Nuestro amor sabe a chocolate

∞ Capítulo 3

Narra Chiara:

Puedo escuchar todo lo que sucede a mi alrededor, la voz de mi padre y la irritante de Federica.

—Chiara, ya es tarde— me habla Orlando desde el otro lado de la puerta.

No quiero salir de aquí, esta no es mi casa, no desde que mi madre no está en ella.

—¡Voy!— le grito para que deje de fastidiar.

Como cada mañana, preparo mi bolso con mis carpetas y una muda de ropa; esto ya es parte de mi vida desde hace años.

Aquella noche dejé de ver el brillo de los ojos de mamá; ahora solo veo su rostro pálido, cables y máquinas que la mantienen respirando. La segunda persona de la que dejé de ver fue a él, al niño que me hacía sentir bien, quien disfrutaba de nuestro chocolate; sus ojos negros aparecen en mis sueños cada noche. Pero es parte del pasado, como tantas cosas bonitas que viví.

Coloco un poco de brillo labial una vez que ya estoy lista y salgo al fin de la habitación. Estoy dispuesta a trabajar para tener mi lugar y mantener con vida a mi madre. Durante demasiados años, mi padre accedió a tenerla en aquel hospital, pero Federica ya no está dispuesta a que esto siga. Si mi madre muere, ella será dueña de todos los negocios que tiene mi padre y de esta casa.

No somos millonarios, pero tenemos, o más bien tienen, un bienestar económico.

—¿No vas a desayunar, querida?— pregunta con tanta falsedad que me provoca náuseas; en sus ojos se puede leer el odio que siente por mí y, si debo ser honesta, es el mismo que siento yo.

—Lo agradezco, pero ya voy tarde— salgo de inmediato de esa casa, en la cual fui feliz hasta mis 10 años; luego fue un infierno constante y todo fue peor cuando me vi obligada a regresar aquella noche que me arrebataron de la mano de mi madre.

Ahora solo tengo un objetivo: alejarme de estas dos personas despreciables y trabajar duro para el tratamiento del que me habló el doctor que atiende el caso de mi madre. Tengo fe en que pronto volveré a ver sus ojos y escuchar su voz.

(•••)

Alto, con un aura que irradiaba poder, ingresaba el nuevo CEO de Gold Oil, dedicados al petróleo. Era una de las familias más ricas del país y ahora estaba a cargo el hijo legítimo de Kendrick Wagner, a quien había encontrado después de años de intensas búsquedas.

—¿Qué me tienes para hoy?— le preguntó a su asistente, sin dar los buenos días ni dirigirle la mirada.

—Señor, hoy tiene una reunión con los directivos de los hospitales y también tiene mi renuncia— dijo la mujer sin tantos rodeos; fue un mes soportando su mal carácter y ya no lo soportaba. Prefería ir a cuidar niños que llenarla de vómitos que soportar un segundo más a ese hombre.

—Vaya a recursos humanos y solicite su liquidación— Danzel estaba acostumbrado a que sus secretarias no duraran; le daba lo mismo contar con una de ellas, él podía encargarse de todo.

La mujer soltó el aire de sus pulmones con fuerza, dejando ver lo furiosa que se sentía.

—Un día llegará alguien que lo ponga en su lugar, señor Wagner— fue lo último que dijo la morena antes de salir de la oficina del prepotente hombre, quien solo reaccionó con una fría mirada, restándole importancia a lo que ella le dijo.

Danzel solo se dedicó a sacar adelante su trabajo, tomó los documentos que necesitaba llevar a la reunión del hospital. Cuando el reloj marcó las dos de la tarde, tomó sus pertenencias y se marchó. Directo al hospital Wagner, habían levantado aquellos hospitales en nombre de su abuela, quien había trabajado fervientemente en aquel proyecto, pero no logró verlo de pie al perder la vida.

El empresario se bajó de su camioneta cuando el chofer abrió la puerta, acomodó su saco y se colocó los lentes de sol. Caminó con seguridad hasta el edificio e ingresó, dejando a más de una sin aliento. Sin mirar al resto de la humanidad, como era de costumbre, se dirigió hasta la sala de juntas, mirando al frente, con su ego por las nubes.

Dobló a la derecha, a un paso de llegar a su destino, cuando su enorme cuerpo impactó contra alguien pequeño. Bajó la mirada y solo logró ver una enorme cabellera con rulos brillantes y un perfil perfecto, pero algo de ella lo enojó: su aroma.

—Deberías prestar atención y ver por dónde caminas, señorita— La caballerosidad desapareció de él por aquel simple aroma; pasó por un lado de la joven y siguió su ritmo.

La dejó en el piso, sin al menos ayudarla a ponerse de pie; no lo haría, no con alguien que le recordaba su niñez.

Ella lo miró perdida en la belleza que irradiaba, pero también en la soberbia y poco humano. Sintió ganas de gritarle y decirle más de una cosa, pero no tenía tiempo para aquello, tenía que ir urgente a su trabajo, si perdía aquella entrada de dinero sería un caos para su vida. Necesitaba otra entrada de dinero y se había propuesto encontrar esa misma semana un trabajo más además del que ya tenía.

—No debería sorprenderme, es un riquillo que jamás paso necesidades.— dijo en voz alta mientras se ponía de pie, acomodaba su ropa y salía con prisa del hospital, no iba a arruinarle el día un repugnante desconocido.

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𝓣.𝓛❣




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