Nuestra Hermosa Melodía

Cap. 4

Dylan

Dylan

Eran las 22:00. Mis ojos no podían cerrarse y entrar en un sueño profundo, todavía sentía la textura de sus dulces y suaves labios sobre los míos, lo que provocaba un profundo arrepentimiento por no haberla detenido. Pero el impacto fue más fuerte que mis pensamientos y quedé quieto por unos minutos mientras presenciaba su ida.

¿Qué hubiese pasado si la hubiera besado de nuevo?

Posiblemente comenzaría a vivir un romance con Emma, ya saben, lo normal que se da entre dos jóvenes enamorados. Pero; ¿Será lo que ella desea? ¿El beso habrá sido solamente un impulso del que se sintió arrepentida y por eso se escondió en la seguridad de su hogar? Esas dudas recorrían mi mente, y mis labios comenzaban a extrañar los suyos junto a la calidez de los mismos.

Mañana hablaré con ella, necesito respuestas, es increíble como no fui capaz de retenerla en mis brazos, de preguntarle ¿Por qué me besaste? y escuchar su respuesta que conllevaría a las probabilidades de enloquecer mi pulso o de obligarlo a detenerse.

Salí de mi habitación y caminé lentamente por el pasillo para bajar y tomar un vaso de leche tibia. Sin embargo, me detuve en una habitación que tenía años de no ser ocupada. La nostalgia y la tristeza irrumpieron en mí, cuando coloqué mi mano sobre la perilla de la puerta. Unos segundos después, giré la perilla y entré en aquella sala: La sala de estar de mi padre.

Encendí las luces y miré su sillón favorito, sus libros recopilados en un pequeño estante, y lo que más me recuerda a él, su guitarra. La quité de su estante y me senté con ella en mis piernas, sintiendo la madera del instrumento de mi padre. Mi corazón dio un pequeño vuelco y comence a tocar una de mis canciones favoritas: Say You Won´t Let Go.

[...]

—Dylan... estás muy despistado hoy. ¿Te sucede algo? —preguntó Marcus.

—Nada... sólo, quiero que acabe la mañana —miré mi reloj.

—Y ¿Por qué quieres que se acabe la mañana?

—¿Por qué quieres saberlo? Normalmente eres despreocupado.

—Porque creo que lo que te tiene tan tenso y pensativo es algo, o mejor dicho alguien que entró hace poco en tu vida. Irrumpió en tu corazón y está volcando todo para conseguirse un espacio ahí dentro.

—¡¿Quién eres tú?! Y ¡¿Qué hiciste con Marcus?!

—¡Ya te dije que soy yo! Idiota —rodeó los ojos.

—Es que no es normal que actúes así... como mi psicólogo sin sueldo o algo por el estilo —me crucé de brazos—. ¿A qué se debe tu preocupación sobre lo que sienta o no?

—Porque eres mi amigo —gruñó.— ¿A quién engaño?

—A nadie —ladeé la cabeza.

—Bueno. Es que tengo curiosidad sobre la chica, Emma. La he visto muy juntita contigo y Evelyn piensa lo mismo que yo.

—¿Y qué tiene eso de malo? —es raro que Marcus tenga estas actitudes, me preocupa lo que me vaya a decir.

—Nada... sólo que un imbécil fue su novio... recibió daños de parte suya, su nombre es Allen y desde que rompieron ha acosado a Emma. Espero que ese tipo no se entere de ti y te haga la vida imposible.

—No le tendré miedo... si se atreve a ponerle un dedo encima a Emma o a mí, terminará muy mal.

—Bueno, sólo te advierto... oh, y Evelyn dice que si en realidad amas a Emma; permanece con ella siempre, es una chica fuerte y valiente, pero también es débil. Se preocupa mucho por ella y solamente llevan un tiempo juntas —rió—. De seguro tiene sus razones.

—Ya mucha información escuché, prefiero escucharlo de ella. —Salí del salón al escuchar el timbre. Ya gracias a Dios esta era la última clase del día. Caminé hacia el salón de música y el pasillo estaba vacío; es sorprendente como se van rápidamente los demás. Saqué mis cascos para escuchar música pero; los guardé en el instante que vi a Emma caminando con su hermoso cabello suelto y al ritmo de sus pasos. Corrí hacia ella y toqué su hombro, cuando sus ojos se posaron en mí, quedó asustada y sus mejillas pecosas se coloraron de un hermoso color rojo.

—Me debes una explicación Emma.

—Dylan, yo... perdón por haberte besado ayer —sus ojos se opacaron y bajó la mirada triste, como si estuviese enojado por lo que hizo.

Suspiré y levanté su rostro colocando mi dedo índice en su fina barbilla.

Me acerqué a pocos centímetros de sus labios. —No pidas disculpas por haberme besado, deberías de pedir disculpas por haberme dejado botado en frente de tu casa sin ninguna respuesta por tus acciones. Sus ojos se abrieron llenos de sorpresa y una hermosa sonrisa se formó en sus labios. Sin embargo, no fue una sonrisa que duró mucho.

—Dylan... yo, creo que lo mejor sería que nos diéramos tiempo… para conocernos.




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