"La noche se acercaba y el partido había terminado. Ni perdimos ni ganamos gaseosas; el empate se sintió agridulce. Después de ducharme, me puse a pensar en lo que mi novia me había dicho. ¿Le gusto a Sullys? ¡Qué va! No se fijaría en mí, pero ¿por qué había dicho eso? La pregunta me rondaba la cabeza, sin respuesta.
Me puse a ayudar a mis padres en la tienda, como todos los días, cuando la vi. Era ella, Sullys. Su cabello negro, suelto y ondulado, y su piel morena brillaban bajo la luz de la tarde. Sus ojos cafés me miraron con una seriedad que no era de enojo, sino de certeza. Con su metro sesenta de estatura, parecía más pequeña, pero su presencia llenaba el lugar.
Venía a comprar las cosas para la cena, y yo no la había visto en todo el día. Sabía que tenía que aprovechar el momento. La pregunta salió de mi boca antes de que pudiera pensar.
'¿Por qué le dijiste eso a mi novia?', le pregunté, directo y sin rodeos.
'Porque sí', me respondió casi de inmediato, sin vacilar.
La respuesta me desarmó. No había enojo, ni arrepentimiento, solo una verdad simple que ella no quería explicar.
'Ella no te merece', me soltó, como si fuera la cosa más obvia del mundo.
'¿Y tú sí?', le pregunté, sorprendido.
'Tampoco', me respondió.
Tomó las cosas que había comprado, me dio media vuelta y se marchó. Me quedé de pie, en el silencio de la tienda, con un torbellino de preguntas en mi cabeza. En ese momento, entendí que Sullys no era solo un personaje, sino una fuerza que había llegado a mi vida para cambiarlo todo."
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Editado: 16.09.2025