—No lo sé Ehan. Sabes que tu padre me odia— le dijo Hanna a Ehan con resignación.
Ella estaba sentada sobre las piernas de él, en el sofá. Cuando Ehan termino de hablar con su madre decidió hablar directamente con Hanna.
Si querían que su relación creciera, debían ser totalmente honestos el uno con el otro. O al menos eso intentaba.
—No más de lo que yo lo odio a él. Pero si algo he aprendido últimamente es a creer en las segundas oportunidades — dijo abrazándola más por la cintura— no estoy seguro de poder perdonarlo, pero le quiero dar una única oportunidad para que no pierda a sus nietos; pero si tú dices que no, apoyare tu decisión, amor.
—Odio a tu padre, pero nuestros hijos no merecen que los alejemos de su abuelo solo porque él y yo jamás podremos llevarnos bien— ella suspiro mientras una de sus manos se enrollaba en el cuello de Ehan— Ya había pensado en la posibilidad de volver a enfrentarme a tu familia y...
Ella se calló por un momento. El típico nudo se estaba apoderando de su garganta al igual que siempre que pensaba en Sebas.
—No te mentiré. Me asusta Ehan, la primera vez sabía que pasara lo que pasara, mis hijos iban a estar conmigo junto con Sebas. Pero esta vez el ya no está y ahora sé que me puedo apoyar en ti, pero... — ella le tomo una mano y la coloco sobre su corazón.
Ehan la miro con dolor, el corazón de Hanna estaba muy agitado solo de pensar en Sebas. Ella seguía sufriendo por su perdida.
—Lo extraño. Él fue mi apoyo por mucho tiempo y cambiar eso... es difícil. Pero sé que puedo confiar en ti. Ahora sé que no te iras de mi lado nunca más...
—Nuca mi vida— la interrumpió Ehan pegando su frente a la de ella— Métetelo en la cabeza. Te amo y de ahora en adelante puedes apoyarte en mi tal y como yo lo hare contigo. Juntos... en las buenas y las malas.
Hanna lo miro con ternura. Era imposible de negar como amaba a ese hombre.
—Lo se amor. Por eso creo que debemos de darle una última oportunidad a tu padre. No hay nada que él pueda hacer para separarnos. Esta vez no tenemos nada que perder.
Ehan sonrió con ilusión y admiración. La fortaleza y la pureza de su chica siempre lo dejarían con la boca abierta. Él le quería dar una segunda oportunidad porque era su padre, únicamente por ese motivo. Pero Hanna lo quería hacer porque era lo correcto.
Ella se inclinó un poco y lo beso en los labios con ternura. Los rozaba con los suyos para después depositar un pequeño beso en ellos.
Ehan tenía una de sus manos en su cintura y con la otra le acariciaba de forma distraída los muslos a Hanna.
Ella lo tomo por el nudo de la corbata y lo beso con más fuerza; Ehan abrió la boca dejándola a ella dirigir el beso mientras sus manos comenzaban a colarse por un lado de la falda hasta llegar a su trasero.
Hanna gimió en su boca al sentir su mano helada contra su piel caliente.
—No sabes lo tentadora que te ves con estas faldas— le dijo Ehan separándose un momento. Movió su boca y comenzó a besar la clavícula de ella. Hanna solo se sostuvo de sus hombros y se dejó hacer con una sonrisa en los labios.
El bajo un poco más y le beso los pechos por sobre la camisa, los mordió un poco antes de subir a la boca de ella y tomarla nuevamente.
La beso por un par de minutos y luego se separó jadeante por la falta de aire. Hanna estaba en las mismas condiciones, pero las sonrisas en los sus rostros de ambos lo decían todo.
Eran felices.
Durante toda la semana fue así. Ehan y Hanna siempre se escapaban para besarse en alguna esquina de la oficina; todo eso de mantener la relación en secreto tenía sus ventajas.
La adrenalina que sentían al besarse con la puerta cerrada, pero sin llave sabiendo que en cualquier momento alguien podía entrar y descubrirlos.
Pero ya no tenían nada que esconder. Si la gente se enteraba, no les importaba, a los únicos que protegían eran a los gemelos.
La tarde del miércoles Hanna estaba sacando unas copias en el área de papelería. Era unos documentos que se ocuparían para la presentación del viernes y debía dejarlos listos ese día.
El cuarto de fotocopiadora estaba solo; únicamente se encontraba ella fotocopiando siete folios iguales, sin nadie más.
Pero no estuvo sola mucho tiempo. Ehan salió de su oficina y cuando no la encontró en su puesto la fue a buscar hasta encontrarla.
Llego al área de papelería y se imaginó que podría estar fotocopiando documentos, o en el área de archivos. Fue primero al cuarto de fotocopias y ahí la encontró.
Ella le estaba dando la espalda mientras ordenaba las copias. Ehan se apoyó en el marco de la puerta solo la observarla. No podía creer que esa mujer fuera suya.
Era tan hermosa, siempre estaría agradecido por haberse levantado tarde aquel primer día de universidad.
Entro en silencio y cerró la puerta evitando que ella se diera cuenta.
Se acercó de forma sigilosa y la abrazo por la cintura haciendo dar un pequeño salto.
Hanna se llevó una mano a la boca para evitar gritar mientras Ehan enterraba su rostro en su cuello. Ese día ella llevaba un moño por lo cual su cuello queda a merced de su boca.