Nuestra Historia

CAPITULO 8: LA RABIA Y LA CONFRONTACIÓN

"Mi mente se quedó en blanco. La parálisis duró solo unos segundos, pero se sintió como una eternidad. Cuando reaccioné, la confusión se transformó en una rabia que me quemaba el estómago.

​'¿Cómo es posible?', le grité, mi voz rompiéndose. '¿Cómo puedes decir que sales con alguien más cuando hace unos días te estabas quejando de una chica que no tiene nada que ver?'

​Ella me miró, y no había arrepentimiento en sus ojos, solo una frialdad que nunca le había visto.

​'Te dije que no quiero continuar con esta farsa', me respondió, su voz era un cuchillo. 'Y la verdad es que sí tiene algo que ver. Me di cuenta de que ella te dice las cosas de frente, como son. En cambio, tú siempre andas con tu tienda y tus partidos de fútbol. Yo quiero alguien que me preste atención'.

​Las palabras me cayeron como un balde de agua fría. La furia me subió a la garganta.

​'Entonces la pelea no fue por celos, ¿verdad?', le dije, mi voz se había vuelto baja y tensa. 'Toda esta semana me estuviste haciendo la vida imposible por una mentira, para terminar conmigo. ¿Es eso lo que te parece tan gracioso? ¿Qué pensabas, que iba a llegar y te iba a suplicar?'

​Ella no respondió. Simplemente se dio media vuelta y entró a su casa, dejando la puerta cerrada detrás de ella. Me quedé parado en la calle, el corazón latiéndome con una mezcla de rabia, desilusión y un dolor que no me esperaba. El sol, que había sido mi compañero fiel en la vereda, se sintió más frío que nunca."

Volver a casa fue como llegar a un refugio. Desde el momento en que crucé la puerta de la tienda, mis padres supieron que algo andaba mal. No necesité decir una palabra; el dolor en mi cara lo decía todo. Me preguntaron qué había pasado, y la rabia y el dolor me ahogaron la voz.

Les conté todo, la verdad que mi novia me había soltado, la razón detrás de su enojo, y cómo me había mentido. Mis padres me miraron con una tristeza que me partió el alma, pero no dijeron nada. Y en ese silencio, encontré la fuerza que necesitaba.

Después de desahogarme, me puse a ayudarles en la tienda. La rutina, los olores familiares de la alfarería de mi padre y el ajetreo del vecindario se convirtieron en mi refugio. El trabajo en la tienda, el aroma a tierra mojada y a horno caliente, todo eso me ayudó a olvidar, aunque fuera por un momento, lo que acababa de pasar.

La tarde estaba a punto de empezar, y el partido de fútbol me ofrecía una nueva esperanza. Volver a la cancha y jugar, la idea de sentir la pelota en mis pies, se convirtió en mi único objetivo. Era una oportunidad para escapar, para ser yo mismo de nuevo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.