NARRADDO POR SULLYS
Esa noche, el silencio de mi cuarto era un castigo. No tenía a Kevin, no tenía mi libertad, solo tenía mis pensamientos. El día había sido un infierno, y la rabia que sentía por la ex-novia de Kevin me quemaba por dentro. Me sentía atrapada en un laberinto sin salida, con mi mundo perfecto en ruinas.
Caminé hacia la ventana, el aire de la noche era fresco. La luna iluminaba la vereda y el silencio de la noche me obligó a pensar. Y en mi mente, un recuerdo tras otro, un torbellino de emociones, desde el día que llegué a la vereda.
Recordé mi llegada, la incertidumbre de un nuevo lugar, y la primera persona que conocí: Kevin. Supe de él por su mirada curiosa, su voz medio ronca y su sonrisa que me hizo sentir en casa. Él era moreno, con el cabello bastante ondulado, y sus ojos cafés claros brillaban con una honestidad que me hacía querer confiar en él de inmediato. Era delgado y un poco más alto que yo, más o menos 1.70 metros. Desde el principio noté que el fútbol era su pasión. Lo veía jugar por las tardes en la cancha frente a su casa, moviéndose con una agilidad que me impresionaba. Después de los partidos, me gustaba verlo con sus amigos, debatiendo cada jugada, cada gol fallado, como si fueran los comentaristas de un partido en vivo.
Recordé los días que pasamos juntos. Las risas en el río, los juegos de fútbol, las conversaciones en la tienda. Recuerdo la primera vez que me confesó sus sentimientos, la primera vez que me besó. Me sentía tan feliz, tan viva, tan yo. Por primera vez en mi vida, no tenía que fingir ser alguien que no era.
Pero como todo lo bueno, duró poco. Y en un abrir y cerrar de ojos, la felicidad que sentía se desvaneció. La rabia me invadió de nuevo. La rabia de saber que la ex-novia de Kevin, una persona que ni siquiera me conocía, había arruinado todo. Pero al mismo tiempo, sentí un alivio. El secreto ya no existía, la farsa había terminado. Y aunque el camino por delante era incierto, sabía que Kevin estaría conmigo.