Nuestra Hermosa Melodía

Cap. 24

—¿Mamá? ¡Mamá!

Moví su cuerpo inerte demasiadas veces, no respondía. Sostuve sus manos y las apreté con fuerza.

Me habían quitado a la mujer que me trajo al mundo, la mujer que me crío con amor y paciencia, ahora sí estaba solo. Cerré sus ojos y levanté su cuerpo.

—¡Joven! Ya lo he llamado tres veces y no responde.

—¿Qué quiere?

—Lamento su pérdida, necesito saber si quiere testiguar contra los autores del asesinato de su madre.

—Bueno.

Luego de unos largos minutos, llegó la maldita ambulancia.

Emma

No puedo creer que hayan matado a Celia, una madre amorosa, ejemplar y gentil. No entiendo, como las buenas personas son las que se van más rápido, abandonando a las personas que las aman. Me destrozó por dentro, ver a Dylan en ese estado de desesperación, frustración y tristeza. Me dolía bastante.

Era tanto el impacto en él, que no se percató de la llegada de los policías y la batalla que tuvieron contra esa mafia. Mis padres llegaron y me alejaron de la escena para evitar que me dispararan, mientras Dylan seguía dentro de aquella burbuja con su madre a punto de morir.

Su tío intentó sacarlo del trance pero fue imposible, repetía “Mamá” en pequeños susurros, hasta que todo acabó. La ambulancia llegó y cuando Dylan la vio, mostró un gesto llen de fastidio. Arrestaron al líder de aquella mafia y a Allen tras haber dejado malheridos a sus subordinados, se podría decir que para ellos todo acabó bien.

—Dylan… —susurré.

—Ve, cariño —dijo mi padre.

Arqueé una ceja y los miré confundida.

—Dylan te necesita más que nunca. Si no estás ahí para él, puede romperse como un vaso de cristal —comentó mamá.

—Vale. Gracias.

—No te preocupes, hija. Te esperamos mañana en casa.

Todos tuvieron una hermosa noche que acabó bien, para Dylan; acabó en tragedia.

Cargó a su madre en brazos hasta la ambulancia y caminé a su lado.

—Lamentamos llegar tarde —sacaron la camilla.

—Demasiado tarde —masculló.

Miré su rostro y tenía impreso sentimientos negativos: ira, tristeza, dolor, odio. Suspiró con pesadez y colocó a su difunta madre en aquella camilla.

—Le haremos la autopsia, ¿deseas hacerle un entierro o cremación?

—Entierro, ella deseó ser enterrada —dijo cabizbajo.

Acaricié su mano y enlacé nuestros dedos. En ese pequeño contacto, me dedicó una pequeña sonrisa.

—Mañana, puedes retirarla mañana en la tarde. Buenas noches —cerró las puertas de la ambulancia.

—¿Dylan?

—Quiero ir a casa —sollozó.

Agarré su mano y comenzamos a caminar hacia su casa, pero su tío nos detuvo a mitad del camino.

—Los llevaré a casa, es peligroso que caminen solos a estas horas.

—Vete de aquí, no quiero verte.

—Dylan, yo, lo sien…

—¡Es tu culpa! ¡Tu maldita culpa! ¡Mi madre murió por tu culpa! Mejor te hubieras quedado donde sea que estabas, era más seguro para nosotros que estuvieras lejos.

—Dylan, perdóname —comenzó a llorar.

—¡Largo!

Mike silenció y se fue, dejándonos a solas.

—Fuiste un poco duro con él. Sólo quería protegerte.

—Pero sólo logró lo contrario, no quiero verlo por ahora. Ahora que me doy cuenta, ¿por qué no te fuiste con tus padres?

—Me dieron permiso para quedarme contigo, me necesitas.

Sonrió con pesadez y enlazó nuestras manos para irnos a su casa. Al llegar, preparó las camas y me brindó una camisa y un pantalón para dormir.

—Dormirás en el cuarto de mi madre. Buenas noches, linda.

—Vale. Buenas noches, amor —besé sus labios y me dirigí a la habitación de Celia.

Deseo dormir con él, estar ahí para él, consolarlo. Pero, desea privacidad y no puedo negárselo.

 

Desperté y miré la hora en mi celular, marcaba las 01:00. Tengo sed, espero encontrar algo de beber.

Salí de la habitación y caminé en completo silencio por el pasillo. Cuando llegué a las escaleras, Dylan se levantó exaltado y pude distinguir su voz entrecortada.

—M-Maldita pesadilla. M-Mamá…

Su respiración se entrecortó aún más y su llanto no se hizo esperar. A la mierda mi sed. Entré a la habitación de Dylan sin dudarlo dos veces, encontrándolo sentado sobre su cama, abrazando sus piernas. Usando únicamente un pantalón para dormir.

—Dylan —acaricié su cabeza.

—La quiero de vuelta —alzó la mirada y lo abracé con fuerza, correspondiéndome al instante.

Sus lágrimas humedecían mi hombro mientras expulsaba todo su dolor, lo separé de mí y lo miré directamente a sus hermosos ojos, unos ojos verdes que se encontraban casi apagados.




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