Nuestra última primavera

Capítulo Tres

Andy

 

 

Verla dormir me tranquiliza. Su expresión facial se relaja, y sus labios se entreabren. Mueve los ojos debajo de los párpados, probablemente en una pesadilla. Su rubio cabello está hecho un remolino por toda la almohada, y no me molesta tener que hacerme pegado al borde con tal de dejarla estirarse. 

 

Pasan unos minutos. Luego unas horas. A eso de las siete de la mañana, su teléfono empieza a vibrar. Ella se despierta, y yo finjo hacer lo mismo.

 

Levanta su móvil, y contesta con una mueca. Agudizo el oído para percibir algo de lo que dice la otra línea.

Es la mamá de Miles la que llama. A Liezl se le empañan los ojos inmediatamente, pero toma aire y lo retiene. Decido dejar de mirarla.

Me levanto y voy a la cocina, y mientras bajo las escaleras de la pequeña casa, puedo oír a Liezl haciéndose la sorprendida y llorando por el teléfono.

Me parte el corazón oírla llorar. Es como ver a un cachorro abandonado.

Pongo cereal en dos platos hondos, y los lleno con leche. Ese va a ser el delicioso desayuno del día, me vale lo que diga la nutricionista de Alice. Menos mal no está aquí. Calculo cuántas horas de vuelo le faltan a los chicos.

Se fueron a eso de las 2 de la mañana, y el avión despegaba a las 4. Les falta más o menos doce horas. Lo siento por ellos. Estar en un avión catorce horas sin saber qué les espera cuando bajen, debe ser horrible. En unas horas lo experimentaremos nosotros.

Liezl baja descalza, con los ojos rojos y el cabello en una moña.

-Ya lo sabe.

-¿Qué sabe exactamente?- pregunto, dándole la espalda.

-Que Miles ha muerto- la crudeza con la que lo dice me hace querer desaparecer.

-¿Te dijo cómo murió?

-En un incendio en Flinn Street. Me preguntó si sabía qué hacía Miles por allí.

Me volteo hacia ella. 

-Dije que no tenía idea- responde ella a algo que ni siquiera tuve que preguntar.

-Muy bien.

-¿podemos repasar lo que tengo que decir? Me toca estar allá en una hora.

-¿En donde?

-En la morgue. Fran me pidió que la acompañara.

-Ok. ¿Cuándo fue que lo viste por ultima vez?- digo, poniendo voz de policía

Liezl se muerde el labio y se esfuerza como si fuera un examen de colegio.

-Lo vi acá, en casa. Él dijo que iría afuera unos minutos, y luego volvería.

-¿Dijo para qué salía?

Negó con la cabeza.

-Bien. ¿Dónde te encontrabas a las doce de la noche?

-Aquí, con el mejor amigo de Miles. Me quedé dormida esperándolo.

-¿Tienes alguien que lo compruebe?

-él mismo.

Asiento, satisfecho al oír todas las respuestas correctas.

-¿Él mencionó algo en algún momento sobre Rob Hastings?

Liezl traga saliva y niega.

-Tienes que trabajar en eso. Ninguna muestra de debilidad- le digo con suavidad. Ella asiente, firme- Listo. Yo creo que estarás bien.

Ella suspira aliviada. Se sienta en la mesa, y se devora los cereales. La imito.

-¿Los chicos han dicho algo?- me pregunta, alzando la cabeza.

Miro mi teléfono, y leo los mensajes de Alice en voz alta

-Nadie les ha dicho nada, no hay nada sospechoso, pero ya pasaron varias veces la noticia del incendio. Al parecer el fuego destruyó toda la casa.

Liezl se para y prende el viejo televisor que reposa en el mesón de la cocina. Un sitio poco convencional para poner un televisor, pero así somos nosotros.

La lógica no se aplica en nosotros. Son cuatro (Todos menos Miles y yo) los que viven en una casa de dos. Tenemos un televisor en el mesón de la cocina. Todos estudiábamos en la misma universidad. Todos crecimos juntos. Somos como sextillizos.

Bueno, éramos.

Ahora somos quintillizos.

Con el control de mando, ella busca las noticias, y preciso en ese momento vemos una toma del incendio que causé esta madrugada.

La casa está negra. No se ve absolutamente nada de ella. Es poco probable que encuentren el cuerpo entero de Rob, y de Miles.

Tal y como lo supuse, la señora del noticiero informa que hay dos cuerpos completamente quemados y casi irreconocibles, uno del famoso Rob Hastings, un político corrupto que se alejó de los medios al ser acusado de violación, y otro de Miles Thatcher, un joven de veinticuatro años recién graduado de Georgetown College.

El aire se vuelve más ligero al ver una foto de Miles en el noticiero. Sus envidiables ojos azules reluciendo a juego con su cabello rubio rojizo. Su mentón siempre cuadrado, y su sonrisa siempre encantadora.




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