"El sol volvió al amanecer con la misma furia de siempre, un fuego líquido sobre el azul intenso del cielo. Al día siguiente, la vi caminar de nuevo hacia la tienda. Ya no llevaba las botas de vaquero, sino una vestimenta más sencilla, más adecuada para el calor asfixiante de la vereda.
> Esta vez no esperé. Cuando se acercó al mostrador, me atreví a hablar. Le pregunté qué quería, y me dijo que su madre la había mandado a comprar las cosas para el desayuno. Mientras le daba lo que necesitaba, aproveché el momento.
> "Oye, ¿cuántos años tienes?", le pregunté.
> "dieciocho", respondió. Luego, su mirada se detuvo en mí y me devolvió la pregunta. "¿Y tú, cuántos tienes?"
> "veinticuatro", respondí.
> El silencio se hizo por un momento. La diferencia de edad, un abismo entre un adulto y un adolescente, se sintió de repente. Yo ya casi terminaba el bachiller; ella, apenas se había graduado de primaria. Pero en ese cruce de caminos, algo comenzó a cambiar entre nosotros."
"Sullys se fue a su casa, y yo seguí mi rutina. El día transcurrió con la normalidad de siempre: la tienda, mis amigos, la cancha de fútbol. Mi mente no se detuvo en ella más de lo necesario; tenía otras cosas en la cabeza.
> Al día siguiente, lo primero que hice fue ir a ver a mi novia. Teníamos solo quince días de relación, pero las últimas semanas habían sido un caos por el viaje de mis padres y la mudanza. No habíamos podido compartir más de siete días juntos, y sentía que tenía que compensarlo.
> La visité, y en ese momento, el mundo volvió a su cauce. La vereda, la tienda y la mudanza quedaron en un segundo plano. Mi única preocupación era mi relación, y recuperar el tiempo perdido. La vida, a pesar de la llegada de Sullys, seguía siendo la misma."
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Editado: 16.09.2025