CAPITULO 15: PRIMER DIA DE AMOR EN LA ESCUELA

Una punzada de decepción me atravesó cuando vi la lista de salones. Mi nombre estaba en el grado noveno, y el de ella en el sexto. No estaríamos en el mismo salón, y una parte de mí se sintió vacía. Pero el pensamiento duró solo un segundo. No importaba. Estábamos en el mismo lugar, bajo el mismo techo, y eso era todo lo que importaba. Nos separamos con una sonrisa, prometiendo encontrarnos en el recreo.

Cuando sonó la campana del recreo, la busqué entre la multitud de estudiantes que corrían por el patio. El ruido era ensordecedor, pero mis ojos la encontraron de inmediato. Ahí estaba ella, tan bonita como la recordaba, con su cabello negro y ondulado brillando bajo el sol. Me acerqué, y la sonrisa en su rostro hizo que mi corazón se sintiera en casa.

Compartimos la merienda que ella había traído. Nos sentamos en una banca, y la conversación fluyó con la naturalidad de siempre. Me contó sobre su salón, sus nuevos compañeros y lo mucho que le gustaban sus clases. Yo le hablé de mis profesores, mis amigos y el partido que tendría en la tarde. El tiempo voló, y el fuerte sonido del timbre nos interrumpió, anunciando el fin del recreo. Nuestros ojos se encontraron, y una sensación de felicidad se instaló en el aire. Sabíamos que, aunque teníamos que separarnos, nos volveríamos a encontrar.

De vuelta en el salón, la voz del profesor se convirtió en un murmullo lejano. Mi mente no podía concentrarse en los libros; solo pensaba en ella. Un recuerdo perduraba en mi mente: su sonrisa, el beso en la vereda. Me sentí como si estuviera flotando en un sueño. Solo me concentré cuando llegó la hora de la salida. Mi corazón latió con fuerza al volver a verla.

Nos fuimos al parque que estaba justo al lado de la iglesia, un lugar con bancos de madera y árboles antiguos. Mientras esperábamos a mis padres, hablamos de nuestro segundo día de novios. La palabra me hizo sonreír. Hablamos de la alegría de estar juntos, de la emoción del primer beso. Era un momento de paz en medio del caos del primer día de clases. Y en ese instante, en ese pequeño parque, me di cuenta de que mi vida había cambiado para siempre, y que cada día con ella era el inicio de una nueva y emocionante aventura.