Nuestra Historia

CAPITULO 38: El Pacto bajo la Lupa

El silencio que siguió a mi declaración fue tan fuerte que podía escucharlo. Sentía la humedad en mis manos, pero ya no me importaba. Empecé a hablar, con el corazón latiendo desbocado, explicando lo que sentía por Sullys. Les aseguré que mi amor venía con respeto por ella y por su familia, y que jamás la distraería de sus estudios. Les prometí que no era un obstáculo, sino un compañero que la apoyaría en su camino hacia la universidad.

La madre de Sullys no dijo una palabra, pero sus ojos hablaban por ella. Me miraba con una preocupación helada, una mezcla de miedo por el futuro de su hija y el dolor de verme allí. Su padre, con una seriedad que me heló la sangre, finalmente rompió el silencio. No querían que su hija tuviera novio; temían, como lo había imaginado, que se desconcentrara, que su camino hacia la universidad se viera truncado. Argumentó que una relación, a nuestra edad, era solo una distracción.

La tensión en la sala era insoportable. Sentí que el aire se agotaba con cada argumento de tu padre. Yo estaba listo para una negación rotunda, para la expulsión de su casa.

Pero entonces, después de un largo suspiro que pareció durar una eternidad, tu padre nos miró con una expresión que era mitad resignación, mitad advertencia mortal.

"Está bien", dijo, con voz firme y final. "Pero esto es un periodo de prueba. Si vemos que sus notas bajan, si su disciplina en los estudios cambia o si se desconcentra por ti, la relación se termina. Entendido?"

El alivio me golpeó con la fuerza de un trueno, pero inmediatamente fue reemplazado por el peso de la condición. Sullys y yo nos miramos. En sus ojos, vi la misma mezcla de triunfo y terror que sentía yo. Era un ultimátum que ponía a prueba nuestro amor contra el futuro que sus padres tanto anhelaban para ella. Aceptamos sin dudar, con la cabeza en alto. Aquella noche, bajo la luz de un foco tenue en su sala, sellamos nuestro pacto. Sabíamos que, a partir de ese momento, nuestra historia no solo sería nuestra, sino que estaría bajo la lupa de las expectativas, con la promesa de que nuestro amor solo podría sobrevivir si Sullys, la niña estudiosa del pueblo, seguía brillando.

La carga del éxito

Mi caminata a casa con mi mamá fue en un silencio de victoria tensa. Ella no me regañó; solo me dijo, con la voz baja: "Ahora, Kevin, tienes que cumplir tu palabra. La pusiste en juego."

El regreso a la rutina fue una nueva guerra silenciosa. Nuestro amor se transformó en un mecanismo de precisión. En el colegio, nos encontrábamos, sí, pero no para besarnos; nos encontrábamos en la biblioteca, revisando libros de texto. El recreo, que antes era para el microfútbol, ahora era para repasar temas de biología o matemáticas. La presión era brutal. Cada prueba, cada examen, no era solo una nota; era un referéndum sobre nuestra relación.

Cuando hablábamos por teléfono en las noches, no había espacio para los suspiros largos. "¿Ya estudiaste para el examen de química? ¿Repasaste el ensayo?", eran las nuevas frases románticas. Yo me obligaba a ser el guardián de su disciplina, sabiendo que mi felicidad dependía de que ella siguiera siendo la mejor estudiante. El miedo a ser yo la causa de su fracaso, a ser la "distracción" que sus padres temían, era un tormento constante. Sentía el peso de su futuro sobre mis hombros, y eso, irónicamente, nos unió más que cualquier beso a escondidas. Nuestro amor se había vuelto una responsabilidad de tiempo completo.



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En el texto hay: romance accion aventura

Editado: 10.10.2025

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