Emma
Hoy les exprimieron el jugo, la canción ya la había aprendido pero los demás no tenían ni idea de cómo iba la canción. Me pareció tierno ver a Dylan fallar y negar con la cabeza mientras mordía su labio inferior, y luego volver a intentarlo; en ningún momento se rindió; es perseverante o es terco. Por fin, acabó el ensayo con un desfile de rostros llenos de auto desprecio que salían del salón. Sé que mañana estarán llenos de energía y con deseos de dominar aquello que les hace imposible tocar Linger. Cuando salí de la profundidad de mis pensamientos, distinguí la mirada cabizbaja de Dylan. Sus baquetas colgaban de sus manos y se movían al compás de sus pasos.
—¿Estás enojado contigo mismo?
—No usaría ese término —sonrió, con la mirada baja.
—Entonces... ¿Qué tienes ojitos?
—¿Ojitos? —me miró confuso.
—Sí... ojitos, tienes unos lindos ojos verdes grisáceos —mantuve mi vista en el pavimento, mientras avanzábamos lentamente.
—Oh, gracias —sonrió.
—Bueno... ¿Qué tienes? —volví a insistir.
—Es que tuve un día de lo más raro, además de que me sentí impotente al no poder tocar Linger, primera vez que mezclo pandereta con batería —sonrió—, pero no me rendiré.
—Eso me encanta de ti —agarré mi sombrero y oculté mi rostro junto a mi posible sonrojo y a mi sonrisa complaciente.
—¿Sabes qué me encanta de ti? —preguntó mientras volvía a colocar mi sombrero con sumo cariño y cuidado sobre mi cabeza.
—Nope —respondí mientras me perdía en su mirada serena.
—Todo.
Esas simples palabras detonaron una gran bomba de emociones y deseos. Especialmente, ese deseo de querer demostrarle lo importante que es él para mí, las ansias de querer besarlo y abrazarlo como un adorable peluche. Aunque el pulso de mi corazón me incitaba a hacerlo, no debía, todavía no. No quiero que Allen lo lastime.
Hola Emma.
Me enteré que ahora alguien me ha reemplazado en tu vida, ten esto siempre en mente. No te dejaré ir, tú me perteneces, todavía te amo. Haré lo imposible para tenerte a mi lado, si no quieres que las cosas se pongan peores, no dejes que sean más que amigos. O sinó, me obligarás a actuar.
Pasa un lindo día, preciosa. Allen.
Ya me amenazó a través de un email, incluso me envió una foto; fue tomada en nuestro primer beso. Nos ha estado vigilando y tengo miedo de todas las cosas de las que es capaz de hacer; si hay que ensuciarse las manos, lo hace.
—Emma… —susurró y me introdujo de nuevo en el presente.
—Dylan… —susurré y lo miré con dulzura.
Sonrió ante mi llamado y sostuvo mis manos. Acercándome a él; lentamente, hasta tal punto que nuestras respiraciones se mezclaban. Una vez que estuve a pocos centímetros de él, comencé a ponerme nerviosa, las manos me temblaban y sentía un fuerte calor en mi rostro.
—Emma —volvió a susurrar mi nombre y colocó mi mano derecha en su hombro para luego rodear mi cintura con su brazo y por fin, juntar nuestros labios lentamente.
«No, no, ¿Allen estará vigilándonos? No, no, no; no quiero que le haga algo a Dylan.», ese miedo hacia Allen, logró que cometiera uno de los errores más grandes en mi vida. El miedo y el pánico comenzaron a abrumarme, obligándome a separarme lentamente de él y una ráfaga de viento sacudió los árboles para dejar el ambiente en sumo silencio. Su cuerpo se quedó estático y reaccionó luego de unos segundos, tomándome por sorpresa con una sonrisa.
—Yo... lo siento, a veces olvido que no te sientes lista para empezar una relación; disculpa mi atrevimiento —soltó lentamente su agarre, como si soltase algo que amara tanto y continuó su camino.
Sentí la fuerte necesidad de detenerlo y besarlo, pero; me quedé quieta. Con la mirada sobre su silueta.
Entré en mi hogar, luego de una lenta caminata a mi casa y llegué justo cuando el sol dio su último rayo de luz para este día; acompañando mi dolor con su reluciente resplandor.
—Hola mamá, papá. ¿Qué tal estuvo vuestro día...?
No estaban.
Como supuse, en la cocina estaba una carta estampada en la puerta del refrigerador.
Hola cariño.
Disculpa si no nos encuentras en casa, tu papá y yo estamos con un ligero proyecto de la empresa y regresaremos tarde. Te amamos y la cena está en el horno, espero te guste; hice canelones, tu comida favorita. Pasa buenas noches mi amor.
Con amor, Mamá y Papá.
No pude evitar sonreír al leer la carta pero; sentí nostalgia al recordar cuando me recibía después de las clases de preescolar con un plato de canelones. Abrí el horno y el delicioso aroma de los canelones invadió mi nariz, calenté mi deliciosa cena y me senté en el sillón para disfrutarlo con la primera película buena que encontrase en la televisión: Maze Runner.