Dan caminó hasta su vehículo después de haberle exigido al dueño de la cafetería que dejara a Chiara sin empleo. Había algo en ella que lo hacía sentir sus emociones encontradas y, desde que había escapado de la mansión de su familia, evitando su compromiso, su abuela había insistido en que llevara a cabo aquello que había acordado. Pero ahora no estaba seguro; había aceptado aquella propuesta para complacer a su padre y al resto de la familia.
—¿A dónde nos dirigimos, señor? —le preguntó su chófer mientras lo observaba por el espejo retrovisor. Logró percibir la sonrisa arrogante de su jefe.
—A la empresa, hoy tendremos un día muy interesante. —Sabía que su secretaria llegaría a reclamarle y la estaría esperando.
El auto se puso en marcha y Dan se dirigía a su empresa, esperando ansioso la llegada de Arely. Mientras Danzel llegaba a su oficina, Chiara discutía con el dueño del café en el que había trabajado durante dos años.
—¿Cuál es el motivo por el que me deja sin empleo? —le preguntó furiosa.
—Recorte de personal, no necesita saber más. Tendrá su liquidación depositada al final del día. —En ese momento recordó la breve conversación que tuvo con su jefe. Tomó su bolso y salió de la pequeña oficina del café; no podría hacer nada, Wagner tenía más poder que el dueño de aquel café.
Salió del local y buscó con prisa un taxi. Iba tarde a su trabajo, pero no le interesaba, ya que aquel hombre había logrado que ella quedara sin su entrada extra de dinero. Tenía prisa por llegar a reclamar, a dejarle en claro que él no era nadie para hacer tal cosa.
—Y yo intentando ablandar el corazón de un glaciar —renegó mientras subía a un taxi. Dio la dirección de la empresa, deseando llegar lo antes posible. Sus pensamientos eran un torbellino; se preguntaba por qué su jefe era así. Ella no le había hecho nada malo; el poco tiempo que llevaba trabajando para él había actuado según lo que se le mandaba, y aquella actitud de Wagner no la comprendía. Muchas veces había notado la forma despectiva con la que la miraba, otras con un brillo diferente, y aquello la confundía. No sabía si le caía bien a su jefe o si él la odiaba.
Pagó el taxi y bajó a toda prisa, ingresando al imponente edificio que se alzaba en la ciudad de Nueva York. La gente iba con prisa, sin importar nada, solo llegar a sus respectivos trabajos. Saludó como siempre a los empleados del lugar y subió de inmediato al último piso, donde se encontraba la oficina de Danzel.
Se sentía nerviosa; sabía que podía perder también ese trabajo, pero nadie iba a tomarse atribuciones en su vida personal. Bajó del elevador y, dando largos pasos, fue directo hasta la oficina del hombre. Abrió la puerta sin pedir permiso y ahí lo vio, detrás de su escritorio, con una taza de café en sus manos y con ese aire de grandeza que, en aquel momento, le provocaba más ira.
—Señorita Jones, ¿por qué ingresa tan bruscamente a mi oficina? —preguntó antes de beber un sorbo de café. Chiara dejó caer su bolso y se fue sobre su jefe.
—¿Y usted quién se cree para hacer que me despidan de mi trabajo? —le gritó, dándole un leve golpe en el brazo que sostenía el café, haciendo que la taza cayera y mojara un poco el costoso traje de Dan.
Se puso de pie rápidamente y limpió la tela mojada. La joven no se molestó en atender el desastre que había hecho; se cruzó de brazos y daba leves golpecitos sobre el piso.
—Mire el desastre que ha causado. ¿Sabe el valor de este traje? —Chiara se encogió de hombros sin darle importancia. Sabía que era costoso, pero aquel hombre podría comprarlo, no como ella, que tenía que tener dos trabajos para vivir y pagar la estadía de su madre en el hospital.
—¿Usted sabe el daño que causa al dejarme sin mi otro empleo? —le retrucó con su voz algo elevada, la cual llamaba la atención de todos los empleados que se encontraban en el piso, sorprendidos por aquella acalorada discusión.
—Le dije que no iba a permitir que trabajara en ese lugar —respondió Dan.
—Es un ser egoísta, no tiene ni una pizca de humanidad. Usted no sabe cuánto me afecta no tener esa entrada de dinero —la voz de Chiara salía entrecortada, pensando en cuánto le iba a costar todo ahora.
—Trabaje a tiempo completo aquí y le pagaré hasta el doble. —Danzel se sorprendió de él mismo ante aquella oferta que salió de sus labios. Ver aquellos ojos divertidos, repletos de lágrimas, le causó algo extraño; recordó a la niña que una vez lloró frente a él y limpió sus lágrimas.
—¿Qué le hice? ¿Por qué es así conmigo? Yo no estaba fallando en mi trabajo, era puntual e intentaba siempre superar las expectativas que usted esperaba. —Ella no había comprendido bien lo que Dan le había dicho; estaba perturbada por la situación y pensaba cómo solucionar todo lo que sabía que se le vendría.
—¿Es usted acaso sorda? —le preguntó al darse cuenta de que ella no había escuchado lo que le había propuesto.
—Sí, no tengo idea de cuánto cuesta su costoso traje. El que es sordo es usted, que no escucha que yo necesitaba ese trabajo. —Dan la miró y, con suma tranquilidad, se sentó en su silla.
—Dije que necesito que trabaje a tiempo completo y que ganaría el doble de salario. —Chiara lo miró sin poder creer lo que estaba escuchando. En su mente ya estaba convencida de que no tendría trabajo, y ahora tendría un solo trabajo y ganaría el doble, podría adelantar varias facturas atrasadas del hospital.
—Señor, déjeme arreglar este desorden. El cristal de la taza, y mire su ropa; en el baño tiene una de repuesto. Cambie su ropa, así llevo esto a la tintorería. —Comenzó a hablar y a querer solucionar el gran desorden que había en la oficina.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios del CEO. Sintió un gran sacudón cuando su secretaria le dijo que tenía falta de humanidad, sintiendo que tenía razón; estaba olvidando que la vida no era fácil para muchos.
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Editado: 04.02.2025