Nuestra Emilia

Capítulo 36

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Recostada en la cama con Axel en mi lado derecho y Jonathan en el izquierdo, mantengo el silencio por un tiempo prolongado. Retener todo lo que pasó me está dañando.

Antes de comenzar a hablar, giro mi cuerpo y sin pedirle permiso a Axel recuesto mi cabeza en su hombro, soltando un largo suspiro, cierro los ojos, debo hacerlo, debo soltarlo.

— Mamá estaba radiante, sus ojos brillaban de felicidad, y yo estaba muy feliz, eso era lo único que importaba. Y yo, a pesar de mi habitual disgusto por las celebraciones, sentía una calidez que me envolvía. Sabía que, para ella, era importante compartir este momento conmigo. Había elegido mi heladería favorita, un lugar que guardaba tantos recuerdos buenos. El problema era que la habían cerrado en la ciudad donde vivía. Pero mamá, siempre tan ingeniosa, había encontrado otra sucursal, un poco más lejos, en un pueblo cercano. Una hora y media de camino nos esperaba, pero la emoción de aquel día lo hacía todo más llevadero.

A mitad del trayecto, el mundo se volvió de cabeza. Un estruendo ensordecedor, un impacto violento que me sacudió hasta los huesos. Vidrios rotos por todas partes, un dolor sordo que me invadía. . . y un silencio sepulcral roto solo por un agudo pitido en mis oídos. Cuando recuperé la conciencia, la oscuridad era total. Mis sentidos estaban aturdidos, mi cuerpo adolorido. Intenté moverme, pero cada centímetro era una agonía. Con un esfuerzo sobrehumano, logré alcanzar mi teléfono y llamar a emergencias. No recuerdo haberlo hecho, pero las imágenes de ese momento quedaron grabadas en mi mente: mis dedos temblorosos deslizándose por la pantalla, la voz del operador que parecía venir de muy lejos. Los sonidos a mi alrededor eran confusos y el pitido en mis oídos se volvía aún más fuerte.

" Mamá, mamá ", susurré con todas mis fuerzas, pero mi voz se perdía en el vacío. Aunque no me lograba escuchar, le hablé a mamá, le llore que había llamado a emergencias y. . . que ya nos venían a rescatar. Quería acercarme a ella, asegurarme de que estaba bien, pero el dolor me lo impedía. Y entonces, la oscuridad volvió a envolverme. Cuando desperté, el pitido había desaparecido. Un alivio inmenso me invadió, pero al mismo tiempo, un miedo atroz. Llamé a mamá una y otra vez, pero no obtuve respuesta. Vi las luces de los bomberos acercándose, sus voces lejanas estaban perdidas en el aire, no escuché las sirenas de los vehículos de emergencia, era como si estuviera sumergido en una burbuja de aire en el mar, envuelta pero ausente. Lejana, en un lugar donde no pertenecía

Desperté una semana después en una cama de hospital, rodeado de cables y monitores. Los médicos hablaban, pero yo no los escuchaba, no podía escucharlos, ni siquiera escuchaba mi propia voz. Y fue cuando me entregaron una pizarra, me explicaron que había estado al borde de la muerte, que mi corazón había dejado de latir durante varios minutos. Habían luchado por reanimarme, al final lo lograron. Pero hubieron consecuencias más allá del vacío silencio al que me habían condenado.

La noticia de qué mamá no había sobrevivido fue un golpe devastador. El dolor era tan intenso que parecía que mi corazón se rompería en mil pedazos, luego. . . —.

Hablé y hablé, solté todo lo que alguna vez había reprimido. El calor de Axel abajo mío, y el de Jonathan a mi lado, me hacían sentir segura. . . amada. Las palabras salían de mi boca sin siquiera pensar. No me detuve al sentir mi garganta seca, ni mucho menos cuando las palabras empezaron a complicarse en mi boca. No pare de hablar hasta que solté todo. Ya no podía retenerlo dentro de mí. Ya no más.

Al terminar de decir todo, los tres nos quedamos en la misma posición un rato más. Yo terminé de secar mis lágrimas y tranquilicé mi respiración, me sentía más liviana, pero muy cansada. De pronto dos labios empiezan a dejar cálidos besos en mi cabeza, frente, mejillas, barbilla e incluso en la nariz. Axel fue el que dejó el beso en mi nariz haciéndome fruncir el ceño.

De pronto, en un rápido movimiento, Jonathan hizo que me sentara, Axel también se sentó, solo que se quedó detrás de mí.

— Te amamos —. Afirmó Jonathan con seguridad. — Y sabemos que. . . bueno, tu llegada con nosotros fue caótica —. Junta mis manos con las suyas — Ahora tú estás con nosotros, no con él. Te protegeremos de cualquier persona que te quiera lastimar y te ayudaremos a superar lo que te sigue doliendo —. — Todo lo que queremos es tu bienestar —.

Mi corazón late fuertemente, el sentimiento de protección que no sentía desde hace mucho tiempo está devuelta. Y se siente bien. Pero algo dentro de mí me hace hacer una pregunta, que tal vez cambie todo. — Si quieren mi bienestar, ¿ por qué no me dejan ir ? —.

Axel y Jonathan se ven a los ojos, como si tuviesen una conversación de manera telepática. Y es cuando, otra vez, me siento como si estuviese atrapada en una burbuja de aire dentro del agua.

— Eres demasiado importante para nosotros —. Empieza. — Y somos lo suficientemente egoístas como para no querer que te vayas —. El cansancio que siento no me deja explotar en ira… una ira ficticia que no tengo.

— Cuando sea el momento. . . podemos hablar acerca de todo eso —. Finaliza.

— Ahora, nena —. Jonathan se levanta de la cama a buscar algo, mientras lo hace siento como el pecho de Axel vibra a mis espaldas, hablando con Jonathan.

— No queremos que escondas nada y menos tus recuerdos —. Jonathan muestra la foto con mamá que tenía escondida.



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En el texto hay: estocolmo, ageplay, abdl y ddlg

Editado: 10.09.2024

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