Nuestra Hermosa Melodía

Cap. 13

Emma

—Entonces, ¿vendrá ahora? —preguntaron asombrados.

—¡Dios mío! ¡Debo preparar la cena! —gritó mi mamá nerviosa y entusiasmada al mismo tiempo, mientras papá intentaba asimilar lo que había dicho.

—Hija... nunca pensé que fueras tan apasionada e impaciente, creí que ibamos a hacer esto la siguiente semana.

—¡Lo sé! Pero quiero que sea hoy, siento que la siguiente semana será muy ajetreada y por eso quiero aprovechar este día.

—¡Pero pudiste avisarnos hace dos horas! —insistió mi mamá mientras preparaba todo para cocinar su platillo más exquisito; quiere ser una buena suegra.

La simple idea provocó una risa dentro de mí. Mi papá fue a preparar la mesa del comedor y arregló todo para que estuviera limpio y ordenado. Subí las escaleras rumbo a mi cuarto, mientras pensaba que diablos ponerme. Entre mi ropa, encontré un lindo vestido blanco de poco escote, me vestí con unas sandalias y mi típico y amado sombrero negro. Cuando bajé, mamá sonrió.

—Te ves preciosa, cariño.

—Gracias mamá —sonreí.

—Me cuesta creer que hace unos años eras mi querida y dulce niña, ahora te estás convirtiendo en una hermosa mujer —dijo nostálgico.

—El tiempo corre papá, tal vez crezca...

—Pero seguirás siendo mi dulce hija —sonrió.

Caminé hacia él y me recibió con un efusivo abrazo. Sin embargo, fuimos interrumpidos por un destello de luz. Miramos a mamá y había tomado una foto mientras teníamos un hermoso momento Padre-Hija.

—Lo siento, fue imposible no hacerlo —sonrió—, salen adorables —admitió y nos enseñó la foto desde su celular. Salimos perfectos, pero en ese momento, el sonido del timbre resonó por toda la casa; había llegado. Mi pulso se descontroló junto con mis nervios, esto es demasiado importante para ambos y mientras más se acercaba, más nerviosa me ponía.

Miré mi reloj y marcaba las 17:30, puntual. Mis padres fueron a colocar todo en la mesa, llegué a la entrada y le abrí la puerta a Dylan. En el primer instante que crucé miradas con sus lindos ojos verdes, mi corazón casi enloqueció y por si eso fuera mucho para mi cardio, sonrió con su lindo encanto.

—Hola Emma.

—Hola Dylan —sonreí—. Pasa.

Asintió y entró. Una vez dentro, sujetó mi mano y caminamos hasta la sala del comedor, la mesa estaba encantadora y el delicioso platillo de mi madre lo hacía ver aun más encantador, miré a Dylan y estaba pasivo.

—Wow... me sorprende que estés tranquilo.

—Tenerte cerca logra que olvide los nervios del asunto —volteó a verme. Sonreí ante su sincera declaración y entraron mis padres.

—Buenas tardes Dylan. Es un gusto conocerte, Emma ha hablado mucho sobre ti; toma asiento —dijo mamá con una cálida sonrisa.

—Buenas tardes, un gusto conocerla Señora White —sonrió.

—El gusto es mío, mi esposo llegará dentro de poco.

Y justo en ese instante, mi padre entró. Compartió miradas con Dylan, Dylan se levantó y recibió a mi padre.

—Un gusto conocerte muchacho —dijo papá con una voz llena de autoridad pero al mismo tiempo de amabilidad.

—Igualmente Señor White —sonrió Dylan y tuvo un amistoso apretón de manos con mi padre, a pesar de que este lo miraba con detenimiento.

Luego comenzamos a cenar.

—Wow, la cena está deliciosa Señora White —mencionó Dylan, complaciente.

—Gracias —sonrió agradecida.

—Y... dime Dylan, ¿qué te gusta hacer? —en ese instante, mi padre lanzó su primera pregunta.

—Bueno... me gusta la música. Soy el baterista del grupo musical del instituto, me gusta dibujar, leer y hacer deporte en mis tiempos libres. Apoyo a mi madre con el hogar y claro, también estudio.

—Muy bien, ¿qué clase de música escuchas?

—Escucho rock, alternativo, pop, acústico, instrumental, bachata y electro.

—Tienes buenos gustos muchacho, hasta me atrevería a decir que compartimos los mismos gustos —sonrió. Ver a mi padre sonreír me hizo feliz; le estaba agradando Dylan.

—Gracias —sonrió.

—Dime Dylan, ¿Qué deseas estudiar en la Universidad?

—Quiero estudiar Arquitectura. Me encanta crear, innovar; incluso escribí una pequeña novela hace unos años y tengo un cuaderno de dibujos. Si Dios me lo permite, deseo ser un arquitecto de renombre en el país—sonrió con esperanza.

—Tienes buenas ambiciones—sonrieron.

—Se los agradezco, todo lo que sé; se lo debo a mis padres.

—Ahora que me detengo a pensarlo, sólo habías mencionado a tu madre. ¿Y tu padre? —preguntó mi padre con curiosidad.

—Oh... el falleció a mis 12 años de edad. Mi madre y yo sufrimos mucho por su partida; pero no quiero contagiarles mi tristeza —sonrió nostálgico—. Son recuerdos duros de mi pasado.




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