Después de seis meses, el dolor de la rodilla era solo un recuerdo. Me había recuperado por completo, y la rutina de siempre regresó a mi vida. La escuela, la tienda, el fútbol... todo era igual, pero con una diferencia: el amor de Sullys y yo era más fuerte que nunca. Habíamos aprendido de nuestros errores, y ahora, nuestro amor era un secreto que guardábamos con celo.
Todo marchaba a la perfección hasta que sus padres lo descubrieron de nuevo. Esta vez no fue por un chisme. Me contó que su padre la había encontrado revisando su mochila, y había encontrado una nota de amor que yo le había escrito. El mundo se nos vino abajo.
La última confrontación
En medio de la noche, su padre la llamó a su cuarto. No era una charla, era una confrontación. Su voz, que siempre había sido un murmullo suave, ahora era un grito.
"¿Por qué, Sullys?", le preguntó. "¿No te bastó con lo que pasó hace seis meses?"
Ella, con la voz ahogada por las lágrimas, intentó explicarse. "Papá, te juro que no es lo que crees. Kevin y yo somos amigos".
Su padre la miró, y en sus ojos no había compasión, solo una furia que me partió el alma. "¡No me mientas!", le gritó. "Me traicionaste, y ahora, si no terminas con él, te juro que te envío donde tus tíos. Te vas a olvidar de él, te vas a olvidar de esta vereda, te vas a olvidar de todo."
Sullys, con la voz temblorosa, le respondió: "¡No! No voy a dejarlo. Papá, por favor, nuestro amor es real, no podemos..."
Su padre la interrumpió, con una voz llena de furia. "O terminas con él, o te vas. La decisión es tuya." Y sin decir una palabra más, se fue, dejándola sola en el cuarto, llorando en silencio.
El día siguiente fue el más largo de mi vida. Me encontré con ella en la escuela, y su rostro estaba pálido, sus ojos llenos de lágrimas. Me contó lo que había pasado. Me contó que su padre la había amenazado con enviarla a vivir con sus tíos si no terminaba conmigo. Me sentí impotente, sin saber qué hacer. Lo único que me quedaba era luchar, no por mí, sino por ella.