Nuestra Historia

CAPÍTULO 51:Peso del Contrato: Una Vida Entera en un Papel

Firmé. La tinta se secó en el papel y, de repente, el peso de todo lo que había vivido se disolvió en un inmenso suspiro de alivio. Ese contrato de seguridad, ese pedazo de papel, no era solo un sueldo; era la prueba tangible de que mi vida, nuestra vida, no había sido un error. Me quedé un momento sentado en la silla, sintiendo el aire acondicionado de la oficina, tan distinto al calor sofocante de la vereda, y me permití mirar hacia atrás.

​El Secreto y el Grito de "Estoy Harto"

​Parece que fue ayer cuando todo era un susurro. Recuerdo la inocencia de los primeros besos, la adrenalina de vernos a escondidas, y luego, el terror de la amenaza de tus padres. El silencio de la primera separación nos mató. Sentí que si nos perdíamos, sería por el miedo, no por falta de amor. Y por eso, cuando nos atraparon en las gradas, la rabia fue más fuerte que la prudencia.

​Esa reunión en la dirección, la cara de tu madre, la frustración... me llevaron al límite. "¡Estoy harto, Sullys! Voy a hablar con tus padres." Fue un grito de guerra, una declaración desesperada de que prefería la confrontación a la agonía de ser un secreto. Y así vino el "pacto bajo la lupa": nuestro amor condicionado a tus notas. Fue la primera vez que entendí que amarte significaba proteger tu futuro, no solo tu corazón.

​El Uniforme, el Barro y el Sacrificio

​El verdadero calvario llegó después. La vida de casados en nuestra casita humilde fue una ilusión breve. La ladrillera... el barro se convirtió en mi prisión. Recuerdo levantarme a la una de la mañana, el frío cortándome la piel, el olor a arcilla y el peso en mis hombros. Yo trabajaba como un animal, pero los 200 mil pesos semanales apenas alcanzaban. La humillación de ver que mi esfuerzo honesto no era suficiente me obligó a tomar la decisión más dolorosa: alistarme en la Policía.

​Los doce meses de servicio fueron un exilio. Extrañé cada rincón de nuestra casa, cada momento contigo. Mi mente estaba en ti, sabiendo que mi sueldo ridículo te obligaba a ayudar a mis padres en la tienda, mientras tú ponías tu sueño de enfermería en pausa. Fue un sacrificio brutal, pero la disciplina y el uniforme me dieron una fuerza interna que el barro nunca pudo.

​El Aguacero Final y el Frío de la Ciudad

​Creí que al volver, mi nueva mentalidad conquistaría la ladrillera. Pero la realidad me escupió en la cara. El aguacero que destruyó nuestros ladrillos fue la derrota final, la prueba de que la vereda no nos iba a soltar sin pelear. El grito de frustración que solté bajo esa lluvia no fue por el dinero; fue por el futuro que se nos escapaba.

​Y así, tomamos la decisión más difícil: irnos juntos. Dejar atrás la casita que tanto nos costó pagar, el último abrazo con mi madre en el terminal, el puñado de billetes que me dio con lágrimas. La llegada a Bogotá fue un shock. El frío cortante, el caos, y la primera humillación: los gritos de la señora en la casa de mi hermano. Nos miramos en ese rincón, preguntándonos si habíamos cometido una locura.

​Recuerdo la vergüenza de buscar cartones en la basura para poder tenderlos en el suelo, para que el frío no nos congelara mientras dormíamos. Recuerdo el rechazo del primer empleo por ser "costeño". Cada rechazo era una puñalada.

​La Promesa Sellada

​Pero ahora, todo eso tiene sentido. El dolor del barro, el rigor del uniforme, la humillación del cartón... todo me trajo aquí. Este trabajo, ganado con la ayuda de un viejo amigo y la honestidad que no me permitió rendirme, es nuestra segunda oportunidad.

​Este contrato es el primer paso para terminar con los cartones, para pagar un colchón de verdad, y más importante, para que Sullys pueda retomar su último semestre de Enfermería. Mi mano está firme, mi alma está en paz. No vine a la capital a buscar comodidad, vine a la guerra. Y con este contrato, tengo mi primera arma. La incertidumbre ha terminado. La lucha apenas comienza.



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En el texto hay: romance accion aventura

Editado: 13.10.2025

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