Nuestra oportunidad

Capítulo 9: ¿Y mi equipaje?

El taxi nos dejó delante del enorme rascacielos donde se encontraba el que sería nuestro departamento por varias semanas. El frío de la noche calo en mis huesos, no estuvimos mucho rato a fuera, pero de igual forma me estaba congelando.

—¿En serio soy la única que se está congelando? —Pregunte mientras frotaba mis manos sobre mis brazos, para poder transmitirme algo de calor.

—Sí.

Agarré la manigueta de la maleta y la arrastré al interior del vestíbulo, no iba a seguir esperando a que todos bajaran su equipaje. El frío que había sentido fue reemplazado por el calor que emanaba el interior, hice el registro y esperé a que me dieran las 3 tarjetas con la que tendría acceso. 

La ubicación del departamento estaba en el nivel 20, llamé al ascensor y esperé a que todos entraran. Josh, que estaba más cerca de los botones, pulsó el de nuestro departamento. 

 

Cada uno tenía su propia habitación, y lo mejor de todo eran las vistas, podía contemplar los demás edificios o incluso ver las personas caminar por la calle; se veían tan pequeños.

Antes de depositar la maleta en una esquina de la habitación, la abrí para buscarme una ropa más abrigada y no congelarme cuando fuéramos a cenar, el mundo se me vino encima cuando solo había ropa masculina —la cual en mi vida había visto— y no tenía mi neceser, y las prendas que con tanto esfuerzo había seleccionado; ya me había resultado difícil elegir lo que me llevaría como para perder mi equipaje. 

—¡Ahh! —solté un grito de frustración— ¿Dónde está mi equipaje con toda mi ropa?

La primera en aparecer por la puerta fue Jess, quien me miró preocupada y soltó una gran carcajada cuando vio la valija abierta.

—¿Sabes al menos de quién es?

—No

Ella se acercó más, cerró el equipaje y empezó a registrar su exterior. Mi ilusión se esfumó cuando no encontramos nada que nos dijera quién era el propietario de la ropa.

—Te puedo prestar ropa, de algo debe servir que compartamos la misma talla.

—Gracias.

Jess me dejó unos jeans blancos, una sudadera rosa pastel y una chaqueta de cuero negra, mi atuendo lo complete con las botas largas que había traído puestas. 

—Me dejas el gorrito tan mono que tienes —ella me miró como si no supiera de cual le estaba hablando—. Ya sabes, ese que tiene un pequeño pompón en la parte superior, blanco y que tenemos a conjunto. 

—No sé si lo guarde en la maleta, sabes que los gorros no me gustan del todo porque me hacen ver rara.

Jess tenía toda la razón del mundo, determinados gorros la hacían ver demasiado rara, pero de igual forma utilizaba alguno. Abrió la maleta en el piso y empezó a buscar en su interior, del fondo sacó el gorrito blanco de lana y me lo lanzó.

Mientras me miraba en el espejo y me colocaba el gorro, mi móvil empezó a vibrar. Lo saqué del bolsillo trasero, dudé por unos segundos si contesta o no, porque era un número el cual no tenía agregado a mi lista de contactos.

 —¿Vas a contestar o qué?

—Sí, solo estaba pensando.

Ella asintió y yo al final deslice el dedo aceptando la llamada.

—Hola —fue lo primero que dije.

—¿Angie?

—Sí, soy yo —contesté algo dubitativa— ¿Quién eres?

—Perdón, soy Cody.

—Sigo igual que al principio.

—Bueno, soy el chico que tiene tu equipaje.

—Supongo que tú has de tener mi maleta, ¿verdad?

«Mis ojos se iluminaron, al escucharle decir aquello. ¡Iba a poder recuperar todas mis cosas!»

—Sí, ¿nos podremos ver mañana? Necesito recuperar mi ropa con urgencia

—Claro que sí.

—¿Te iría bien ir a Central Park?

—Sí.

—Perfecto, adiós.

Cuando colgué la llamada, salimos de la habitación de Jess y nos reunimos en el comedor. 

 

Al final fuimos a comer a un McDonald’s, ya que era uno de los sitios más cercanos. Además, hacía meses que no probaba alguna hamburguesa —todo se resumía a la absurda dieta que decidí empezar—.

En esta sociedad de hipócritas vale más una persona delgada con una cara bonita, que su salud ―tanto física como mental― esta dejaba de importar. Mientras que la persona que está en su peso ideal la juzgan porque no encaja en sus estándares de “belleza”, esto acostumbra a generar demasiada inseguridad y odio hacia su cuerpo, ¡el cual es perfecto!

En mi caso, al ser animadora, el mundo piensa que tiene derecho a juzgar mi cuerpo; aun cuando siempre he estado en mi peso ideal. La gente que me rodeaba me hizo creer que debía trabajar más mi cuerpo porque mi vientre no era del todo plano porque tenía algún “rollito”, el cual les resulta incómodo. Y no entiendo porque algunas personas se creen con el derecho a criticar a los demás y a otros les resulta extraño e inaudito encontrar aquel “defecto” en el cuerpo de una mujer.



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En el texto hay: jovenes, amigos, amor

Editado: 13.06.2021

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