16 - Nov - 25
Darek
El domingo me despertó con un martillo en la sien y un vacío en el pecho que no era resaca de ron, sino de treinta mil almas gritando mi nombre. La adrenalina se había ido y quedaba el silencio.
Abrí los ojos. El techo de nuestro apartamento. Oír los ruidos de la cocina me ancló a la realidad. Volvíamos a vivir los cuatro juntos y, aunque era un caos, funcionaba. Era ruidoso, desordenado... pero era nuestro hogar.
-¡LEVÁNTENSE, DORMILONES! -bramó Adriana desde la cocina, su voz rebotando en las paredes. Juraría que la oí golpear un sartén- ¡Las arepas no se van a hacer solas y ustedes pesan!
-Oh por Dios, estoy muerto... -me quejé, tapándome la cara con la almohada.
-¡Deja de quejarte y ayúdame a servir, Darek Alexander! -volteé a verla. Estaba en su modo "mamá gallina", batallando con el queso rallado.
Mateo y Vlad aparecieron detrás de mí, despeinados y con caras de zombis.
-¿Quién se murió? -preguntó Vlad, rascándose la barriga.
-Tú, si no pones la mesa -disparó Adri.
Entre los tres comenzamos a ordenar la sala, recogiendo vasos, papeles y los restos de la celebración de anoche. Inevitablemente, salió el tema.
-Verga, Darek... -soltó Mateo, pateando una lata- Esa dedicatoria. De pana, te pasaste de sádico. La gente se quedó helada.
-¿Sádico yo? Yo solo dije la verdad -bufé, sirviéndome un café que necesitaba con urgencia.
-¡Ni yo respiraba! -dijo Adriana, volteando una arepa con más violencia de la necesaria- Casi se me quema la masa por tu culpa, ¿sabías?
Vladimir solo apilaba los platos -Treinta mil personas coreando la nueva letra. Eso no fue un concierto. Eso fue un entierro público, chamo.
El aire se cargó. Adriana apagó la hornilla, congeló la espátula y se giró. Me clavó la mirada.
-Darek. -Su voz bajó, seria- Hablando claro. ¿De verdad ya no sientes nada por Gabriela?
El nombre cayó como una piedra en un pozo. Los chamos se callaron. Tomé un trago largo de café. Quemaba.
-Queda... un eco, ¿sabes? -respondí finalmente- El fantasma de la vaina. Pero ya no pesa. Es como una canción que te gustó burda, pero que ya no pones en tu playlist. Va a desaparecer. Llegó rápido, y así mismo se va a ir.
Adriana me sostuvo la mirada un segundo más y luego asintió, satisfecha. Volvió a lo suyo.
-¡Bueno, suficiente drama por hoy! -Mateo cortó la tensión- El punto es que la rompiste, campeón. Fin de la historia. ¡Ahora denme comida, que muero de hambre!
Cómo extrañaba esta vaina. Las risas escandalosas de Vlad, las arepas "exquisitas" (a veces quemadas) de Adri, la seriedad de Mateo... estos tres locos eran mi ancla.
Mateo, por supuesto, rompió la paz con su agenda mental.
-Por cierto, el lunes toca presentarse en la academia. Empiezan las matrículas y Dalia va a hacer un evento gigante. Dicen que es la sorpresa del año.
Alcé las cejas. Mateo lo decía con una emoción que parecía un niño esperando Navidad. Y sí, la Academia era mi segunda casa. Mi punto de partida.
-Quizás de eso quería hablar Dalia conmigo -solté.
-¿Hablaste con Dalia? -preguntó Vlad.
-Yes. Me llamó al celular justo cuando aterrizamos.
-¡Ah, bueno! ¡Seguro quiere que le saques información! -chisteó Vlad- Tú eres su consentido.
Me reí. Dalia era mucho más que eso.
*
Después del desayuno, el apartamento se me hizo chiquito. Necesitaba aire. Necesitaba la moto.
Encender el motor y salir a la calle fue una sola cosa. Caracas me pegó en la cara, como siempre. El viento frío colándose por el casco, el olor a asfalto mojado y a pan dulce de la panadería de la esquina. Cada semáforo, un recuerdo.
La ciudad estaba igual... pero yo no.
Pasé por "Joema Burguer", el templo sagrado de nuestras matanzas de hambre después de clases en la academia. Sonreí dentro del casco. Crecí aquí, me rompí aquí, y aquí aprendí a armarme de nuevo. El Darek que se fue huyendo de Gabriela ya no existía.
El Darek que volvía... estaba a punto de descubrir quién era.
Cuando llegué a la academia, el guardia me saludó con una sonrisa que casi nunca le veía. Al cruzar la puerta de la oficina de Dalia, ella se levantó de la silla con una energía que ya quisieran los de primer ingreso.
-¡Darek Alexander! ¡Mi estrella prófuga! -me envolvió en un abrazo tan fuerte que sentí que volvía a tener dieciocho.
-Dalia, ¿cómo está? -le dije, soltando esa risa nerviosa que me sale cuando alguien me demuestra tanto cariño- Volver se siente... raro. Diferente.
-Estás diferente -dijo ella, analizándome-. Creciste. La gira te sentó bien. ¡Ahora cuéntamelo todo!
Me preguntó por la gira, por los conciertos, por la presión. Hablé y hablé, y me di cuenta de cuánto necesitaba soltarlo.
-Estoy tan orgullosa de ti -me dijo, con los ojos brillando- Pero, chamo, no sabes lo que has hecho.
-¿Qué hice ahora? -pregunté, bromeando.
-¡Volviste la academia famosa! -se rió- Las solicitudes de otros países son una locura. ¡Todos quieren estudiar donde estudió Darek!
Me reí, un poco incómodo -Vaina... yo solo hago música, Dalia.
-Y por eso... -se inclinó hacia adelante, con la mirada cómplice- Tenemos un patrocinador. Anónimo. Soltó una cantidad de plata... absurda. Vamos a abrir becas, Darek. Becas de verdad para chamos con talento que no tienen cómo pagar.
Eso sí me pegó -Wow. Dalia, eso es... increíble.
-Lo es. Y ahí entras tú. Estamos habilitando el Salón de Eventos. Quiero cerrar el año con una gala para presentar a los nuevos becados. Y te quiero a ti como el artista principal. ¿Qué me dices, mi estrella?
No tuve ni que pensarlo.
-Dalia, usted sabe que sí. Cuente conmigo y con la banda. Le ponemos música a esa fiesta.
-¡Sabía que dirías eso! -me tomó las manos- Este año será enorme para ti. Ve y escribe ese próximo álbum.
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Editado: 30.12.2025