Nuestra Historia

CAPITULO 36: Mamá, voy a arreglar esto

Llegué a casa sin poder ver bien, el trayecto desde la escuela fue un borrón. Entré a la tienda, y el ambiente estaba cargado. Mi mamá estaba allí, con los brazos cruzados, y su rostro era una mezcla de furia y preocupación. Seguramente, Su mamá la había llamado inmediatamente después de la reunión en la dirección.

"¿Qué pasó ahora, Kevin?", me preguntó, con una voz baja pero cortante. "Me llamó la mamá de sullys, dice que estaban en la dirección... ¿Qué no aprendemos a ser discretos?"

No le respondí con evasivas, no había tiempo. Mi rabia por ser descubierto se había transformado en una determinación fría. Puse mis manos sobre el mostrador, apoyando mi peso, y la miré a los ojos.

"Voy a hablar con el papá de Sullys," le dije, y mi voz salió firme, sin temblar.

Mi mamá se quedó de piedra. "¿Qué dices? ¿Estás loco? ¡Si lo haces, va a ser peor, se van a enojar más de lo que ya están!"

"No me importa," insistí. "Mamá, estoy harto de esconderla. Cada vez que nos ven, la castigan, y ahora la quieren enviar lejos. Ella me dijo que ya no puede más, y yo tampoco. No puedo seguir siendo un fantasma para ella. Lo que tenemos es real, y si voy a perderla, quiero que sea porque pelee por ella, no por miedo."

Me acerqué a ella, bajando el tono, rogándole con la mirada. "Si voy solo, me va a ignorar o a gritar. Necesito que vengas conmigo. Necesito que vean que no soy un muchacho escondido, sino un hombre que quiere hacer las cosas bien. Por favor, mamá. Necesito tu apoyo, si no lo hago, la pierdo para siempre. Y no voy a poder vivir con eso."

Mi mamá me miró por un largo momento. Pude ver el conflicto en sus ojos: la amistad de toda la vida con los padres de Sullys, el miedo al escándalo, y luego, el dolor de su hijo. Respiró hondo, y se llevó las manos al rostro.

"Ay, Dios mío, Kevin," suspiró. "Sabes que esto nos va a traer problemas, ¿verdad? Y sabes que si el papá te dice que no, la decisión será final."

"Lo sé," le dije, con una certeza que ni yo sabía de dónde venía. "Pero no puedo quedarme de brazos cruzados, ama."

Finalmente, cedió. Con un gesto de derrota, pero también de inmenso amor, se quitó el delantal de la tienda. "Está bien. Ponte tu mejor camisa. Vamos a ir a hablar con ellos. Pero si las cosas se ponen feas, no me culpes."

Salimos de la tienda, y el sol de la tarde nos golpeó en la cara. El camino a su casa nunca se había sentido tan largo. No éramos solo un par de vecinos yendo a charlar; éramos un ejército de dos, marchando a una confrontación que definiría mi futuro.



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En el texto hay: romance accion aventura

Editado: 10.10.2025

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