Él la volvió a ver después de mucho tiempo y quedo pasmado por lo hermosa que se veía.
Se dio cuenta de lo imbécil que había sido por haberla tratado tan mal, por no valorarla y sobre todo, por no protegerla, proteger aquella niña que era su mundo, pero que se dio cuenta de eso muy tarde, cuando ya la había perdido.
Dejo ir a una maravillosa mujer, por solo un juego, juego que le costó la felicidad a los dos, y se dijo:
“No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.”
Ella se encontraba feliz, ya no había tristeza en sus ojos, ni palidez en su rostro, solo felicidad. En ella había nacido nuevamente luz, luz que una vez le fue arrebatada para hacerla regresar, pero con más intensidad.
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Editado: 04.06.2019