—Vamos, ya he comprado los boletos—Danyel me toma de la mano y nos dirigimos hacia el interior de la estación.
—¿A dónde iremos?—pregunto curiosa y analizo la estación. Hace algunas semanas, puede que meses que llevo sin venir aquí.
—Tan solo disfrutemos del viaje —susurra. Las personas empiezan a agruparse. El tren está llegando. La emoción arriba mi cuerpo.
»¿Por qué tan repentina invitación a viajar en tren?—desvío mi atención una vez que chequeamos los boletos.
—Recuerdo que te traía paz hacerlo. Anoche me pareció que lo necesitaras—el detalle le causa un brinco a mi corazón, mas la mención de la noche de ayer me forma un nudo en la garganta.
»Oye,—llama mi atención y toma una de mis manos con la suya, entrelaza nuestros dedos,—solo quiero que te sientas a gusto con mi compañía. Sé cuan complicado puede ser este reencuentro.—elevo ambas cejas y sonrío.
—Entiendo.
El tren se detiene frente a nosotros. A pesar de la agrupación de pasajeros esperando que las puertas sean abiertas, son pocas personas las que toman el tren para llegar a sus destinos. Danyel nos dirige hacia el final del vagón, donde tomamos asiento, uno frente al otro. Dejo mi bolsa en el sillón desocupado de al lado y miro por breves segundos a través de la ventana de cristal como vamos dejando atrás la estación.
—¿Qué miras?—le pregunto a Danyel al atraparlo observándome.
Se toma su tiempo para responder.
—Intento analizarte. Ha pasado mucho tiempo, varias cosas deben de haber cambiado.
—No tanto la verdad,—respondo,—solo he seguido mi ritmo.
»¿Que tal tú?.
—No ha cambiado nada por aquí —esta vez él observa el exterior,—te lo aseguro.
Muerdo el interior de mi mejilla ante su penetrante mirada. Luego relaja su rostro en una sonrisa.
¿Acaso su confesión es una indirecta?
¿Querrá hacerme saber que los sentimientos estan intactos?
Decido no anticiparme. Saco mi móvil de la bolsa junto a los audífonos de cable. Siempre he sido partidaria de que estos viajes renuevan el alma si se hacen con la correcta música. Le doy play a Las flores que me das, de Xavibo. Una de mis canciones preferidas para viajar. Me coloco solo un auricular para prestarle atención a Danyel.
—¿Aún boxeas?—le pregunto curiosa para instalar un nuevo tema de conversación entre nosotros, también para conocer un poco que ha estado haciendo.
—¿Qué te hace pensar que no?—su sonrisa arrogante es la respuesta.
»En octubre empiezo con las batallas—confiesa con entusiasmo.
Recuerdo cuan entusiasmado le mantuvo siempre este deporte, cuan centrado en progesar. De por si, los estudios nunca fueron lo suyo, su talento estaba al cien por ciento en el boxeo. Supongo que lo sigue estando.
—¿Tú, en que te has especializado además de la aficción por las ciencias?—eleva ambas cejas, se me escapa una carcajada y me apoyo en el espaldas del asiento.
—Ahora también escribo—le confieso.
—¿Libros?
—Historias, sí.
Veo a Danyel sonreír y me gustaría saber que estará pasando por su mente en estos momentos.
—¿Por qué sonríes?—me atrevo a preguntar.
—Solo quiero saber si te has inspirado en mí, para escribir algo.
—¿Podrías ser menos arrogante?
—Dejaría de ser yo.
»¿Lo has hecho?¿Escribir algo inspirada en mí?
—No.
—Auch. Yo que pensaba que realmente dejé huellas ahí —dice y toca con el dedo índice el lado izquierdo de mi pecho, donde yace mi corazón que palpita con más velocidad por su toque.
—Las historias que escribo no tienen porque estar vinculadas con la realidad que vivo.—digo y quito su mano. Danyel se apoya en el espaldar de su asiento, con los ojos abiertos lo más que puede.
—Entonces, si que dejé mi huella en tí.
Me ha atrapado.
¿Cómo esquivo el rumbo que está tomando la conversación?
—Sí, la dejaste—me callo la parte de que la huella que dejó en mí no fue la que me hubiese gustado. No me sentiría bien si arruino el momento, por segunda vez.
Aprovecho el silencio, puesto que ninguno de los dos salvará el momento, y saco de la bolsa mi cuaderno de apuntes. Donde esribo las ideas que me brotan en la mente de un momento a otro. Donde tengo una lista de mis metas de este año.
Tacho la de perdonar, a pesar de que mi actitud puede ser por momentos tanjante con respecto a Danyel; empiezo a disfrutar de su compañía, sin sobrepensar las cosas, sin segundas intenciones; tan solo permitirle acompañarle.
—¿Qué tienes ahí?— me sobresalto por su repentina acción. Danyel se ha sentado en el sillón de al lado, dejando mi bolsa en el asiento que antes ocupaba. Analiza por varios minutos con su cabeza ladeada la página que mantengo abierta.
»Lista de propósitos para el dos mil veinte y tres —lee y lo cierro de inmediato dejando el lapiz dentro para marcar la hoja.
La mirada curiosa de Danyel sube hasta mis ojos. No me pasan desapercibidos los segundos que detiene su mirada sobre mis labios.
—¿No me dejarás leer?—inquiere acercando su rostro demasiado al mío.
—¿Por qué deberías hacerlo?.
—Porque me interesa saber que tanto han cambiado tus metas—confiesa con la voz ronca.
—Ya veo.
—¿Puedo oír al menos?—toma el audífono libre en sus manos. Tengo que acercarme más aún. Danyel espera paciente por mi respuesta. Asiento y se coloca el auricular. Nuestros rostros, uno al lado del otro, están perfectamente alineados.
—Has cambiado tus gustos musicales—expresa mientras escuchamos Sentirse especiales de Xavibo.
»Un punto que ya no tenemos en común.
—Xavibo y Rels B son mis dos nuevos amores.
—¿Eso no significa que superan a las canciones que solíamos escuchar juntos de Melendi, cierto?—su voz es ronca y yo trago grueso por los recuerdos. Bajo la mirada y observo nuestras manos rozándose, a pesar de estar quietas. El calor que desprende la suya a la mía. Nuestro contacto.
—No, no las superan.
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Editado: 25.04.2024