Nuestra última primavera

Capítulo Cinco

Alice Leigh

Me despierto a las cinco de la mañana debido a mis pesadillas. Desearía volverme a dormir así sin más, pero sé que no va a funcionar. Tengo demasiadas cosas en qué pensar.

¿Mi mejor amiga se iba a casar?

Miles ha muerto.

Andy parece seguir enamorado de Liezl.

Wes ha tenido ataques de pánico desde que mató a Rob Hastings.

Mis padres ya saben que no estoy comiendo.

 Suspiro y me volteo con cuidado para no despertar a Lee. Ha tenido unos días horribles ultimamente, al igual que todos. Se merece descansar aunque sea unas horas más. Me levanto en puntitas para no hacer ruido, y salgo al balcón a tomar aire. 

Santiago de chile se alza ante mis ojos con todo su esplendor, y más allá se ven Los Andes cubiertos de una suave cubierta blanca sin importar que sea primavera.

Desde esta altura todo se ve tan pequeño e indefenso... Es increíble lo que la humanidad ha podido hacer durante todo el trayecto de nuestras vidas. Construir imperios, ciudades, muros. Todo desde la nada. Nosotros hemos construido todo esto.

Así como también hemos destruido muchas cosas.

 

-¿Alice?

-¿mh?

Me volteo y veo a mi mejor amiga sentada con los ojos entrecerrados mirándo el paisaje desde dentro. Se ve deprimida, pero esforzándose para no mostrarlo. Lástima que la conozca demasiado bien.

-Hola - le digo, saltando sobre su cama. Ella sonríe con timidez.

-Hola.

-¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?

Ella se encoge de hombros, y mira la pared a su lado.

-¿Dónde estamos?

-en Chile

Me mira como si le hubiera pegado en el estómago

-Enserio. ¿Dónde estamos?

-En Chile- repito riéndome. Liezl me lanza una almohada gigante, y salgo corriendo hacia el balcón,  gritándo histérica de la risa.

La almohada sale por el balcón y aterriza en el suelo unos metros abajo. Liezl y yo nos tapamos la boca con las manos, sorprendidas y risueñas. La pobre almohada yace tirada en el suelo, rota y con sus plumas volando por doquier.

-¡Mira lo que hiciste!

-¡Fuiste tu!

-¿Cómo que fui yo? Tu lanzaste la almohada, yo solo me salvé.

Las dos reímos.

-¿Ahora sí me vas a decir dónde estamos?- me pregunta cuando nos calmamos un poco.

-En la parte trasera de la mega mansión de los padres de Melissa.- anuncio. Luego doy un rápido vistazo al panorama-  Al frente está  una parte de la ciudad, y luego los Andes. No creo que nos puedan estar observando a esta altura. Los podríamos ver.

-¿Hacia donde estamos?

Me volteo y trato de ubicar el sol

-En el... ¿norte? Sí. Norte.

-Cerca a Valle Grande, entonces.

-Exacto

-Okay. 

-Bueno, es temprano- anuncio, poniendo las manos en mis caderas- ¿qué quieres hacer?

Ella se encoje de hombros. Se deja caer de espaldas sobre el colchón, haciendo rebotar las almohadas que quedan.

-Dormir. Quiero dormir.

-Buena idea- le digo, poniendome los zapatos. 

Liezl me mira de soslayo

-¿Para donde vas?

Sacudo la cabeza, agarrando mi corto cabello en una coleta.

-Afuera, duh.

-¿Por qué? Ven, acuestate a mi lado. Te prometo que no voy a roncar.

-Tu nunca roncas- replico, fastidiada

-Entonces... No voy a patearte

-Ah, sí. Por favor, deja de patearme por las noches. Siento que es la policía que viene a buscarme y encarcelarme. 

Liezl me hace ojitos

-No. Más tarde vengo, debo salir a trotar.

Me repasa con los ojos, sin creérselo del todo

-¿En pijama?

-Bueno, no traje ropa para correr. Solo estaremos un día.

-Oh.Bueno. Cuando vuelvas, ¿me puedes traer chocolates?

Alzo una ceja

-¿De dónde quieres que saque chocolates? Estamos en un monte en medio de la nada. Me tardaría mil años en bajar a la ciudad y luego otros mil años en subir.

Liezl pone los ojos en blanco

-Esto es como un palacio. Estoy segura que debe haber chocolates en alguna parte. Parece un hotel, y en los hoteles siempre hay chocolates pequeños de esos azulitos.

¿Chocolates azules?

-Es un hotel, creo.

-por eso mismo- me responde, sonriéndome. Se acomoda entre las dos almohadas que quedan, y cierra los ojos, rendida del cansancio.

-Ok. cuando vuelva, traeré chocolates.

 

 

Recorro la casa gigante pasando una mano por cada pared, perdida. 

¿Por qué tiene que ser tan grande?

Luego de vagar por unos cuantos minutos más, llego a la piscina que había visto ayer. Ok. Tal vez desde ahí me pueda orientar. Me giro sobre mis talones, tratando de recordar por dónde había venido ayer.

-¿Perdida?

Me sobresalto, mirándo hacia la derecha. Un hombre en sus primeros treintas está apoyado en la pared, observándome. Parece ser el hermano de Melissa, aunque no estaría tan segura. No recuerdo muy bien a Melissa y no la pude ver ayer, pues estaba haciendo una especie de ritual raro donde solo su familia la puede ver.

-Supongo que si- me atrevo a decir con lentitud. El español es un idioma fuerte, a veces dificil de manejar.

El hombre avanza un poco más hacia mí, con los brazos cruzados.

-¿Qué te trae por aquí?

Lo miro con extrañeza. No va a ser por negocios, joder. ¿por qué sería? ¿por qué más han venido resto de personas de otros lugares en estos días?

-¿La boda de los Gillis?- pregunta

Asiento

-¿De dónde eres?

-¿huh?

Llega hasta mí, observándome de pies a cabeza. Mis mejillas arden de verguenza al darme cuenta de que solo llevo puesta una bata de seda. Estoy segura que se me ve muy bien el contorno del cuerpo, y eso me pone en una posición de desventaja.

-Tienes acento al hablar español. No eres de por aquí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.