi fuerza, para evitar que se cayera de mis brazos, intente tranquilizarla hablándole, luego recordé amargamente su diagnóstico, ella seguía igual de alterada. Su respiración empezó a ser irregular, y empezó a entrar en un ataque de pánico. Jonathan abrió la puerta de la camioneta, y yo la dejé en el asiento, rápidamente le indiqué que él era quien iba a manejar mientras yo la calmaba, o lo intentaba.

Entre en la parte de atrás de la camioneta, encontrándome a Emilia hecha una pequeña bolita en el suelo del auto.

— ¿ Cómo está ? —. Preguntó Jonathan mientras el auto avanzaba

— Asustada como una mierda —. Parecía un cachorro asustado y temblando.

Ella escondió su cabeza entre sus piernas después de decir eso. Moviéndome hacia dónde estaba la alcé, colocándola sobre mis piernas, ella empezó a alterarse nuevamente, intentando halarme fuera de ella. Con una mano, busque la primera parte del cinturón, un arnés de pecho, Jonathan y yo habíamos llegado a la conclusión de que esto sería mejor para nuestra futura bebé que la silla de auto. Mi mano sujeta la primera parte del arnés contra su espalda, la otra se liberó en busca de la pieza faltante. Tome ambos lados los uní a ciegas, el sistema de seguridad se activó, apretando un poco, ella no se podía seguir moviendo hacia delante y atrás debido a que este dispositivo se lo impedía. Mantenerla retenida no la calmaba, pero por su seguridad era necesario.



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En el texto hay: estocolmo, ageplay, abdl y ddlg

Editado: 10.09.2024

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