Nuestra Hermosa Melodía

Cap. 14

“Antes que te vayas. Quiero que sepas que volveré a conquistar tu corazón, ahora que alejaste a Dylan de ti.”

Genial. Me despierto y lo primero que mi subconsciente me recuerda son aquellas palabras, debo avisarle a Dylan. Agarré mi celular y busqué el contacto de Dylan, pero; me detuve al ver un mensaje de un número desconocido.

—Buenos días preciosa, quiero que sepas que me enoja que hayas invitado a Dylan a conocer a tus padres y nunca lo hiciste cuando anduvimos, en fin; arruinaré tu relación con él. TÚ eres mía.

—Intentalo si quieres, gilipollas

Gruñí de la ira e impotencia que provocaba en mí, es un infeliz. Le mandé una captura de esa “conversación” a Dylan.

—Lamento enviarte esto como un “Buenos Días” pero es necesario que lo sepas… Allen planea algo y no quiero que nos lastime

Mordí mi labio llena de impotencia, hasta que luego de unos segundos me contestó.

—No te preocupes Emma, haga lo que haga lo evitaremos. No nos separará, aseguralo. Olvidando este maldito asunto, ¿cómo amaneciste?

—Además de esto, todo bien.

—Tus palabras me dicen que sigues mal por esto, ¿te gustaría salir hoy? Tú propones

—Aww que tierno, claro. Vayamos en la tarde al…

—… ¿al?

—¡Estoy pensando!

—Ok ok, ya

—¡Vayamos a un parque de diversiones!

—Como usted mande mi reina, iré a buscarte a las 16:30.

—¡Vale!

Incluso en estos momentos de temor, sabe como sacarme una sonrisa.

Saqué mis casquillos y me dispuse a escuchar música, sentada en el techo. El sol irradiaba su luz desde el horizonte, no soporté las ganas y le tomé una foto.

—¡Emma! Ya está el desayuno, cariño.

—Ya bajo —grité.

Entré a la casa y me preparé para ir a desayunar.

[…]

—¿Vendrá a las 16:30? Vale —contestó convencido.

—Sí, solo faltan unos minutos para que venga.

—Bueno, iré a hacer las compras del mes con tu mamá, ten cuidado y deja todo cerrado.

—Entendido papá —lo abracé y subieron al auto, justo cuando Dylan llegaba.

—Hola Matthew —sonrió.

—Hola Dylan, espero que disfruten la tarde. Cuídala.

—No se preocupe, siempre lo hago.

Papá asintió y se fueron en el auto.

—Hola —sonrió y besó mi mejilla.

—Llegas a tiempo —reí.

—Me gusta ser puntual, ¿vamos?

—Sí, solo déjame ponerle llave a todo para evitar que algún pringado robe la casa.

Asintió en mi respuesta y entré para comprobar que todo estuviera cerrado y protegido.

El día estuvo tranquilo y bello, disfruté toda la tarde junto a Dylan; incluso nos encontramos con Zack y Gwen, hicimos una “cita doble”.

 

—Gracias por todo, Dylan —lo abracé.

—No hay de qué, hermosa —sonrió y me rodeó con sus cálidos brazos—. Siempre me encargaré de sacarte sonrisas, incluso cuando creas que tu mundo se viene abajo—apretó mi mejilla con cariño.

—¿Qué hice yo para merecerte?

—Tu pregunta es obvia —rió.

—¿Ah sí?

—Claro que sí —me miró.

—¿Cuál es? —sonreí.

—Sí que te gusta obligarme a hablar de más —mordió con cuidado mi cuello. Provocando risas y empujones entre ambos.

—Vamoos, dime. ¿Qué hice yo para merecerte?

—Ser mi refugio cuando me sentía abandonado —sonrió nostálgico—. Estar aquí, conmigo, volverte alguien importante para mí; alguien indispensable en mi vida. Ser mi compañía en momentos difíciles, enserio; te amo demasiado y te mereces todo de mí.

Cada palabra provocaba que mi pulso enloqueciera, y no miento. Dylan, parece un personaje sacado de un cuento de hadas, parece casi perfecto, casi perfecto que no siento que sea de este mundo, al menos para mí; lo es. Lo miré a los ojos, a esos hermosos ojos verdes grisáceos que tanto me enamoran y con un sumo cuidado y cariño, sostuve sus mejillas en mis manos; su mirada se ablandó ante mi contacto y sin pensarlo dos veces. Le agradecí con una muestra de afecto.

 

 

—Emm, hermosa. Ya llegamos—parpadeé varias veces hasta recuperar toda mi visión y despertar completamente.

Accidentalmente, me había dormido en su espalda.

—Ya, ya, ya desperté.

Descendí de su espalda, abrí la puerta y entramos a la sala de mi hogar.

—Bueno… ya debo irme Emm —sonrió.

—¿Tan pronto?

—Sí, ya es noche; tonta —rió—. Hasta mañana, hermosa.

—Hasta mañana, amor —salté a sus brazos y lo besé.

Me sostuvo a su altura, manteniéndome con la ayuda de sus manos que sostenían mis piernas con fuerza y cuidado. Al finalizar el beso, me deslizó lentamente hasta que mis pies tocaron el suelo. Sonrió por última vez y se fue de mi casa.




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