Nuestra historia

3. El heredero de los Peeters y... futuras uniones

—Adiós, Jade. —Me despido. Finalmente hemos acabado el segundo día de tortura. Y esto apenas comienza. Me adentro a la casa y me dirijo directamente a la habitación. Simplemente me tiro a mi cama.

—Melissa, necesito que te arregles. Iremos a un evento, viste algo decente y formal. Tienes una hora. Sebastián pasara a buscarte y te llevara al lugar.

—¿Qué celebramos esta vez?

—Uno de mis viejos amigos dará una gala benéfica.

 —¿Con el objetivo de…?

—Ayudar a las personas desempleadas. Son los Peeters, cariño.

 

Solo asiento y la veo retirarse. Me dirijo a mi armario y de tan solo pensar que tengo que escoger algo de aquí me causa jaqueca. Busco mi celular en mi bolso de la escuela y marco su número. Me contesta de inmediato.

 

—Hola, querida. ¿A qué se debe tu llamada?

—¿Estas ocupada? Porque necesito de tu ayuda.

—A ver cuéntame.

—Tengo un evento, una gala benéfica. No sé qué utilizar.

—A ver, querida. Cambiamos a videollamada. —Le acepto la videollamada y la veo hermosa como era de esperarse de Alessandra Ricci, la diseñadora favorita de mi madre —. Ni siquiera te has cambiado querida.

—No tengo idea de por dónde empezar si te soy sincera.

—¿Algo que sepas de que vaya la gala?

—Ayudar a los desempleados.

—Eso no me ayuda.

—A mi menos, Alessandra.

—No nos estresemos querida. Déjame buscar ideas. —La veo abrir su computadora. Me dirijo a mi laptop y busco algún tipo de peinado.

( * * * )

—Sei dannatamente bella —escucho que formula Alessandra. Al final se decidió por un vestido rojo de tirantes que a media pierna está abierto que no había utilizado antes con unos tacones negros.

(Sei dannatamente bella = Te ves malditamente hermosa)

— Grazie —sonrió —. Haces un increíble trabajo, Alessandra.

—De nada. Debo demostrar de lo que estoy hecha, mia ragazza —responde.

—Enserio te lo agradezco. Sabes que no soy buena en esto de la ropa.

—Ya lo sé recuerdo cuando combinaste un vestido de otoño para una época veraniega.

—Si, sí. Adiós, Alessandra.

—Adiós, mia ragazza. Cuídate.

 

Salgo de mi habitación, pero antes agarro mi celular. Bajo a la cocina y busco algo rápido para comer. Siento como mi teléfono vibra en mi mano.

—Buenas —escucho la voz de Jade al otro lado de la linea —. ¿Por qué no me habías contestado los mensajes?

—Soy una señorita ocupada.

—Aja, claro. Y a mí me gusta leer.

—Hablo enserio tengo una gala benéfica a la que asistir.

—Oh, que aburrido.

—Si ya lo sé. Es con los Peeters.

 

Escucho la bocina de un auto —. Llego Sebastián, debo irme.

—Me dejaras solo y abandonado. Que mala.

—Ay cállate.

—Tomate varias fotos, quiero ver cuan horrorosa te ves.

—Para que sepas Alessandra hizo magia.

—Bueno que Alessandra te ayudo. Pues te debes ver bien

—Adiós, Jade.

—Vale, trata bien a los Peeters —dice con coquetería. «Pendejo»

 

Sube nuevamente a mi habitación para ponerme los tacones y me tomo una foto rápida frente a mi espejo. Bajo rápidamente y abro la puerta principal de mi hogar.

—Hola señorita, Rawson. ¿Cómo se encuentra hoy?

—Hola Sebastián. Bien. ¿Y tú?

—Muy bien, señorita.

—Ya te he dicho que no me agrada que me llames señorita.

—Y yo le he respondido que no me agrada faltarle el respeto.

—No es faltarme el respeto es una orden, una orden que no has acotado.

—Vamos, Melissa —sonrió.

 

Sebastián es un joven de 28 años, es el guardaespaldas de mi madre, pero después lo mando a cuidarme el me lleva a este tipo de eventos y me ayuda cuando lo necesito. Cierro la puerta de mi casa, me dirijo al auto y entro en la parte delantera del coche.

—Si su madre la viera ahí me mataría.

—Mi madre no está aquí. —Lo escucho bufar. Lo veo manejar y simplemente me distraigo observando fuera de la ventanilla.

—Hemos llegado, Melissa.

 

Bajo del auto y simulo alisar mi vestido —. ¿Crees que me veo bien, Sebastián?

—Se ve excelente señorita.

—Toma mi teléfono. —Le tiendo mi teléfono para que lo guarde. —Todavía estamos a tiempo de escapar, ¿seguro que quieres ir, Sebastián?

—Señorita es su deber ir, es una fiesta para compartir con los Peeters.

—No me jodas. ¿De nuevo tratando de emparejarme con alguien? Que ni siquiera conozco.

—Su madre solo desea que se lleve bien con el heredero de su viejo amigo.

—Claro para luego ponerme un anillo.

Volteo a verlo y me está observando mal. —¿Qué?

—Su madre y el señor Adrián Peeters están caminando hacia acá.

—¿Qué?

—Si, ya vienen a darle la bienvenida señorita. Compórtese como la señorita Cunningham que es.

Trato de ignorar el hecho de que menciono mi primer apellido. —¿Me veo bien? ¿Tengo algo en los dientes? —pregunto mientras le sonrió para que me responda.

—Melissa te ves excelente. Relájate y solo se tu.

—Cada vez que termino siendo yo en una de estas galas te recuerdo que las cosas terminan mal, siempre.

Lo veo reír y simplemente me toma por lo hombros y me volteo y veo a Elizabeth Rawson mirarme de pies a cabeza y a Adrián Peeters sonriéndome gentilmente.

—Buenas tardes, señor Peeters. Mucho gusto volver a verlo. —Lo saludo amablemente y le tiendo mi mano, pero el hombre me atrae hacia el para abrazarme garbosamente y me da un beso en cada mejilla.

—Hola Melissa, ¿Cómo has estado?

—Bien, señor Peeters.

—No, me hables de señor dime Adrián.

—Ok, se… Adrián.

—Y bien la noche es corta y no queremos hacerlos esperar, entremos, te encantara.

 

Mi madre y Martin se voltean para encaminarse a la gala —. Está listo para cualquier cosa que pase por si salgo corriendo nos vamos de una vez—. Le susurro a Sebastián y lo veo negar.




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